¿Cuál es el discurso político hoy hegemónico?, el que ha calado en la mayoría de la población. Siguiendo los mecanismos de manipulación al uso, responde Julio Anguita, «el carcelero ha conseguido que el esclavo esté calentito en la prisión; que, aunque la puerta esté abierta, el prisionero no se escape ni pretenda hacerlo; es ésta […]
¿Cuál es el discurso político hoy hegemónico?, el que ha calado en la mayoría de la población. Siguiendo los mecanismos de manipulación al uso, responde Julio Anguita, «el carcelero ha conseguido que el esclavo esté calentito en la prisión; que, aunque la puerta esté abierta, el prisionero no se escape ni pretenda hacerlo; es ésta la dominación perfecta». En otras palabras, «el sistema ha conseguido instaurar la moral del esclavo feliz». Por eso, añade el promotor del Frente Cívico Somos Mayoría, la gente repite expresiones como «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», «hemos de arrimar el hombro» o «con una huelga no se consigue nada».
Anguita ha presentado en la Facultat de Filologia de Valencia -en una sala abarrotada, con más de 500 personas- su libro «Combates de este tiempo» (Ed. El Páramo). El acto ha sido organizado por Esquerra Unida del País Valencià (EUPV-IU), el sindicato AContracorrent y la editorial El Paramo.
Puede que en la moral del esclavo feliz estén surgiendo grietas o portillos de esperanza. Algo así, al menos, pudo apreciarse en la huelga general del 14-N y las manifestaciones posteriores. «La gente está llenando las calles y enfrentándose a la policía», explica Anguita. Y agrega una fotografía cercana que ilustra esta idea: «una señora en Córdoba le espetó el día de la huelga a un policía: Tú número; y si no me lo das eres un terrorista, al que manda otro como tú«. Explica el excoordinador general de Izquierda Unida que, cívicamente, «hemos de doblegar la moral de las fuerzas de orden público y, también, recordarles que son hijos del pueblo; ahora bien, para ello es necesaria mucha fortaleza de ánimo y contención».
Anguita habla claro. Es algo que siempre le ha reconocido hasta el enemigo. Con él no va el discurso políticamente correcto ni el circunloquio postmoderno. Por eso, afirma rotundo, «esto es una guerra», que, además, «viene de hace siglos: de la Revolución Francesa, de las Internacionales obreras y otros hitos». En resumen, se trata, a juicio de Julio Anguita, de la eterna lucha entre la razón y la barbarie, entendida la razón como «el uso de la ciencia y la técnica para que el ser humano viva mejor». Siempre se ha considerado esto como la modernidad, heredera -por lo demás- del renacimiento y la ilustración. «Pero hoy le han dado la vuelta al concepto», critica el autor de «Combates de este tiempo». «Llaman modernidad a la ofimática y a los móviles; es ésta una sociedad anticuada y embrutecida con aparatitos, para nada moderna».
También en el estado español la guerra viene de hace mucho. Según el militante del PCE e Izquierda Unida, «el franquismo económico no ha muerto; su poder se mantiene intocable; puede que se haya modificado la superestructura política, pero si se mira el poder económico, continúan los mismos: los Botín, González y Alierta». Es más, «el franquismo es también Fernando VII y gran parte del siglo XIX y el XX; en lo esencial, el franquismo económico existe antes y después de Franco». ¿Qué huellas deja, cómo se manifiesta este franquismo, en sentido amplio, al que se refiere Anguita? «en el paro, la corrupción, el poder omnímodo de la banca, la angustia en la que vive el país. Ha pasado el tiempo, y qué», se pregunta el mentor del Frente Cívico.
El autor define su libro como «una propuesta para luchar en el presente» («Todo lo que yo hago, digo o escribo es para combatir al sistema», aclara). Ahora bien, reconoce que el título no es suyo. Lo tomó prestado de una obra del historiador marxista francés, Lucien Febvre, «Combates por la historia». Al cordobés le puede su vena de historiador y viejo maestro, y se explaya: «Cuando los pueblos conocen su historia, pelean». Y recuerda que Febvre marcó un punto de inflexión en la historiografía, al centrar la investigación en los pueblos, en la gente corriente, sus costumbres y sus luchas, mucho más que en reyes y batallas. Por lo demás, «Combates de este tiempo» es una colección de escritos y discursos (en su mayoría, fruto de las reflexiones con sus compañeros) con la autoría de Julio Anguita, de los que podríamos destacar dos: la vibrante alocución durante el entierro de Pasionaria, el 16 de noviembre de 1989, en la Plaza Colón de Madrid; y, diez años después, otro discurso pronunciado en Cáceres, en compañía de José Saramago.
«Combates de este tiempo» es presente y es pasado. Es memoria. «El mayor acto revolucionario que conozco, es recuperar la memoria», subraya Anguita. Hoy, explica, «por el exceso de medios de comunicación, el consumo y la cultura de lo banal, hemos perdido la memoria; igual que cuando a alguien le practican la lobotomía, se intenta que las poblaciones no sean pueblos sino meros consumidores; y sin memoria, no existen pueblos ni seres humanos; nos convertimos en peleles del último pastor que gobierna televisión española», explica.
Si se hace memoria, en tiempos de Anguita IU reivindicaba en solitario cuestiones que hoy acepta cualquiera salvo el personal del establishment . Por ejemplo, las críticas a Maastricht. Este tratado, recuerda Julio Anguita, prohibió a los gobiernos que pudieran pedir préstamos a los bancos centrales (según el economista Garzón Espinosa, si los saldos primarios -diferencia entre gastos del estado, salvo intereses de la deuda, e ingresos- se hubieran financiado desde 1989 al 1% por un Banco Central, la deuda pública española sería del 14% del PIB, no del 87% actual). Maastricht también, recuerda Anguita, «prohibió prohibir los paraísos fiscales», medida que después recogió el Tratado de Lisboa. Se imponen asimismo en Maastricht constantes inversiones en Defensa: Grecia presenta hoy, porcentualmente, el mayor gasto militar de la UE; Zapatero encargó material bélico por valor de 30.000 millones de euros, que incluso mandos militares reconocen que carece de utilidad. «Esto es el expolio de una casta contra su propio país».
A la gente se le ofrecen actualmente, a juicio del mentor del Frente Cívico, «eslóganes vacíos, como que vemos la luz al final del túnel o que se debe generar confianza y la economía ha de crecer«. Pero «muchas veces la economía ha crecido sin que se genere empleo; hablan de crecimiento porque les da miedo utilizar otra palabra: repartir«. «Y todo para ocultar algo obvio, que la deuda de España no se puede pagar; resulta metafísicamente imposible hacerlo». ¿Alternativas? «Cuando Rafael Correa accedió al gobierno de Ecuador (otra cosa es al poder), pidió una auditoría sobre la deuda y declaró ilegítima una parte de la misma, «la que había servido para el beneficio de unos pocos; lo acreedores aceptaron entonces una quita». Es decir, sí hay alternativas.
En el estado español la coyuntura económica y política roza la tragedia. «Se ha destruido en los últimos años la riqueza del país; el sector público se le ha vendido al capital privado, de modo que la economía se limite a turismo y ladrillo, y con una enorme precariedad laboral». A ello se superpone un estado de «alienación política». Porque, explica Julio Anguita, «cuando el pueblo vota, ¿elige a un soberano o a un capataz? Zapatero y Rajoy modificaron el artículo 135 de la Constitución, por el que se decide que primero se pagan los préstamos a los bancos alemanes y, luego, veremos si queda dinero para la educación y las pensiones». «En el siglo XIX se le llamaba a esto delito de lesa traición o de lesa patria«. Trueno de aplausos en la sala.
Y llegó el momento en el discurso de la última apuesta política de Anguita: el Frente Cívico. «Soy miembro y militante del PCE y de IU, y continuaré siéndolo; pero resulta innegable que los partidos necesitan hoy una gran renovación, pues se han convertido, en gran medida, en maquinarias electorales; por eso, el Frente Cívico no puede ser un partido político», asevera Anguita. Actualmente la realidad es otra. «Si a esa mayoría castigada por la crisis se la pone en la balanza del poder, arrasamos; pero el problema es que esa mayoría no tiene conciencia de estar dominada». Se trata, a juicio del autor de «Combates de este tiempo», de que «la mayoría a la que nos dirigimos, se ponga de acuerdo en una serie de puntos básicos: salarios, pensiones, qué hacemos con la banca».
¿Cómo se resume esta idea en una palabra? Programa. La gran obsesión de Anguita desde los tiempos en que se situaba en primera línea de la batalla política. El programa. Al margen de etiquetas, que separen o fragmenten. «No debemos ahora discutir con la gente sobre si comunismo o socialismo; eso está bien para nuestras reuniones, pero la idea del Frente Cívico es que no importa de dónde vengas, sino dónde quieres ir. No pidamos limpieza de sangre, ni nos convirtamos en trasuntos de la inquisición». «A esto aspiramos, a reunir a la gran mayoría de gente en torno a un programa, pero va a ser difícil», reconoce Anguita.
Y va a ser difícil, entre otras razones, porque «el Frente Cívico pretende entrar en territorio vedado». Se dirige, según Anguita, a esa gente que Rajoy considera la mayoría silenciosa que no sale a las manifestaciones; «vamos a intentar arrebatársela; son gente de la clase media o trabajadora, que ni está concienciada ni son activistas, pero deciden la batalla». Ahora bien, «hemos de atraerlos hacia el programa, no hacia la izquierda; si una persona de derechas está de acuerdo con la nacionalización de la banca, pues ya está. Cumplido el objetivo». Tan sencillo como eso. Y tan complicado.
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