En 2009, cuando ya era más que visible la necesidad de refundar la izquierda en todos sus frentes escribí: Dentro de las organizaciones de la izquierda se va implantando un miedo al cambio por temor a su efecto desestabilizador mientras, poco a poco, se van acumulando las contradicciones sociales en un escenario general de apatía […]
En 2009, cuando ya era más que visible la necesidad de refundar la izquierda en todos sus frentes escribí:
Dentro de las organizaciones de la izquierda se va implantando un miedo al cambio por temor a su efecto desestabilizador mientras, poco a poco, se van acumulando las contradicciones sociales en un escenario general de apatía ciudadana que sólo se rompe en momentos puntuales como las movilizaciones contra las mentiras bélicas del Partido Popular. El capitalismo inmobiliario ha sido una poderosa máquina creadora de estas culturas. La idea del salto consiste en romper con ellas, con el gradualismo pasivo, las convenciones, las reglas de juego y los terrenos ideológicos que lo legitiman como la única forma de cultura política posible. Incluye la modificación de los hábitos y de los consensos formales e informales que han venido desincentivando la acción de la ciudadanía y encerrando a la izquierda en un callejón sin salida mientas algunos cuadros políticos se sientan cómodamente a esperar el momento de jubilarse (Izquierda y Republicanismo: el salto a la refundación. Madrid, Akal 2010, p. 428s.).
Los inmobilistas conseguieron bloquear la refundación de IU y, en consecuencia, la conformación de un frente amplio, horizontal y diverso en la izquierda con otras formas de hacer la política en las que la participación directa de la ciudadanía ocupara un lugar central. Pensaban que ideas como estas eran puro entretenimiento ensayístico e «Izquierda y Republicanismo» fue oficialmente silenciado. IU llegó a la crisis de 2008 sin haberse preparado para un período histórico completamente nuevo y, como era de esperar, no ha sido capaz de responder a la nueva situación con inteligencia colectiva, sólo con algunas inteligencias individuales. Naturalmente se han equivocado: el miedo al cambio en tiempos convulsos siempre pasa facturas elevadas. Ni la iniciativa de las Mesas de Convergencia que demostraron ya en noviembre de 2010 que algo estaba cambiando en la ciudadanía, ni el 15-M que eclosionó siete meses después, ni muchos otros procesos fueron entendidos como lo que tenían de estructurales: realmente lo eran y el crecimiento de «Podemos», donde participa mucha gente de las Mesas y que está adoptando su terminología, es una consecuencia muy saludable de aquel temor que a estas alturas se puede calificar, simplemente, de irresponsable.
¿Qué hacer ahora? Dar un salto hacia la refundación de toda la izquierda social, construir por fin una izquierda mosaico que refleje la pluralidad social, cultural y política del país sobre una base horizontal, con otro lenguaje, con otros códigos, un mosaico que tenga capacidad de atraer mucho más voto abstencionista sobre todo de origen socialista, mucha más gente dispuesta a participar en la vida pública en un plano de igualdad. Si la agenda nacional no secuestra la agenda antineoliberal -hay que dar también un paso adelante para evitarlo y formular una salida ofensiva al problema identitario, formular las claves sentimentales de una nueva convivencia entre todas las nacionalidades y lenguas que nos saque del enfrentamiento entre territorios- casi 18% de los votos conseguidos por la izquierda en las europeas MAS la incorporación de una parte importante de la abstención a una izquierda mosaico, MAS el mantenimiento de la suma de los votos del PP y PSOE por debajo del 50% MAS la conformación de espacios estables y plurales de participación ciudadana, podría llegar crearse en España una situación comparable a la de Grecia. Serían los dos primeros eslabones -el eslabón italiano tampoco anda ya tan lejos pero tampoco el portugués si se unieran sus izquierdas- para cerrar la cadena con la que conformar un bloque de poder mediterráneo para enfrentarse a Merkel, atraer a la titubeante Francia, y forzar una conferencia como la de Londres de 1954 para la renegociación de la deuda y sus condiciones del pago, deuda que ha creado una situación de emergencia humanitaria en Europa. El siguiente paso sería un «Plan Marshall» para el sur financiado con bonos a muy largo plazo a bajo interés financiados con los impuestos recaudados de la tasación de las transacciones financieras especulativas. Tendría capacidad suficiente para generar fondos a muy bajo interés, pero estos no deberían circular como lo hacen ahora las ayudas, sino que tienen que ser congestionados y supervisados localmente por una ciudadanía organizada, inflexible con la corrupción y activa en la definición de las prioridades productivas de las comarcas y la creación de espacios económicos locales, fondos para acometer, por fin, la reconversión social y ambiental que desesperadamente necesita el sur y Europa toda y que, esta vez, tiene que ser gestionada de forma no tecnocrática. ¿Manos a la obra?
Blog del autor: http://asteinko.blogspot.com.es/
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