El actual presidente español, que rentabilizó muy bien la repulsa popular provocada por el conflicto bélico de Iraq, continúa con su perorata de que las tropas españolas destacadas en Afganistán cumplen una misión de paz y ayuda humanitaria, a pesar de que estemos hartos de ver de qué manera ayudan los imperialistas a los afganos […]
El actual presidente español, que rentabilizó muy bien la repulsa popular provocada por el conflicto bélico de Iraq, continúa con su perorata de que las tropas españolas destacadas en Afganistán cumplen una misión de paz y ayuda humanitaria, a pesar de que estemos hartos de ver de qué manera ayudan los imperialistas a los afganos y a los iraquíes. En el último ataque, que provocó la muerte de una soldado española en aquel país, las tropas del Gobierno de Zapatero se desplazaban en apoyo de una operación militar italiana y no para regalar caramelos a los habitantes del lugar. Además de que este hecho haya sido calificado como «acción de combate», la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) ha reconocido la participación de tropas españolas en diversas ofensivas contra la insurgencia. Por supuesto que estas informaciones se ocultan, o se minimizan cuando existen filtraciones.
La creciente resistencia afgana, ha obligado a los estadounidenses a retirarse de determinadas zonas conflictivas, que ha traspasado a sus aliados de la OTAN. Eso significa- por si alguien albergaba dudas respecto al carácter de la misión- que el sentido de la presencia de las tropas coloniales ha cambiado. Ahora se trata de una misión de guerra pura y dura. No obstante, la anterior actividad de «estabilización y democratización» nunca ha utilizado la persuasión precisamente, porque los bombardeos indiscriminados sobre bodas y fiestas familiares han provocado la muerte de cientos de civiles indefensos, con la excusa de que entre ellos se camuflaban los talibanes. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. El discursito de que los soldaditos hispanos son unos héroes piadosos que se sacrifican en ayuda de los demás es válido sólo para ingenuos. En Afganistán, los militares españoles están, en última instancia, bajo control norteamericano; por tanto son cómplices, conscientes o no, de los crímenes del Imperio.
Un argumento muy utilizado por los fieles de Zapatero es que la guerra de Afganistán es legítima al estar avalada por la ONU. ¿Pero dónde está la legalidad internacional? ¿En el decadente Consejo de Seguridad?.Desde la desaparición del campo socialista, la ONU se ha convertido en un instrumento al servicio de Estados Unidos que chantajea y presiona a los más débiles para que acaten sus fechorías. Además, es el foro donde las potencias imperialistas rivalizan y discuten por el reparto mundial de zonas de influencia. Para mí no tiene valor ético alguno el hecho de que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad decidan que matar sea legal, o invadir a otros países- por incuestionables intereses económicos- sea legal. Habría que preguntarles a los niños afganos si las bombas «legítimas» son menos letales que las que se arrojan sobre Iraq.
Las verdaderas causas del conflicto afgano no han sido ocupar militarmente el país para destruir los campos de entrenamiento de Al Qaeda y llevar la «democracia». Para nadie es ya un secreto que Afganistán- además de ser la posible futura ruta de paso para el transporte de combustible a través de oleoductos y gaseoductos- cuenta con unas reservas de petróleo y gas que podrían ser mucho mayores de lo que se cree. Las primeras estimaciones, llevadas a cabo por los rusos, indicaban que el país disponía de 120.000 millones de metros cúbicos de gas y unos 16 millones de toneladas de crudo. Sin embargo, según los datos más recientes del Geological Survey estadounidense (¡cómo no!) esas cantidades serían diez veces mayores. Ahí es donde les aprieta el zapato.
Fue Aznar el que se implicó en Afganistán, pero es el Gobierno de Zapatero quien permanece allí, incluso ha incrementado el número de efectivos con la manida cantaleta de la «misión humanitaria de paz». Lo que pretende el régimen de Madrid es hacerse un hueco en la zona que le permita obtener alguna migaja en el futuro. Y lo hace en medio de la dinámica cambiante que generan las contradicciones entre los Estados imperialistas. Hoy el Partido Socialista es el escudero de Francia y Alemania, mañana el Partido Popular podría volver a ser el perro fiel de Estados Unidos, pero independientemente de su alineación exterior, ambos partidos defenderán siempre los intereses de su oligarquía nacional, en competencia con las del resto de países capitalistas. Ese es el verdadero talante de esos farsantes, progresistas de salón que ocupan el Gobierno, y de un sector de intelectuales de pacotilla que muestran una indiferencia cómplice ante lo que sucede en el país asiático.
«Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen», dijo el ex coordinador de Izquierda Unida (IU) Julio Anguita, al recibir la noticia de que su hijo- periodista destacado en Iraq- había muerto en aquel país. No estaría de más matizar que malditas son las guerras generadas para expoliar recursos ajenos y reforzar posiciones de dominio geopolítico (como lo es la de Afganistán), y que canallas son los imperialistas que las ejecutan y los mercenarios de la desinformación que las justifican en nombre de la «democracia» capitalista. La única guerra legitima es la guerra popular revolucionaria necesaria para liquidar al capitalismo y sus actos criminales.