Recitadme un horizonte sin cerradura y sin llave como la choza de un pobre, decidme cómo es el beso de una mujer, dadme el nombre del amor no lo recuerdo. […] No puedo seguir: escucho los pasos del funcionario. Marcos Ana – Decidme cómo es un árbol «Me pregunto en qué clase de sociedad […]
Recitadme un horizonte sin cerradura y sin llave como la choza de un pobre, decidme cómo es el beso de una mujer, dadme el nombre del amor no lo recuerdo.
[…] No puedo seguir: escucho los pasos del funcionario.
Marcos Ana – Decidme cómo es un árbol
«Me pregunto en qué clase de sociedad vivimos,
qué democracia tenemos donde los corruptos viven en la impunidad,
y al hambre de los pueblos se la considera subversiva.»
Ernesto Sábato – Antes del fin
Ahora bien, incluso filósofos que eran de todo menos libertarios, de todo menos partisanos de la emancipación individual y social, sostenían que cuando un contrato (social) se viola unilateralmente, quien sufre los efectos tiene todo el derecho de ir y tomar esos bienes, esas riquezas, esas condiciones que le han sustraído; si no tiene ningún acceso a este mundo de la propiedad es necesario y justo que ataque ese mundo alargando las manos sobre las riquezas, es decir, robando.»
Massimo Passamani – La cárcel y su mundo: reflexiones para una sociedad sin jaulas
Parece que no, que el Black Friday no tiene su origen en el descuento duro de esclavos en el Mississippi el S.XIX, que, ya empieza a ser demasiado frecuente, la realidad, supera a la ficción, y a la pretensión de todas las realidades («en verdad, la realidad no existe, y, en realidad, la verdad, tampoco», decía Borges ) y, hoy, los esclavos modernos pagan para liberar de stock obsoleto a otros amos y cerrar el ciclo del expolio de recursos naturales y de la explotación de personas en el otro extremo del mundo. Un extremo del mundo con el que empatizarán lo justito, gracias a los oficios de los medios, enviando sms con #YoTambiénSoyAstral o reclamando móviles sin sangre y sin feminicidio. Todos hablarán de la Responsabilidad Social Corporativa cuando haya muertos.
En estas fechas tan entrañables, por otra parte, eso de no participar de cierta compulsión consumista termina resultando sospechoso. Y es que alguien que no aprovecha un 30% de descuento para comprar algo que no necesita debe ser filoetarra, bolivariano o rarito. «¿No vas a comprar nada?» , me dicen, por ahí. La pregunta, y la incomprensible insistencia en la misma, separada de la necesid ad y estimulado por la imaginación, y la posibilidad, de otras formas de relación social, económica y política me resulta atroz. Sin ser plenamente consciente, o quizás absolutamente, he participado del Día de no comprar nada [1].
Detrás de la mala memoria selectiva se esconde una cruel tiranía. Los muertos de los otros, aún cuando no dejen de mentarlos, y, precisamente por eso, se olvidan rápido. Tan rápido como creemos que hemos cumplido con nuestra obligada dosis de compasión, trasladamos los datos incómodos a un confortable segundo plano. Es difícil que, a estas alturas, alguien no tenga claro que han muerto más de 4000 personas en el Mediterráneo en lo que llevamos de año [2] y que el origen del problema no es otro que las injerencias de los gobiernos occidentales subvencionando terrorismo y generando guerras por los recursos para mantener un determinado patrón de consumo.
De hecho, la mayoría de los problemas emanan de esta cuestión: conflictos étnicos, religiosos, guerras civiles, migración asociada al cambio climático,… todo tras la imposición de la identificación de que la economía debía ser escasez. Y España participa del monstruo exportando más armas que nunca [3]. No nos escandalicemos, aún, que ellos no lo hacen. Es notoria la facilidad que tiene la derecha para resolver cualquier conflicto interior confesándose los fines de semana. Y para blanquear a los muertos al tiempo que al sepulcro [4]. Las armas que España vende a Arabia Saudí disparan minutos de silencio que el gobierno no guardará.
Al referirnos a los muertos, debemos atender, en justicia, a la inocencia de las vidas arrebatadas y a la profundidad de la huella de sus legados en el colectivo. No podemos esperar coherencia ni honestidad, en este sentido, de un gobierno y de un establishment que pretenden aniquilar la memoria histórica [5], que necesitan del sometimiento y de la opresión de muchos ante unos pocos, con un argumentario claramente eugenésico, y que odian, por tanto, la libertad de los demás, desde el pensamiento y la expresión hasta la organización y la cooperación que promueve una auténtica emancipación social.
Este poder con «j» crea terror legislando a través de su estructura administrativa, esto es, genera con sus políticas y sus medidas situaciones y/o estados de miedo que superan la capacidad de los individuos de pensar racionalmente en relación a ellos. Lo que, en apariencia, es una incomprensible parálisis social no es otra cosa más que terror en estado puro. Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie. Desde este prisma, una sociedad con miedo puede organizarse; una sociedad aterrorizada, no.
Terror a perder el empleo, a perder la salud, a pasar hambre, a no poder atender a los que nos precedieron, o a los que nos siguen, a que te amordacen, a que te encierren, al olvido, al no ser. No es una cuestión de mérito, es una cuestión de legislación y de poder. ¿Quiénes son, entonces, los terroristas?. Es del gusto del poder y de sus voceros incorporar en su discurso la falacia del «y tu más», así como la redefinición forzosa de las referencias para, por arte de magia, convertir cualquier aberración en normalidad democrática. Es, a partir de ahí, donde empieza el terrorismo. Cuando se viola y se coloniza el pensamiento ajeno, cuando deja de ser libre para pasar a ser único, por triste convencimiento o por sometimiento la coerción que despliega el sistema.
En cierta ocasión, escribía que los votantes del Partido Popular (y, de hecho, los de cualquier partido) quedaban perfectamente retratados tanto si eran conscientes, como si no, de las causas y las consecuencias de las políticas económicas y sociales que implementaba su partido en el gobierno. Los últimos, hooligans o pusilánimes, creyentes o lameculos, me hacen pensar en el mal banal del funcionario al que se refería Hannah Arendt. Creo, sin embargo, que la consciencia es incuestionable en el ámbito de la estructura del partido y sus ramificaciones, aun cuando muchos incompetentes, como podemos despreciar, suelen llegar bien alto cuando se aseguran que los sostienen desde abajo. La miseria de ese mal no puede sobrevivir a sus confesiones de los fines de semana. No hay más que verles las caras.
Notas:
[1] Día de no comprar nada
https://es.wikipedia.org/wiki/
[2] A diario mueren 13 migrantes en el Mediterráneo.
http://sipse.com/mundo/msf-
[3] España exporta al mundo más armas que nunca.
http://www.lamarea.com/2016/
[4] Muere Rita Barberá – La maldición del caso Gürtel: siete muertos y un coma en tres años
http://www.elnacional.cat/es/
[5] Fosa común cementerio de Las Palmas: Razones para una huelga de hambre
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