Para no perdernos en la maraña de intereses entrecruzados, debemos ser conscientes del elevadísimo número de actores políticos, económicos y sociales que en nuestro país conforman, participan y se benefician de lo que podemos llamar «Sistema político Juancarlista». Las posiciones ideológicas de éste no son originales pese a los matices diferenciadores introducidos por la sui […]
Para no perdernos en la maraña de intereses entrecruzados, debemos ser conscientes del elevadísimo número de actores políticos, económicos y sociales que en nuestro país conforman, participan y se benefician de lo que podemos llamar «Sistema político Juancarlista».
Las posiciones ideológicas de éste no son originales pese a los matices diferenciadores introducidos por la sui generis Historia Contemporánea española, tan marcada por dos pesadas losas: un franquismo mal enterrado y una jerarquía eclesiástica católica trabucaire, dispuesta a arruinar cualquier postura política que cuestione sus sempiternos privilegios.
El «Juancarlismo» es la variante hispana del conservadurismo liberal (adobado cuando la ocasión lo ha requerido -reconversión industrial, entrada en la OTAN y CEE por ejemplo- con unas gotitas de socialdemocracia añeja, fórmula hoy totalmente arrinconada) que desde hace decenios hegemoniza la realidad política internacional.
A ese pensamiento toda la vida lo hemos llamado Capitalismo. No existe una definición más corta o más concisa para definir el sistema económico que vampiriza- para desgracia de la gran mayoría ciudadana – a la globalidad del planeta.
Como buenos cucos ponen huevos en todos los cestos. Desarrollan su proyecto original (republicanos/tories/CDU/PP) mientras dan de comer a un hipotético contrario «progresista» (demócratas/laboristas/SPD/PSOE) que nunca deja de ser la marca blanca del genuino. Como cebo de incautos agitan la partida de nacimiento de los segundos, la que una vez hace un siglo los situó en la orilla de los explotados.
Por lo tanto, lo primero es no confundirnos. Sus mandamases, no tienen escrúpulos para imponer el injusto diseño social que les beneficia, pero tampoco tienen un pelo de tontos aunque en España, vistas sus actuaciones, nos cueste creerlo. Unas veces lo consiguen anestesiando a la ciudadanía, otras recurriendo a la fuerza cuando la adormidera no les da resultado. Si los despreciemos intelectualmente estamos cometiendo un monumental error.
Sus acciones denotan tal grado de Planificación que ya nos gustaría a quienes nos reclamamos marxistas hacer lo mismo con la Economía. Nada en ellas es gratuito. Controlan los recursos necesarios para ejecutarlas y no dejan cabo suelto.
Como dueños de los medios de producción dominan propaganda y aparatos de difusión ideológicos. A través de ellos criminalizan o demonizan a todos los movimientos que cuestionen sus intereses de casta, aquí o en cualquier rincón del planeta.
Su postura sobre la violencia es ilustrativa del doble rasero: cuando ésta sirve a sus fines es buena y los violentos se convierten -basta con ver cualquier informativo- en «luchadores de la libertad» (aunque luego se transmuten en yidahistas islámicos), «estudiantes oprimidos» (ocultando que salen de las filas de la oligarquía venezolana dueña de las elitistas universidades privadas) o, pese a que los arietes sean los integrantes ultraderechistas y neonazis ucranianos de Svoboda, «pueblo oprimido que se subleva contra la tiranía gubernamental«.
Si no la fomentan o controlan es inaceptable. Les importa un rábano que la gente al perder sus casas se suicide, que la pobreza infantil se dispare o que los millones de parados carezcan de horizontes dignos. Pero sus corazoncitos siguen quebrándose ante la imagen de una farola rota.
Conociendo su capacidad de manipulación no debemos proporcionarles clavos para agarrarse. Ya hemos sufrido en nuestras carnes la abyecta utilización de las imágenes del 22M. De ahí que resulte esencial mantener nuestra postura de resistencia pacífica, esa que les obliga a retratarse tal como son, amantes de la represión y del avasallamiento.
Son los amos del guiñol, de la función política que se representa en el mundo, teatro de la Comedia Español incluido. Ese manejo de los Cristobitas les ha permitido hasta ahora tratarnos como niños chicos a los que ordenan gritar, abuchear o aplaudir expresando contento si el títere de la cachiporra golpea falsamente al malo.
El guión es suyo. Conciben la democracia como una farsa en la que solo debemos intervenir una vez cada equis años con un voto puntual, sabiendo que así el juego nunca dañará a sus intereses. Hubo un tiempo en el que guardaron las formas. Hoy consideran que no es necesario y cada vez disimulan menos la pereza que les da hablar de «demos», de pueblo, porque en el sentido etimológico se sienten aristocracia, «los mejores», muy por encima del populacho.
De ahí que teman tanto una salida del texto programado, el no poder controlar a la Ciudadanía. Eso es lo que hizo el 22 M. Ese fue su delito. Osar romper el papel de olvidados y en la metamorfosis pasar de ser un Nemo/ Nadie a personas capaces de reivindicar derechos perdidos. En el momento que las Marchas de la Dignidad desafiaron a los Cíclopes -solo tienen un ojo: el de sus intereses-, éstos intentaron convertir la contestación en una Odisea. Desde entonces no cesan de minar el campo de todo tipo de bulas, artimañas, manipulaciones, alarmismos…
Debemos procurar combatirles con sus propias armas. Mimar la confluencia conseguida en la movilización e injertarla en todas las parcelas de resistencia cotidiana para que nuestras luchas sociales, políticas y económicas se impregnen del hartazgo que soportan en este país los humillados y ofendidos.
Hoy es revolucionario e imprescindible reivindicar Unidad. Poner en primer plano las cuestiones básicas en las que todos coincidimos, dejando etiquetas y adjetivaciones grandilocuentes en segundo plano. Centrándonos en lo esencial. En hacer cumplir esos Derechos Humanos que tantas veces les llenan sus discursos y que al finalizar el acto arrojan a la papelera.
No luchamos contra molinos sino contra gigantes aunque por la desigual pelea nos veamos obligados a recurrir, demasiadas veces más de las queridas, a lo quijotesco. Luchamos contra sus privilegios y como son la médula del Sistema, su columna vertebral no están dispuestos a que los toquemos. Echemos números. En todas las cuentas se enriquecen al empobrecernos.
Nos quieren vociferantes pero dispersos. Temen que nos convirtamos en masa consciente. Ahora mismo estamos en la fase crítica de la revuelta de los privilegiados. En la encrucijada. O nos aherrojan y callan para siempre o revertimos con la lucha, con todas las armas políticas de las que disponemos, (¡también el voto. No despreciemos esa posibilidad!) la situación.
Utilicemos sus rendijas, sus fisuras. Ellos fomentan que la única alternativa a su hegemonía venga desde una extrema derecha tipo Front National francés. Para que optemos por el «mal menor».
Pero con las movilizaciones del 22M les hemos enseñado que hay otro camino. En él la solidaridad, igualdad y fraternidad de los pueblos, los viejos conceptos que forjaron los sueños de libertad, recobran pleno sentido. Al mostrar salidas distintas corren el riesgo de que termine fraguando una iniciativa política ampliamente respaldada que escape a su control. ¡Ese es nuestro peligro!
No entremos en su juego. No desperdiciemos ninguna baza. En los próximos meses querrán sacar otro conejo de la chistera para salir airosos de la situación. Y al grito de «El Juancarlismo ha muerto. Viva el Felipismo Leticiano» decir que han escuchado «la voz de la calle» y que van a cambiar. Si a pesar de ello el truco no funciona tienen en la recámara otro modelo: la República aznariana. En definitiva, sus queridos Bush son también republicanos.
Por eso es más necesario que nunca no comprarles la moto. Si de verdad queremos socavar el Sistema, empecemos por ignorarlo. También con nuestro voto. Si además las distintas fuerzas alternativas hicieran el esfuerzo que nos permitiera agruparlo, mejor que mejor.
Juan Rivera, miembro del Colectivo Prometeo y del FCSM
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