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El sistema garantista español a prueba en Euskal Herria

Fuentes: eutsi.org

Un sistema garantista es aquel en el que están vigentes los mínimos derechos propios de las llamadas democracias formales. Entre estos derechos están incluidos aquellos que atañen al sufragio universal; es decir todos los ciudadanos tienen el derecho a votar y a ser elegidos en las distintas citas electorales. En Euskal Herria, sin embargo, este […]

Un sistema garantista es aquel en el que están vigentes los mínimos derechos propios de las llamadas democracias formales. Entre estos derechos están incluidos aquellos que atañen al sufragio universal; es decir todos los ciudadanos tienen el derecho a votar y a ser elegidos en las distintas citas electorales. En Euskal Herria, sin embargo, este derecho está siendo cercenado con el veto político hacia un amplio sector de la población. Si ese veto se mantuviera en los próximos comicios locales, la democracia española quedaría, una vez más, en evidencia como un sistema no garantista. Además, ese veto supondría un retroceso en el incipiente proceso de paz y la justificación, para los sectores más militaristas de la izquierda abertzale, de la lucha armada.

La izquierda abertzale civil está haciendo un gran esfuerzo para poder integrarse con normalidad en la vida política cumpliendo, uno tras otro, todos los requisitos formales para poder presentarse a las elecciones municipales y forales del próximo mayo.

En los estatutos del nuevo partido que se presentó en los últimos meses (ASB) se hace una apuesta exclusiva por las vías políticas para la consecución de sus objetivos; además, la propia Batasuna (ilegalizada) presentó una propuesta de resolución de los temas más espinosos del conflicto (derecho a decidir y territorialidad) en claves moderadas y democráticas: aceptando una autonomía para los cuatro territorios de Euskal Herría bajo administración española, aceptando, además, que cada uno de esos territorios debería aceptar en referéndum el nuevo marco, desatando así uno de los nudos mas enredados de este conflicto, la cuestión Navarra.

Ante la negativa del gobierno español para aceptar la legalidad del nuevo partido (a pesar de cumplir todos los requisitos) la izquierda abertzale impulsó candidaturas independientes en cada municipio y consiguió la cifra record de 82.000 firmas bajo notario, es decir, que más de ochenta mil personas acudieron a los ayuntamientos o notarias a estampar su firma para dar carta de legalidad a las candidaturas independientes, una movilización social de gran calado y sistemáticamente ocultada por los medios de comunicación españoles. También esa vía ha sido cerrada desde el gobierno. Ahora los ataques mediáticos se vuelcan en torpedear la que, con mucha probabilidad, será el tercer intento de la izquierda abertzale: las candidaturas de Acción Nacionalista Vasca.

ANV es un partido que nace en los años 30 como una escisión progresista y aconfesional del nacionalismo católico y conservador del Partido Nacionalista Vasco. En los estatutos de esta formación (actualmente legal) se expresa el rechazo a la violencia como forma de consecución de objetivos políticos. Si se consolidan las pretensiones de los sectores más guerreristas del Estado Español, y se cierra también esta vía, quedará en evidencia la nula voluntad del gobierno para solucionar el conflicto. Pero no sólo es eso. ANV representa en el imaginario del nacionalismo vasco un avance sobre las posiciones etnicistas y conservadoras del primer nacionalismo inspirado en la doctrina racista de Sabino Arana. Una vía que tuvo su continuación en los años 60 con la aparición de un nacionalismo de izquierdas, que cristalizó en lo que ahora conocemos como izquierda abertzale. Negar la posibilidad de ANV para presentarse a las elecciones sería, no sólo un atropello democrático, sino un insulto a la memoria de todos aquellos vascos que nos consideramos progresistas.

Mención aparte merece la actitud cicatera del nacionalismo conservador, más atento a sus resultados electorales (y a una más que probable alianza con el PSE) que al proceso de paz y al mantenimiento de las garantías democráticas formales en nuestro país. No puedo dejar de decir que también la exclusión de los emigrantes extracomunitarios legales (que trabajan y pagan impuestos como los demás) es también otra forma de «no democracia». Precisamente el espíritu que ANV representa es el que, más tarde (tras la guerra civil), rescataría la izquierda abertzale con la idea de que vasco es todo aquel que vive y trabaja en Euskal Herria, frente al concepto etnicista del sabinismo que pedía listas de apellidos vascos para poder ser militante Jeltzale (de JEL: Dios, Euskadi y Vejas Leyes. Similar al Dios, Patria y Fueros del carlismo). Resulta esclarecedor sobre el retroceso autoritario que vivimos (no sólo en España) que la izquierda abertzale tenga que volver, de forma simbólica, a sus orígenes liberales para poder superar las trabas del autoritarismo encarnado en la Trinidad de las Azores, que, a través de su tercera persona: el Espíritu ¿Santo? del aznarismo, impone decisiones al gobierno del tolerante zapatero.

La insistencia de los diferentes partidos en la tutela de la izquierda abertzale por parte de ETA hace un flaco favor a quienes desde el interior de la izquierda abertzale buscan superar la vía armada. Algunas lecturas que se hacen desde sectores progresistas insisten en ver el conflicto como una dicotomía entre buenos y malos. Según esta visión bastaría con que ETA desparezca para solucionar el problema, esta visión es profundamente simplificadora, porque un conflicto tan largo y violento como este no puede solucionarse de la noche a la mañana, sino que implica un cambio de mentalidades y prácticas políticas por todas las partes, como ha sucedido en la gran mayoría de los conflictos del mundo, si no estaríamos impulsando una falsa salida, frágil e inestable. Afortunadamente tanto en Euskal Herria como en el Estado Español cada vez surgen más voces disidentes del discurso oficial que se organizan en plataformas independientes como la surgida recientemente en Madrid o en Cataluña.

La disyuntiva actual es clara: o continuación del proceso de paz y garantías democráticas o conflicto violento y autoritarismo.

http://www.eutsi.org/kea/content/view/362/30/lang,es/