Toda actuación cívico-política como grupo social de las diversas colectividades independentistas catalanas es un intento de mostrar al resto de España y del mundo la profundidad y particularidad de la nación catalana. Con sus manifestaciones individuales y grupales, sus protagonistas experimentan un principio de libertad político-social en la independencia, que perciben inaugural. Por el contrario, […]
Toda actuación cívico-política como grupo social de las diversas colectividades independentistas catalanas es un intento de mostrar al resto de España y del mundo la profundidad y particularidad de la nación catalana. Con sus manifestaciones individuales y grupales, sus protagonistas experimentan un principio de libertad político-social en la independencia, que perciben inaugural.
Por el contrario, las actuaciones distintivas de los nacionalistas españoles, encabezadas por el Gobierno del PP, son las actuaciones individuales de los actores políticos. Se refugian tras las palabras y las acciones legales, que les sirven de objetos dramáticos para el enmascaramiento de sus individualidades fuera de la actuación política, así como la del grupo social que representan. Las autoridades del Estado, incluyendo a los dirigentes de los principales partidos, se arrogan la representación de todos los ciudadanos, a los que niegan una consulta popular.
Frente al republicanismo del independentismo catalán, el nacionalismo jacobino español utiliza en sus dramatizaciones un perfil bajo para la figura del Rey. En esta múltiple representación prefiere manejar como primer sujeto de intervención al actual presidente de Gobierno. Este trata de representar la unidad del nacionalismo español reuniendo en torno suyo a los principales líderes de los partidos estatales. Y, estos tratan de jugar la imagen de la razón de Estado. Todos ellos se proponen para la jefatura del gobierno que debe surgir de las convocadas elecciones generales.
Las manifestaciones públicas, las votaciones presuntamente plebiscitarias en numerosos ayuntamientos, las largas cadenas humanas de los independentistas aprovechan el espacio público como un lugar privilegiado de comunicación. Una intervención simbólica dando un nuevo significado -comunidad- a lo político y lo social. Tienen como principal herramienta de manifestación la actuación de cada uno de los independentistas catalanes. No importa que hayan nacido o no en Cataluña, en España o Europa.
Cada una de estas actuaciones crea un ambiente, que se pretende transitorio, con un juego de acontecimientos que se quieren únicos en la vida de las personas que participan de una u otra manera. Las votaciones independentistas en los municipios, las ofrendas florales, las infinitas cadenas uniendo puntos geográficos, las actuaciones parlamentarias como centralidad del poder. Todo el territorio catalán es un inmenso escenario para los independentistas. Todo es una puesta en escena paradigmática con participantes en vivo.
Aunque el posterior desarrollo ofrece caminos muy diferentes para cada uno de los actores principales: Convergencia, Esquerra, las CUP,… la actuación pública de este conjunto de políticos se lleva a efecto en el espacio público donde la imagen personal que se manifiesta se transforma en herramienta política y reflejo de la construcción de cada uno de ellos como personaje público, prevaleciendo estas actuaciones sobre su acción de simples ciudadanos. Todos quieren la independencia catalana. Aunque planteen soluciones políticas diferentes al posterior desarrollo social de la nueva entidad.
La prolongación de la actuación de los principales actores a los elementos secundarios, hacen de esta peripecia colectiva algo vivo y atrayente para estos últimos. Se organizan actuaciones con estructuraciones simples, predecibles, de eficacia política, con la promesa de una repetición en un futuro de superior comunidad cuando se alcance la independencia.
La colectividad de esta representación política catalana ofrece la trampa de la continuación de un gobierno que aplica políticas de derechas encubierto con la idea nacional catalana. (Arcadi Oliveres)
En ella colaboran las CUP -exponiendo públicamente nuevos formatos y discursos de disidencia basados en ideas internacionalistas de Justicia para los pueblos-; y Esquerra -actualizados viejos formatos de la política burguesa republicana. Es decir, en esta lucha de clases, que es toda idea nacionalista, entre la alta y media burguesía contra las clases más desfavorecidas catalanas, las CUP y Ezquerra se alinean con la derecha neoliberal despiadada de Convergencia.
La auto-denominación como nacionalistas independentistas, por parte de los políticos catalanes, significa una renuncia a la categoría que conlleva y connota la palabra político Se proponen como fundadores y organizadores de una nueva sociedad. Plantean una forma diferenciada de establecer las relaciones y los vínculos con el resto de ciudadanos catalanes. Relaciones que no están fijadas por órdenes jerárquicos, al día de hoy. Mañana, ya veremos.
En la formalización y ritualización de las acciones públicas está el nexo de continuidad con el pasado histórico que suelen evocar los diferentes grupos burgueses políticos, Convergencia y Esquerra. Evocación de la que extraen materiales e imágenes, que ofrece la nostalgia de una historia ad hoc. Hechos de un pasado escogido y reescrito, casos de Convergencia y Esquerra, que redefinen en su significado para lograr conexiones e identidades entre el nuevo poder y la nueva sociedad que se anuncia.
En la representación españolista, encabezada por el Gobierno del PP, sus manifestaciones utilizan los elementos de actuación de la bruma de las medias verdades, pues esconden su esencia de derecha neoliberal en lo económico y franquista en lo social represivo. Muestran de continuo -salvo alguna declaración arriscada de algún miembro del propio Gobierno- elementos de encubrimiento como son las actuaciones judiciales, la Constitución como argumento legal superior, como máscara del poder. Nada hay más material, más corporal que el ejercicio del poder (Foucault). La utilización de esta máscara pretende que sea vista como el elemento superior de Justicia. Es decir, pretenden equiparar leyes con Justicia. Todo tipo de gobierno genera leyes. Pol Pot, Franco, Stalin, Videla, Pinochet, Hitler, todos dictadores, crearon marcos legales para asesinar a súbditos de sus propios pueblos.
El encubrimiento es mayor o más falaz, si se utiliza la razón de Estado para dar una pátina de democracia a sus argumentos como elemento enmascarador, caso del PSOE, cuyos líderes se envuelven en grandes banderas constitucionales en algunas de sus manifestaciones. Ya estamos acostumbrados a ver la colaboración socialdemócrata con la alta burguesía del país en la lucha de clases.
La actuación de nacionalistas españoles llega al esperpento -fácilmente asimilable por un gran grupo de la sociedad, al parecer- cuando se utilizan las razones del PP y del PSOE al mismo tiempo, caso de Ciudadanos. Rivera esconde sus orígenes y querencias de falangismo franquista bajo la máscara del «yerno de todas las madres», con el apoyo de los medios de comunicación subvencionados por la banca financiera.
En esta lucha de clases que son los nacionalismos, PP, PSOE, Ciudadanos, Convergencia y Esquerra se alinean del lado de las grandes corporaciones económicas contra los grupos sociales más desfavorecidos, tanto de Cataluña como del resto de España. Y las CUP colaboran en este festival teatral como un elemento más del enmascaramiento utilizado por los grupos de la burguesía catalana.
Es fundamental no perder de vista en esta confrontación de representaciones que las figuras que, aparentemente, encabezan ambos grupos nacionalistas, Rajoy y Mas, están al frente de partidos consolidados en la corrupción. Las actuaciones de sus respectivos partidos políticos van dirigidas a la ocultación de esta realidad en lo personal y colectivo.
Unos y otros, catalanistas y españolistas, incluyen en el discurso los prodigios y las catástrofes secuenciales a la decisión de la ruptura o de la permanencia como unidad.
El enemigo común de los nacionalistas españoles es el secesionismo y el derecho a decidir en democracia de los ciudadanos.
Nacionalistas catalanes incorporan el público a su representación. A través de símbolos muy simples proponen una manera diferente de intervenir en la decisión como ciudadanos. Estos delegan en sus políticos al tiempo que participan sin que el discurso de actuación pública sustituya el discurso político.
Los nacionalistas españoles -PP, PSOE, C’s- no recurren a la colaboración de sus partidarios, salvo la de votar en unas futuras elecciones. Mientras los principales actores independentistas amplían sus respectivas actuaciones a toda la sociedad catalana que quiera sumarse, los nacionalistas españoles procuran que las manifestaciones sociales en el resto de España no se efectúen. No parecen confiar demasiado en conseguir unanimidad democrática ciudadana al respecto. A los ciudadanos del resto del Estado sólo se les permite ser espectadores a través de los medios y la relación clientelar -promesas electorales- con el partido el día de la votación. Incentivan la pasividad en el rol de simple consumidor de prensa y televisión. Los principales medios españolistas están versados en utilizar el amarillismo.
Convergencia de Cataluña trata de consolidar el orden público más que la transmisión de los valores políticos revolucionarios que proponen las CUP y, tal vez, Esquerra Republicana.
Para las CUP y Esquerra, al menos en sus manifestaciones, en la misión revolucionaria radica el modelo propuesto. Las CUP, al igual que Ezquerra, prometen erradicar las diferencias sociales combatiéndolas con la actuación de políticas públicas.
En el grupo independentista formado en la Cámara no se da la unidad por homogeneidad de proyecto político sino por enemigo o antagonista social, en cualquier caso y fundamentalmente, el PP. Para las CUP la actuación por la independencia puede funcionar como un instrumento de pedagogía y como un ataque al poder del capitalismo… español, sólo el español, hoy por hoy. La pedagogía y el ataque al poder de la burguesía catalana, salvo la oposición personal a Artur Mas, parece tener que esperar a una Cataluña independiente. Tal vez no sea este su propósito. Pero los hechos son los que son. O como los percibimos fuera de Cataluña.
Me resta exponer mi postura personal. Yo soy español. Nací en España, Castilla y león. Mi vida social se ha desarrollado fundamentalmente en España. Hablo español. La educación familiar y escolar, la posterior académica. Mi vida social evolucionó bajo el franquismo, a través de este período llamado Transición, en esta presunta democracia. La literatura que he leído, la música que he oído, el cine, la televisión, la radio, la prensa,… Pero he leído y leo literatura, ensayo y comic de todo el mundo. He comido y como alimentos que proceden en origen y su elaboración de todo el mundo. Es decir, memoria e historia francesa, rusa, alemana, italiana, latinoamericana, anglosajona, africana, china, japonesa… Hasta el día de hoy, he oído música y visto cine, teatro y televisión de casi todo el mundo… Podría profundizar más en las facetas socio-culturales -incluidas las relaciones personales- que he conocido y voy conociendo y asimilando. Yo soy español. Realmente, ¿soy español? ¿Qué es ser español? ¿Qué es ser catalán?
Y sólo me resta decir con Ramón Cotarelo-Palinuro, que:
[…] es preciso elegir entre la subordinación y la libertad. Subordinarse al mandato de esta derecha incompetente, corrupta y responsable de la ruptura de España es perder la libertad.
Ramón Cotarelo-Palinuro: «
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