Al oír el dictamen y la sentencia de la jueza Ángela Murillo ya en la misma vista, fundamentada en derecho de la Audiencia Nacional -que es el franquista-: «Encima se ríen estos cabrones», y el comentario de D. José Bono, del Psoe pero tan falangista como su padre: » se equivocó no apagando el micrófono, […]
Al oír el dictamen y la sentencia de la jueza Ángela Murillo ya en la misma vista, fundamentada en derecho de la Audiencia Nacional -que es el franquista-: «Encima se ríen estos cabrones», y el comentario de D. José Bono, del Psoe pero tan falangista como su padre: » se equivocó no apagando el micrófono, pero dijo lo que toda España piensa, …aunque hay quien se coge las puntillas de la toga con papel de fumar » me acordé de la película Rocío de Fernando Ruiz y Ana Vila.
Su historia y peripecia lo narra con detalle Alejandro Alvarado en su artículo «Maldita Rocío: la película más prohibida, la que algunos quisieran ignorar«, y nos lo recordaba hace poco el profesor Ricard Vinyes en homenaje agradecido a Fernando, su director, que murió el pasado octubre. Escribe:
«Averiguaron las raíces de la romería, su razón y su vida sostenida por la actividad militante de sus Hermandades, la relación que estas habían mantenido, por medio de la religiosidad popular, con los mecanismos de poder social, cultural y político locales, su función en la República, en la guerra.
Almonte. Allí se instalaron en busca de testigos diversos. Las pesquisas levantaron incomodidades porque cruzaban la omertá. Anduvieron caminos que rebasaron silencios llevados de la mano de informantes generosos; fueron al lugar y el momento más sagrado donde la comunidad se encuentra siempre, un entierro, y allí les mostraron, uno a uno, el rostro y el nombre de los que habían participado en la represión directa de la localidad aprovechando la sublevación militar de 1936, que conllevó un centenar de asesinatos fraguados en la cólera de la élite agraria local por la pérdida de poder político y autoridad, y por su rechazo a la redistribución de la tierra preparada por la legislación republicana. A pesar de ello, esta élite, con don José María Reales Carrasco al frente -su alcalde en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, y fundador de la Hermandad del Rocío de Jerez- siempre habló de agravios a la virgen, de humillaciones en forma de azulejos retirados del Salón de Plenos del Ayuntamiento. Banderas marianas y voces devotas alzadas para encubrir conflictos de intereses».
La Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Sevilla condenó a Fernando Ruiz Vergara, director de la película Rocío, a arresto mayor y a varios millones de pesetas de indemnización por un delito de injurias graves contra José María Reales, injurias inexistentes e inventadas, que 17 testigos esperaban turno para certificar la veracidad de lo dicho y de los hechos, pero que el juez no quiso escucharles.
Dos años más tarde, el 4 de febrero de 1984 el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. «En su argumentario el ponente Luis Vivas Marzal, confeso adepto al extinto régimen franquista, critica el recuerdo a la represión de los sublevados durante la guerra civil en Rocío: es indispensable inhumar y olvidar si se quiere que los sobrevivientes y las generaciones posteriores a la contienda, convivan pacífica, armónica y conciliadamente, no siendo atinado avivar los rescoldos de esa lucha para despertar rencores, odios y resentimientos adormecidos por el paso del tiempo».
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