«Nunca discutas con un estúpido, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia» reza un dicho atribuido, con razón o no, a Mark Twain. Salvando las distancias y dejando claro que quienes han hecho descender el debate a su nivel no tienen un pelo de tontos, se le puede recriminar a […]
«Nunca discutas con un estúpido, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia» reza un dicho atribuido, con razón o no, a Mark Twain. Salvando las distancias y dejando claro que quienes han hecho descender el debate a su nivel no tienen un pelo de tontos, se le puede recriminar a la Izquierda federalista catalana haber caído como pardilla en la trampa urdida por quienes querían alejar del escenario el debate social (ya se sabe, recortes, corrupción, deterioro de los servicios públicos…) para sustituirlo por el choque de trenes entre los nacionalismos españolista y periférico.
Se han dejado timar por los ganchos y han entrado -nunca mejor dicho- al trapo de la guerra de banderas. No a las que realmente aman muchos de sus dirigentes (Andorra, Suiza, paraísos fiscales…) si no a las que usan y ajan, rojigualda, o cuatribarrada, hasta conseguir sus fines.
Al dejar que se centrase el debate en el «y tú más» y en «lo identitario», la Izquierda contribuyó a que se borrasen de un plumazo las tropelías de Mas/Rajoy. Para colmo la pugna encrespó a muchos de los habitantes del cinturón industrial barcelonés que se sintieron agredidos. Lo que interpretaban como ataque a su cultura les dolió más que el deterioro hasta la náusea de sus derechos sociales de los últimos años.
Muchos de los castellano-hablantes, pese a que algunos hijos optasen por la CUP, se arrimaron a quien aparentemente garantizaba estabilidad y «status quo» sin reparar en que el proyecto socioeconómico de Ciudadanos es tan privatizador, recortador y excluyente como el de Convergencia o PP. Los cuatro (en este aspecto el PSC de Iceta por mucho que baile da también el cante) comparten el mismo modelo neoliberal.
La Oligarquía siente que ha superado las turbulencias de los últimos años y se congratula al comprobar que amén de los partidos del turno vuelve a tener en nómina un ilusionista de cabecera -en la figura del líder naranjito- que borda el truco de desplumar al incauto mientras éste se lo agradece porque quien lo tima sonríe y le dice que es por su bien. Pura escuela Felipe González.
Donde entran las banderas se diluyen los conflictos de clase y se pierden las lecturas dialécticas de oprimidos y explotadores. Por ello, no se deben poner paños calientes, la derrota de quienes querían impugnar el Sistema no admite paliativos. Ha sido total.
No sirve ni recitar parodiando a Manrique el «¿qué se hizo del 15M? De los sueños «en común», ¿qué se hicieron? ¿Cómo encajamos la sociedad alternativa en el nuevo panorama?
Para Podemos el panorama pinta mal. Cada día se parece más a un souflé a punto de desinflarse. Se le ha vuelto en contra su falta de claridad en aspectos fundamentales, la incapacidad de indicar a sus votantes el «¡Por ahí!», el entretenerse en deshojar la margarita…En la pizarra de entrenador novato ha desarrollado unos maravillosos cálculos que siguen al pie de la letra las enseñanzas de Ernesto Laclau pero, al intentar aplicarlos al día a día, al terreno de juego político, se han transformando en cuentos de la lechera.
El varapalo griego tras la claudicación que siguió al triunfo del «No» en el referéndum, el apoyo a/de Tsipras tampoco ayudan. El Poder ha logrado que amplios sectores escarmienten en cabeza ajena al conseguir que dirigentes de fuerzas que hasta ayer impugnaban el Sistema asuman como única respuesta el Posibilismo. La resignación hace que se instale en los votantes el pensamiento de que si hay que lustrar las botas del señorito, es mejor que lo hagan los criados domésticos en lugar de los antiguos cimarrones de plantación. Sus lenguas llegan con más habilidad a lugares recónditos y encima gozan de la simpatía del dueño.
A estas alturas el conflicto está donde le interesa al Sistema y nadie le discute el amaño ni la compra del árbitro. Cuando la idea de transformación social o el combate ante las desigualdades son sustituidas por simbología o señas de identidad enfrentadas que se retroalimentan, siempre termina aplastada la Libertad y emergiendo el pensamiento único. Si los que en teoría impugnamos al Neoliberalismo gobernante nos dedicamos al ancestral deporte de pegarnos tiros en el pie o a enredarnos en los últimos metros si vemos la meta cerca, la cabra de la Legión o el Orfeón pujoliano, según la zona, pueden preparar tranquilamente el desfile triunfal.
Pareciera que el arrojo y la inteligencia que nos sobra al parar desahucios, secundar huelgas generales, afrontar las multas gubernativas de la ley Mordaza, mengua de tal modo si se agitan banderas perdemos intuición y olfato y nos dejamos atrapar en el abrazo del oso.
Los internacionalistas, los federalistas no podemos asentir o consentir cuando el único discurso se reduce al «Som una nació» o al «Soy español, español, español«. Menos aún legalizar el embrollo al no poner nuestra alternativa sobre la mesa. Aunque nos abucheen. Aunque chirríe en los oídos melifluos escuchar un «discurso profético» (Julio dixit) que ponga el dedo en la llaga y no guste o, si se prefiere por aquello de desterrar terminología que proviene de la cultura religiosa, ejercer de partido orgánico gramsciano al que no le importa, al contrario se crece en ello, mostrar sus propuestas .
Por ello y ante el panorama que se avecina en noviembre/diciembre, debemos intentar centrar el debate político en nuestra propia agenda. Más aun teniendo en cuenta que, para las elecciones generales, las urgencias de ambos nacionalismos, una vez pasada la prueba catalana, serán menos agresivas, lo que permitirá desempolvar la agenda social que habla de los estragos causados por la Crisis inducida a la que nos han llevado los gestores del Capitalismo peninsular, tanto centralistas como periféricos.
A sabiendas de lo injusto que es personalizar un problema colectivo en una persona, va siendo hora de pedirle a Pablo que deje la calculadora y recupere la frescura e insolencia inicial de su proyecto o a Alberto de recordarle que, ya que tiene discurso con músculo ideológico, tenga también la valentía necesaria de intentar llevarlo a la práctica aunque ello se traduzca en enfrentarse a las rémoras que lo lastran.
Porque como no espabilemos, el otoño electoral nos va a engullir por mucho que saquemos en procesión todo nuestro santoral. ¡Cuídate querido Julio de las calendas de noviembre, que te veo aupado en la silla gestatoria mientras te piden la bendición «urbi et orbe»!
Porque si el Futuro es igual al panorama dibujado por las elecciones catalanas, mejor Carpe Diem.
Juan Rivera. Miembro del Colectivo Prometeo y del FCSM
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