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El sexo más allá de la genética

Fuentes: Periódico Diagonal

Estudios biomédicos desmontan el binomio hembra/macho. La especie humana es mucho más amplia.

Se supone que si tienes una combinación de cromosomas XX eres una mujer y si el cariotipo es XY eres un varón estándar. Ahora bien, puede que tu cuerpo haya vivido variaciones del azar durante el desarrollo celular embrionario de tu aparato genital y no entres en el binomio. Precisamos: los aparatos genitales se definen como el conjunto de órganos internos y externos relacionados con la reproducción sexual, la síntesis de hormonas sexuales, las prácticas sexuales y la micción.

Una parte de tu cuerpo puede ser cromosómicamente distinta a tu anatomía sexual y no lo sabes. Tus cromosomas sexuales pueden decir una cosa y tus gónadas (ovarios o testículos) otra. Algunas de estas formas han sido clasificadas desde la biomedicina como Diferencias del De­sarrollo Sexual (DSD).

A lo largo de la historia, la biomedicina ha utilizado estándares (celulares, cromosomales, hormonales, anatómicos) para «verificar» el sexo que han cambiado e incluso se han contradicho. Para Nuria Gregori, antropóloga e investigadora en el proyecto Visio­nes y Versiones de las Tecnolo­gías Biomédicas, de la Universidad Rey Juan Carlos y el CSIC, cada momento histórico y cada institución han priorizado un paso del proceso de diferenciación sexual frente a otros: «Hoy el elemento al que se le da mayor relevancia para determinar la ‘verdad’ sobre el sexo son las hormonas, en concreto la testosterona. Unos niveles elevados o disminuidos de andrógenos en relación con unos valores consensuados para cada sexo limitarán o permitirán el acceso de mujeres a deportes de competición. Unos niveles elevados de andrógenos durante el periodo fetal harán pensar a los médicos que una persona asignada como mujer pueda sentirse hombre en la edad adulta».»

Los últimos estándares de atención en DSD plantean la duda en la asignación de sexo ante condiciones como el síndrome de insensibilidad a los andrógenos parcial o ante el déficit de 5 alfa reductasa. «Esta duda no se planteaba hace unos años», explica Gregori. Y es que, más allá del componente biológico de verificación del sexo, «lo que ha preocupado a la medicina es la transgresión, el tránsito y las ambigüedades sexuales, los comportamientos de género fuera de las expectativas de género o la homosexualidad».

Lola Vaticón, fisióloga y docente en la Facultad de Medicina de la UCM, experta en diformismo sexual en animales, lo explica así: «La medicina está al servicio de la sociedad, que quiere hombres y mujeres normativos. Muchas veces se demonizan las prácticas médicas cuando el problema viene del imaginario colectivo. Todo está relacionado y cambian las tendencias. Ahora los médicos esperan a que un niño exprese su identidad (sexual y de género) para intervenir», en referencia a las mutilaciones genitales en bebés ambiguos y las terapias hormonales.

Madres y padres de niños con formas intersexuales suelen ocultar la situación y tienen problemas para elegir entre chico o chica. «Al hijo de R.C. le operaron cuando era adolescente porque le crecían pechos, pero no dijeron nada a nadie. Lo llevaron en silencio, aunque todas lo sabíamos. Ahora es un chico normal», cuenta una vecina de Buitrago del Lozoya que prefiere no dar su nombre. «¿Y qué más da si no hay un problema de salud?», se pregunta.

Un equipo de investigadores demostró en 2014 que al menos una de cada cien personas tiene alguna forma de DSD. El porcentaje más divulgado de personas intersex es de 1,8 por millar, pero «el secretismo, la atención sanitaria descentralizada, la falta de seguimiento y control de los pacientes por equipos expertos, además de todas las personas con una diferenciación sexual atípica que no han sido diagnosticadas ni han pasado por consulta médica, hacen imposible hablar de estadísticas fiables», afirma Nuria Gregori.

Un cambio filosófico

Uno de los retos actuales es entender el múltiple e irreductible universo del sexo desde sistemas biológicos no esencialistas. La investigadora Anne Fausto-Sterling lo explicó en 2006 a través de una visión dinámica de estos sistemas. Frente a los clásicos reconocimientos anatómicos y los test hormonales o por genes aislados, ahora se trabaja desde líneas multidisciplinares que superan la obsesión genetista y el modelo sexológico imperante desde los 80.

La periodista Claire Ainsworth lo ha vuelto a repetir en la revista Na­ture: «Si los biólogos siguen demostrando que el sexo es un espectro, la sociedad y los Estados tendrán que lidiar con las consecuencias, y averiguar dónde y cómo dibujar la línea».

Nomenclaturas y diagnósticos llenan la literatura médica, y el mundo del deporte es un ejemplo de ello. «Estamos siendo testigos de un esfuerzo masivo por negociar socialmente el sexo», decía la experta en género Judith Butler en SINC en referencia a la polémica de la atleta sudafricana Caster Semenya, medalla de oro en 800 metros lisos y sometida durante meses a un proceso de verificación de sexo (un caso parecido al de la vallista española Ma­­r­ía José Patiño).

Según Butler, «la institución deportiva mundial se apoya en un cierto rechazo de la intersexualidad como una dimensión persistente de la morfología, la genética y la endocrinología humanas (…). ¿Por qué no pensamos en unos estándares de participación (deportiva) bajo las categorías de género que tengan por objetivo ser igualitarios e integradores? Sólo así es posible poner fin a las tonterías de esta caza de brujas sensacionalista que es el averiguar el sexo «verdadero» de alguien, y que abramos los deportes a la compleja especie de animales humanos humanos a la que pertenecemos».

Sin evidencia científica

«No existe evidencia científica de que algún ingrediente concreto del sexo biológico tenga una relación directa con la identidad de género o con la opción sexual», insiste Gre­gori. La vivencia de la identidad sexual y de género no es algo universal. De hecho es algo bastante personal. Por ello, es fundamental una educación en las escuelas (a estudiantes y profesores) que informe de las múltiples formas del sexo en la especie humana, y que explique la intersexualidad y la transexualidad desde el respeto a la diferencia. Esto ayudaría a aniquilar las fobias, agresiones, insultos, rechazo, soledad y miedo que sufre cotidianamente una parte de la población.

Los estudios en DSD demuestran que el sexo no es una dicotomía y que el cuerpo humano es una especie de mosaico en evolución. Algo que entronca con el derecho a la integridad de nuestros cuerpos y el derecho a reproducirnos. «Aunque el ideal del dimorfismo sexual se está desmontado, todavía se sigue problematizando, clasificando -en términos de normalidad o anormalidad- y corrigiendo los sexos, los cuerpos, los comportamientos y los deseos cuando no se ajustan a convenciones y expectativas dicotómicas», concluye Gregori.

El sexo puede ser ambiguo. Y mucho más si tenemos en cuenta los factores psicológicos y sociales.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/cuerpo/26114-sexo-mas-alla-la-genetica.html