El salario base por escaño se acerca a 3.000 euros, pero dietas, pluses e indemnizaciones llevan a que la cifra se multiplique. Algunas partidas se inflan. Y para recibir estas sumas no hace falta dejarse la piel en el puesto. El reglamento del Congreso establece que la asignación fijada por la Cámara tiene por objetivo […]
El salario base por escaño se acerca a 3.000 euros, pero dietas, pluses e indemnizaciones llevan a que la cifra se multiplique. Algunas partidas se inflan. Y para recibir estas sumas no hace falta dejarse la piel en el puesto.
El reglamento del Congreso establece que la asignación fijada por la Cámara tiene por objetivo que los parlamentarios puedan «cumplir eficaz y dignamente su función». La eficacia de su función puede ser discutible. Pero la dignidad del sueldo está garantizada. A la hora de hablar de sus sueldos, los políticos españoles apuntan que ganan menos que sus homólogos europeos. También que, en comparación con lo que ganan grandes empresarios y ejecutivos privados, su nómina no es la de un millonario.
Es cierto. Sin embargo, si se tiene en cuenta que más de la mitad de los empleados, (11 millones) no llegan a cobrar 1.100 euros al mes, la vida de sus representantes en el Congreso parece corresponder a otro planeta. Imagine por un segundo que pertenece a un partido político con representación y le corresponde ocupar un escaño. Dispone de despacho propio, ordenador portátil y teléfono móvil. Su sueldo oficial es de 3.020,79 euros. Pero difícilmente se quedará sólo con esa cantidad. La cámara dispone de una cuantía mensual neta (no se tributa) para gastos de «manutención y alojamiento», que en el caso de parlamentarios procedentes de circunscripciones diferentes de Madrid alcanzaba en 2006 los 1.702,59 euros.
Aunque si fue votado por Madrid contará una ayuda de 812,68 euros. Éste es el sueldo si se conforma con ser diputado. O si compagina su trabajo en la Cámara con otro puesto institucional (seis alcaldes del PP figuran como cabezas de lista al Congreso). Ahora bien, si es portavoz de su grupo parlamentario pasará a disponer de 1.847,06 euros por «gastos de representación» y otros 982,64 por algo llamado «gastos de libre disposición». Los complementos se suman. Así, si se es portavoz de Coalición Canaria o la Chunta Aragonesista puede cobrar 5.748 euros brutos al mes más 1.702,59 en concepto de manutención y alojamiento. Aunque si no ha tenido tanta suerte no es cuestión de desanimarse. Cada partido cuenta también con portavoces adjuntos que reciben también estas cuantías, aunque algo rebajadas. Y los pluses también se ofrecen a presidentes, vicepresidentes, secretarios, portavoces y portavoces adjuntos en las comisiones del Congreso (Justicia, Medioambiente…).
La buena vida
De entre la oferta de puestos, presidir el Congreso debe ser lo más parecido a ser agraciado con un décimo de la lotería. Calmar los caldeados ánimos del hemiciclo se compensa con más de 12.900 euros brutos al mes, a los que hay que sumar los ya famosos gastos de representación y de libre disposición. Los vicepresidentes de la mesa se quedan a la mitad: 6.024,2 euros (complementos aparte)y los secretarios de la mesa algo menos: 5.507 euros. Hay más. Los viajes salen gratis. Y se pagan. El desplazamiento (en avión, tren, coche o barco) lo cubre la Cámara, que también ofrece dietas diarias (150 euros en 2006 por cada día en el extranjero y 120 si es dentro del territorio español). No son tampoco sufridas gestiones en el exterior. Según denuncia a DIAGONAL una antigua diputada de IU, «algunos viajes parlamentarios eran de vergüenza. Por ejemplo, el Parlamento chileno invita a una delegación del Parlamento español, que se pasa una semana en Chile haciendo turismo con todos los gastos pagados y recibiendo honores».
Para mantener este tren de vida, los diputados no discuten demasiado para subirse el sueldo. En 2007 lo hicieron un 3,5%, más que la cifra prevista para la subida de los precios. Lo mismo que en 2006 (un 3,6%), 2005 (4%) o 2004 (3,6%). La asistencia al Congreso es, en principio, obligatoria, pero son frecuentes los casos en que un partido pierde votaciones porque sus diputados no han acudido o llegan tarde. En teoría, los propios partidos se encargan de multar a sus parlamentarios más rezagados, pero no siempre ocurre así. Felipe González, por ejemplo, batió récord de ausencias. Según El Mundo, «entre 2000 y 2002 su botón de diputado sólo se pulsó seis veces y ni siquiera acudió al examen médico que pasaron los más de 600 parlamentarios y trabajadores del Congreso, cuyos resultados certificaron que no padecían estrés».