Muñoa destaca la importancia del modelo sindical que tiene como base la autonomía económica
Quedamos con Amaia Muñoa para esta entrevista. En estos tiempos donde cada día hay un sobresalto por un nuevo caso de corrupción, la conversación no puede sino comenzar por ahí. La corrupción afecta al sistema de partidos políticos y hasta a instituciones como la monarquía. Lamentablemente, también, al sindicalismo mayoritario en el estado le salpican escándalos relacionados con la formación continua o con los EREs de Andalucía. Lamentablemente, decimos, porque su debilidad y desprestigio acaba salpicando también a las personas y organizaciones honestas.
La corrupción es uno de los temas que más preocupa a la ciudadanía. Todos los días nos levantamos con un nuevo escándalo…
Permíteme que sea incorrecta ya de partida: lo más relevante no es el hecho de que éste o aquel personaje se embolse dinero o tenga una cuenta en el extranjero. Aunque ya sé que eso es lo que más impacto mediático tiene. Es lógico porque son comportamientos inadmisibles, ajenos a toda ética, que hay que perseguir… Pero lo más grave es el mecanismo concreto y el objeto de la corrupción.
¿A qué te refieres?
Por una parte, está el hecho incontestable de que empresas privadas ponen mucho dinero para comprar a una parte de la clase política, en gran parte vía financiación de lo partidos, como señalan los informes del Consejo de Europa. Y esta clase política, por su parte, devuelve los favores desde el ámbito institucional en forma de contratos, de adjudicaciones, de privatizaciones y modificaciones legislativas que interesan al mundo empresarial y financiero, y que les hace ganar aún más dinero.
Por otra, y relacionado con lo anterior, está el fenómeno de la llamada puerta giratoria: la puerta que gira entre la política y el mundo empresarial y financiero. En un sentido, ex-políticos van a las empresas, bien para que les sean pagados los servicios prestados, bien para que sus contactos institucionales se pongan al servicio de la empresa. En el otro sentido, hombres de las finanzas y de las empresas secuestran la política para ponerla a su servicio. Decenas de ex-ministros, ex-jefes de gobierno y ex-presidentes de partidos están, por ejemplo, en las empresas relacionadas con la energía. Nadie se cree que en todos esos casos tenga algo que ver su perfil profesional.
Esto no pasa sólo en el estado: un ex-secretario general de la patronal alavesa pasó a ser Diputado de Hacienda en Araba, y un ex-diputado de Hacienda de Bizkaia pasó a ser alto cargo en la patronal vizcaína. Son sólo unos ejemplos. Se da el caso de muchos gerentes de empresas que antes eran públicas, y que fueron privatizadas por esos mismos sujetos cuando estaban en la política.
Pero lo que le está pasando al sindicalismo estatal no tiene que ver con eso exactamente…
No. Lo que está pasando con UGT y CCOO en el estado, por lo que sabemos, responde a otras cuestiones. No conozco en profundidad el tema de los EREs, pero el tema de la formación continua es muy claro. En España -y en la CAPV, desde el gobierno Ibarretxe- se impuso un modelo de formación continua que, a pesar de ser legal, es totalmente perverso. El dinero de la formación, en vez de destinarse a los centros de formación profesional -que son los que saben de formación y mejor podrían impartirla- se reparte entre sindicatos y patronal, que crean sus propios centros de formación y sus propias redes clientelares.
En principio todo es legal, pero es un diseño que no responde a las necesidades formativas de trabajadores/as y empresas y, además, se presta a un enorme descontrol y, finalmente, a la corrupción. Un sindicalista -por supuesto, ajeno a nuestra organización- nos decía una vez: «esto de la formación es un chollo… da dinero aunque la hagas». Creo que no hay que explicarlo.
¿Que consecuencias tiene todo esto?
En el plano político es evidente. Llevamos cinco años donde la política ha hecho exactamente lo que le ha ordenado el poder económico: rescates multimillonarios, recortes sociales, recortes de derechos, reformas laborales y de pensiones, fiscalidad injusta… con todas las consecuencias que eso tiene en forma de pobreza y paro.
Por otra parte, la generosa financiación pública de los sindicatos, vía formación y otros conceptos, los ha domesticado y los ha convertido, en gran medida, en colaboradores necesarios. Sólo de esa manera se explican, por ejemplo, los pactos de pensiones o los de moderación salarial. La financiación pública convierte a los sindicatos en parte del sistema de gobernabilidad y de control social.
Estamos en pleno periodo de elecciones sindicales. El lema -Autonomia: ekonomikoa, sindikala, politikoa- tiene mucha relación con esta coyuntura marcada por la corrupción.
Sé que puede sonar un poco simple, pero yo diría que, a día de hoy, el elemento que mejor explica las diferentes posiciones de los sindicatos en relación a la política y a la empresa es la autonomía financiera. Todos somos libres de pensar, de leer la realidad. Todos tenemos una ideología, más o menos solidaria. Pero sólo las organizaciones que gozan de autonomía financiera son libres para decir públicamente lo que piensan, y para actuar en consecuencia.
¿Y cómo se financia ELA?
Nuestras cuentas son muy sencillas: nos financiamos de las cuotas que cada mes pagamos los 100.000 afiliados y afiliadas. Esas cuotas suponen el 91,08% de nuestros ingresos anuales. Luego, hay un 2,51% de ingresos, también propios, que tienen que ver, fundamentalmente, con los servicios jurídicos. Lo que suma un 93,6 de los ingresos.
ELA también recibe ingresos provenientes de fondos públicos. Esos fondos, el año pasado, ascendieron a 1.031.323 de euros (el 5,59% de los ingresos). Ese dinero proviene, principalmente, de las subvenciones que reciben todos los sindicatos en función de su representación, tanto en la CAPV como en Navarra y en el Estado. Varía según el número de delegados/as que tiene cada sindicato. Lógicamente, al ser el sindicato mayoritario en Hego Euskal Herria -el que más delegados y delegadas logra en las elecciones sindicales- esa partida es mayor con respecto a otros sindicatos. Finalmente, y dentro de ese millón de euros, una parte menor es la subvención por negociación de mesas generales y la celebración de elecciones sindicales. Esos son nuestros ingresos. Y punto. No cobramos ni un céntimo por actividades extra-sindicales.
Un modo de financiación que poco tiene que ver con el de otros sindicatos inmersos en casos de corrupción…
Así es, ya lo he explicado antes. En ELA no hay entramados empresariales como tienen esos sindicatos, donde aparecen centros de formación, aseguradoras, promotoras de vivienda… Tampoco formamos parte, como ellos, de consejos de administración de empresas.
Tenemos una fundación, la Fundación Manu Robles-Arangiz Institutua, con un presupuesto propio, que se dedica a la formación exclusivamente sindical de los delegados y delegadas, y que recibe, asimismo, una subvención para esa tarea, igual que el resto de sindicatos y la patronal. Nuestra fundación tiene algunos convenios de colaboración con instituciones como la UNED, la UPV, Euskal Herriko Laborantza Ganbara… Pero de esos convenios no recibimos ni un duro. Al contrario, las más de las veces aportamos fondos propios.
Sigamos desgranando nuestras cuentas. ¿Qué hace ELA con sus ingresos?
Nuestro objetivo como sindicato es la transformación social, y es a lo que dedicamos nuestra acción sindical y social: a mejorar las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora.
ELA destina, además, el 25% de sus ingresos por cuota a la Caja de resistencia, que es el fondo de solidaridad con las personas que van a la huelga y no van a cobrar salario. Este fondo es vital para nuestro modelo, pues permite el sostenimiento de las huelgas que, a menudo, son muy largas.
El resto del dinero lo destinamos a la organización del trabajo sindical en empresas y sectores a través de nuestras federaciones, comarcas y servicios.
Sin olvidar, por supuesto, el dinero destinado a la movilización en relación con cuestiones del modelo de sociedad como la fiscalidad, los servicios públicos, el medio ambiente…
Recientemente, al hilo del debate sobre Kutxabank, un político se puso las botas hablando en televisión de las cuentas de ELA…
Sí, sugirió que teníamos dinero en Lehman Brothers, si no recuerdo mal. Nuestra clase gobernante, lamentablemente, estaría encantada de que así fuese, porque de esa manera acabaríamos hablando su mismo lenguaje. Nuestra clase gobernante ha tomado nota de nuestra autonomía financiera y está muy preocupada porque llamamos a las cosas por su nombre. Les molesta mucho lo que decimos de fiscalidad, del Tren de Alta Velocidad, de las políticas de recorte y de otros muchos temas, y han decidido que somos el enemigo interior.
Eso explica mucho de lo que está pasando desde hace años, y también lo que está pasando estos días. El documento del Gobierno Vasco donde se nos invita al diálogo social amenaza con retirar las subvenciones a los sindicatos que no concierten acuerdos con ellos. Confebask ha pedido nuestra ilegalización, diciendo que no cumplimos nuestra función de acordar con ellos. Y ambos, Gobierno y Confebask, han decidido poner en marcha la mal llamada mesa de diálogo social con la minoría sindical, UGT y CCOO, salpicados, como la CEOE, en casos de corrupción. Es algo que no tiene parangón en ningún estado democrático: hacer acuerdos con la minoría y prestigiar el papel de organizaciones implicadas en casos de corrupción.
El gobierno quiere fotografías para legitimar sus políticas; la patronal, para homologarse socialmente tras destruir cientos de miles de empleos y recortar condiciones de trabajo… y UGT y CCOO quieren financiación, simplemente. La foto es patética.
La afiliación, la adhesión de cada trabajador y trabajadora es la clave…
Claro que lo es. Te cuento una anécdota. Hace unos años hicimos un informe escandaloso sobre una importante empresa energética, Iberdrola. Estuvimos con la dirección de un medio de comunicación referencial del país, por si lo querían publicar. El informe les pareció interesante, pero nos dijeron que no lo publicarían, porque con los anuncios de esa empresa pagaban cada año la nómina de cuatro periodistas.
Te cuento otra: hay empresas que llaman a la dirección del sindicato para anunciarse en esta revista, en Landeia. ¿Crees que es sólo porque esta revista llega a 100.000 hogares o es para conseguir otras cosas del sindicato? Esa es la razón por la que siempre nos hemos negado a insertar publicidad…
Son ejemplos que nos recuerdan lo fundamental. Sin ese 91% de ingresos por cuotas de afiliación nada sería igual. No hay otro modo de garantizar nuestra independencia. Pero ojo: el stablishment sabe que no estamos hipotecados y nos ha calificado como enemigo interno. La fuerza de nuestro sindicato radica en que podamos seguir tomando nuestras propias decisiones, sin ninguna injerencia -ni económica, ni política-.