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Entrevista a Santiago Alba Rico sobre la presentación de "B-52" en Gijón

«El teatro tiene la brutalidad y la magia del circo y de los mítines»

Fuentes: El Comercio Digital

Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) tenía previsto estar mañana en Gijón para ver sobre el escenario su primera obra teatral, estrenada ya el pasado mes de abril en Avilés. ‘B-52’ es el título del montaje que El Perro Flaco Teatro representa en el Teatro Jovellanos (20.30 horas, 10 euros), pero la situación de Túnez, el […]

Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) tenía previsto estar mañana en Gijón para ver sobre el escenario su primera obra teatral, estrenada ya el pasado mes de abril en Avilés. ‘B-52’ es el título del montaje que El Perro Flaco Teatro representa en el Teatro Jovellanos (20.30 horas, 10 euros), pero la situación de Túnez, el país en el que vive, le ha obligado a cancelar la cita. El ensayista, articulista, guionista de la Bola de Cristal y autor también de documentales como ‘Bagdad Rap’ sí estará con las palabras que escribió con el ánimo de helar la sonrisa del público.

¿Cómo alguien que vive en Túnez llega a contactar con una compañía asturiana para poner en marcha un proyecto sobre cazabombarderos en Irak?

Hoy uno puede decir dónde tiene su casa, pero no dónde vive. Vivimos, en realidad, en constelaciones de amigos, compañeros, lectores. David Acera (director de «B-52» junto a Sonia Vázquez) y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo y admiramos nuestros respectivo trabajos. Fue él el que me propuso esta primera incursión en el teatro.

La obra ya se estrenó, y el domingo se presenta en Gijón. ¿Qué se llevará el espectador aparte de un buen rato? ¿Qué poso deja esta obra?

 Pues aparte de un buen rato,espero que el espectador se lleve también «un mal rato». El final, intencionadamente explícito, busca helar la sonrisa del público. Yo diría que es un acta de acusación. Todos volamos en un B-52 y los espectadores de un teatro también lo hacen; son tan responsables como los pilotos dulcemente encerrados en ese aparato mortal.

Estuvo en Avilés en el estreno, que además es su debut como autor teatral. ¿Mucho vértigo ver en escena lo que uno ha pensado? ¿Qué sensaciones provoca?

Es como tener muchos cuerpos fuera del propio cuerpo y no poder dominarlos. En este caso, lo mejor que podía ocurrir es que se dominaran ellos mismos. La dirección e interpretación de Perro Flaco me parece excelente. Treinta segundos después de abrirse el telón ya estaba tranquilo, de manera que pude disfrutar de la obra como si no la hubiese escrito yo.

¿Qué sensaciones le provoca el teatro a alguien acostumbrado a la televisión, al ensayo, al documental?

Mi medio en realidad es la escritura y siempre me he sentido tentado por una experiencia como ésta. Me ha permitido integrar distintos registros sobre los que hasta ahora sólo había teorizado o que sólo había explorado por separado: la sátira, la poesía, la narración.

¿Se ha quedado con ganas de repetir?

Sin duda. De hecho, si el mundo me concede una tregua trataré de llevar a cabo un proyecto que desde hace meses ha anidado en mi cabeza.

¿Qué tiene de especial el teatro a la hora de contar cosas?

Una paradoja: es el medio al mismo tiempo más artificial y más directo. En un teatro no se puede dudar de que se está en un teatro; es un espacio y un espacio marcado por toda una serie de ceremonias que lo desnaturalizan. Pero es también el único género literario en el que se está delante de cuerpos y no de palabras o imágenes. Tiene la brutalidad y la magia del circo y de lo mítines políticos. Creo que es un medio privilegiado para «desengañar» a los espectadores.

Vive en Túnez, así que es casi obligado preguntarle por la situación en estos momentos. Precisamente esa situación le ha obligado a cancelar su visita a Asturias.

Túnez está viviendo en estos momentos una revolución y tanto más intensa y transformadora cuanto menos esperada. Los peligros son muy grandes, pero un pueblo al que nadie prestaba atención -y aplastado por una dictadura brutal- se ha despertado para reivindicar libertad, democracia y dignidad.

¿Cómo se ve España desde allí en un momento como el actual?

Pobre, pequeña, adormecida, sometida. Nadie lo hubiese dicho hace un mes, pero creo que nuestros jóvenes españoles tendrían mucho que aprender de los tunecinos, en términos de conciencia democrática y valentía política.

¿Y cómo cree que vemos nosotros Túnez y el resto del mundo árabe?

De una manera disparatada. Con la complicidad de los medios, se ha construido una imagen distorsionada de una zona del mundo en la que occidente no ha dejado de intervenir para frenar la democracia y la soberanía. Basta ver la «sorpresa» de nuestros gobiernos y nuestros medios de comunicación al descubrir que en Túnez había una dictadura.

¿Y cómo ve un filósofo como usted el mundo en general? ¿Sabemos hacia dónde vamos?

Le contesto como ciudadano, padre, editor militante y escritor de panfletos. Probablemente se han vivido en la historia momentos más intensos, pero no más peligrosos. Y esto justamente porque no hay ninguna intensidad histórica en los centros capitalistas responsables de una crisis económica, ecológica, ética y antropológica que no tiene precedentes porque no tiene fronteras.

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