Un grupo de analistas sociales, varias universidades y una serie de asociaciones de la solidaridad, hemos lanzado una reflexión sobre la Moral Pública Ciudadana y estamos promoviendo un conjunto de acciones con el propósito de contribuir a refundar la maltrecha ética pública de los españoles, a quienes la desmoralización política que les ahoga ha confinado […]
Un grupo de analistas sociales, varias universidades y una serie de asociaciones de la solidaridad, hemos lanzado una reflexión sobre la Moral Pública Ciudadana y estamos promoviendo un conjunto de acciones con el propósito de contribuir a refundar la maltrecha ética pública de los españoles, a quienes la desmoralización política que les ahoga ha confinado en el todopoderoso e irrelevante ámbito de su vida personal y privada.
Lo que de común les queda se conjuga sólo en términos económicos, glorificados como riqueza y expresados por el PIB, el PND y sobre todo las hazañas de la Bolsa con su Ibex, las brillantes especulaciones de sus fondos basura y sus opulentos beneficios. Hazañas cuyas contrapartidas negativas se ocultan porque los destrozos que no se cuentan no existen. Pero esta unanimidad en la celebración de la riqueza de los ricos tuvo su primera excepción en 1990, cuando el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas nos advirtió de que no todo era tan rosa y tan feliz como parecía y con su Informe Mundial sobre el Desarrollo Humano Sostenible (DHS) comenzó a mostrarnos otra realidad de la que he dado cuenta en otras ocasiones. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) conjuntamente con el Indicador de Pobreza Humana (IPH), el Índice de Salud Social (ISS), la Red de Alerta sobre las Desigualdades (RAI), el Indicador de Inseguridad Social, y todos los otros analizadores cualitativos a los que me he referido reiteradamente nos han permitido escapar en parte al reduccionismo y a las glorias de la economía convencional. A partir de ahí hemos podido considerar la realidad en todos sus aspectos, con la precariedad y la exclusión, los elevadísimos costes físico-naturales del desarrollo, las agresivas desigualdades, la transformación de la pobreza en miseria, la violencia social, la siniestralidad laboral, la criminalización de los pobres y de los excluidos, etc. Considerarlas y apoyados en la Moral Pública Ciudadana, abrir un espacio de acción para atenuarlas / superarlas, es nuestro propósito. Comenzando por el tributo a la memoria colectiva de la democracia que, más allá de algunos afeites institucionales, tan mal parada anda.
¿Cuándo van a reconocer los partidos políticos españoles las deudas que contrajeron en su lucha contra el franquismo con personas, organizaciones y países? Como Presidente de la Delegación Exterior de las Juntas Democráticas recibí diversas e importantes ayudas económicas en 1975 y 1976 sobre todo de México y de Venezuela de las que he dado ya testimonio público y que ahora quiero reiterar una vez más. Lamentando que el agradecimiento de los partidos políticos españoles por las que tuvieron no haya sido mucho más patente y sonoro.
En el mismo sentido quiero recordar el compromiso contraído en 1976 por las principales fuerzas políticas de la democracia española con el Frente Polisario, para la reivindicación de la plena soberanía del pueblo saharaui sobre su territorio. Recuperado este tras la independencia concedida por España al Sáhara Occidental ese mismo año y confirmado con la fundación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el alineamiento de la oposición democrática española con sus posiciones y sus propósitos fue total. Desde entonces Marruecos, respaldado por el establishment neoconservador norteamericano y alentado por sus más conspicuos halcones -Henry Kissinger y Cía.-, ha hecho de todo para impedir el cumplimiento de esa irrenunciable aspiración: la Marcha Verde, los bombardeos con fósforo blanco y con napalm, el encarcelamiento de sus activistas de derechos humanos, la represión de las manifestaciones, las torturas para los militantes saharauis y 30 años de constantes maniobras de entorpecimiento para evitar que la Asamblea General de la ONU y su Consejo de Seguridad hicieran efectivo el ejercicio de una autodeterminación que diferentes resoluciones (658, 690, 1490) habían decidido. Tomás Bárbulo, La Historia prohibida del Sáhara español, Carlos Ruiz Miguel, Sáhara Occidental, y en particular los contundentes textos de Luis Portillo sobre este tema nos informan de todas las agresiones de que el pueblo saharaui ha sido objeto a pesar del reconocimiento de la RASD por parte de la Unidad Africana y de más de 80 países. Y los sucesivos gobiernos españoles, ignorando nuestro compromiso histórico, despreciando la simpatía que la causa saharaui tiene en España y olvidando el hecho de que sea el único país árabe de habla española, siempre mirando a otro lado. Vergonzosa política democrática y triste destino de la moral.