Según Marx, todas las leyes económicas se podrían sintetizar en una sola: la del ahorro del tiempo. La mayoría de las categorías económicas —productividad, intensidad, acumulación, eficiencia, etc.—, tienen que ver con la disminución del tiempo.
En política ocurre algo parecido, de ahí la afirmación de que las revoluciones son las locomotoras de la historia; en un tiempo breve se producen transformaciones añoradas durante años. ¿Qué ocurre entonces cuando un Gobierno/Estado/Partido pierde interés en el paso del tiempo?
Si a un ruso o a un australiano se les preguntara cuál es la época de la cosecha de los mangos en las Antillas, responderían al momento: «en mayo». Solo bastaría que supieran que los vientos alisios arrojan el agua sobre ellas a partir de este mes y que esto origina en los trópicos el inicio de la estación lluviosa. Sin embargo, la empresa estatal de Acopio se asombra todos los años de que esto ocurra. ¿Acaso más de medio siglo de monopolio sobre las compras de las cosechas frutales a los campesinos no ha sido tiempo suficiente para comprobarlo?
En su primer gran discurso, el 26 de julio de 2007, Raúl Castro prometió «cambios estructurales y de concepto» en el deprimido sector agrícola, al que consideró «clave para sustituir importaciones y reactivar la economía». Allí informó que Cuba disponía de 6. 620,00 ha. de tierra cultivable o pastos, el 55 % de ellas (3. 631,000 ha.) sin cultivar. El marabú cubría 1.139,000 ha. y había que explotarlas urgentemente. En 2011, en el VI Congreso del PCC —tras catorce años sin realizarse alguno— se informó que aún quedaba más de un millón de ha. inutilizadas. ¿No se pudieron desbrozar en cuatro años?
Este cónclave analizó el Proceso de actualización del modelo económico y social y adoptó los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Un quinquenio después, el VII Congreso creó la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, que conduciría el proceso de Actualización. ¿A nadie se le ocurrió crearla en el VI Congreso cuando se aprobó el documento?
El 24 de febrero de 2008, al ser elegido presidente por el Parlamento, Raúl planteó la necesidad de «encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas». Han pasado trece años y decisiones fundamentales para lograrlo, demostradas desde inicios del Período Especial por especialistas e incluidas en los Lineamientos, permanecen aún sin aplicar —creación de las mpymes, por ejemplo—, o han sido tergiversadas flagrantemente, como la unificación monetaria y cambiaria, condición indispensable para las reformas.
Es penoso constatar cuánto tiempo se perdió entre los años 2011 y 2018 para reposicionar al peso cubano como divisa nacional y en qué momento tan difícil se decidió ejecutar la «Tarea Ordenamiento» (recrudecimiento del bloqueo, Covid-19, crisis económica mundial sin precedentes). No obstante, ya va quedando poco del modelo inicial del Ordenamiento, al priorizarse algo que nadie mencionara antes: la apertura a una redolarización plástica como vía de coacción para obligar a los remesantes cubanos a enviar dinero a sus familias y amistades en la Isla burlando las sanciones de Trump.
¿Y la reforma básica, la recuperación del peso y con él de los ingresos de los trabajadores, adónde fue a parar? ¿Acaso no se podía restablecer el monopolio de nuestra divisa en el mercado interno y cambiar por ella las extranjeras a una tasa de mercado, como hacen todos los países? ¿Ningún alto decisor pudo avizorar que volver a usar la moneda del enemigo era una actitud masoquista, por no decir suicida?
En diciembre de 2020 sostuve que:
El artículo 31 de la Constitución 2019 postula: «El trabajo remunerado debe ser la fuente principal de ingresos que sustente condiciones de vida dignas, permita elevar el bienestar material y espiritual y la realización de los proyectos individuales, colectivos y sociales». ¿Cómo conjugar esto con la venta indiscriminada de bienes y servicios de primera necesidad a las familias en una moneda que no es asequible a los trabajadores mediante su trabajo honesto?
El derecho de los trabajadores a recibir por su trabajo una moneda con capacidad ilimitada para cubrir sus deudas en el territorio nacional es un derecho humano fundamental, pilar de la libre contratación en todo el mundo. Las estrategias económicas que se adopten han de reconocer y respetar ese derecho, de una vez y por todas. Nunca habrá un solo camino ante un escenario confuso, siempre habrá otras decisiones que adoptar y soluciones que buscar.
Como fruto de aquella decisión, el Banco Central de Cuba (BCC) anuncia ahora que suprime la entrada de USD a sus bóvedas porque las tiene abarrotadas, sin poder ubicarlos en cuentas en el exterior ante las sanciones de EE.UU. ¿Por qué no dar licencia a los particulares tenedores de dólares para que salgan por el mundo a hacer lo que saben y, de paso, burlar al bloqueo estadounidense que se frota las manos ante los empeños del gobierno cubano por mantener el monopolio del comercio exterior y el tráfico de divisas en manos de contadas empresas harto conocidas y sancionadas por Estados Unidos?
Los países del área ayudarían en ello, porque el filón de negocios es muy prometedor. Ya en 2018, en plena era Trump, el presidente derechista de Panamá, Juan Carlos Varela, visitó la Isla para anunciar visas especiales de turismo comercial para cubanos, ansiosamente esperados en la Zona Libre del Canal. En República Dominicana los comerciantes solicitan al gobierno hacer ahora una oferta similar a nuestros buhoneros (mulas) para que gasten allá sus USD físicos. ¿No es tiempo de legalizar de una vez el mercado de bienes de consumo importados que el bloqueo no puede impedir? ¿De veras cree el BCC que su disposición hará que los USD fluyan hacia sus arcas obedientemente?
El tiempo para reformar el modelo se agota, pero la historia de Cuba continuará aunque no se quiera hacerlo. Varela, el que «nos enseñó primero en pensar» antes de actuar de manera irreflexiva y condenada al fracaso, también aconsejó no persistir en los errores. En medio del recrudecimiento de la pandemia en Cuba y sus vaticinios de incremento de contagios —a pesar de la aplicación masiva de los candidatos vacunales—, es preciso incrementar la oferta del mercado interno para disminuir las colas tumultuarias y el agobio de los desesperados proveedores familiares.
Lejos de emitir comentarios insultantes en el NTV al estilo de: «no se preocupe nuestro pueblo que las tiendas en MLC no van a cerrar», es preciso ganar tiempo en las reformas y adoptar iniciativas urgentes y realistas. Una de ellas podría ser abrir el mercado interno a cadenas comerciales internacionales. Esto contribuiría a equilibrar la exhausta oferta con la demanda efectiva creciente, y si pudiera ser en pesos cubanos mejor aún.
¿Cuándo se va a enderezar la pirámide invertida de las magras inversiones cubanas? ¿Hasta cuándo se invertirá preferiblemente en el sector inmobiliario y el turismo en lugar de en la producción agropecuaria, industrial y científico-técnica? ¿Por qué gastar lo poco que tenemos en proyectos prescindibles e interminables, como el de la derivadora este-oeste en el oriente y en nuevas habitaciones hoteleras, si cada año se cubren menos las existentes?
Al tiempo de las reformas le va quedando poco. Solo decisiones endógenas, flexibles y liberalizadoras podrán reflotar la economía y restaurar la confianza. Si la soberbia inmovilista acabó con el socialismo real europeo, entonces el tren de las reformas en Cuba no puede seguir renqueando a la espera de mejores épocas. Nuestro tiempo es este, en él tenemos que crecer y desarrollarnos con entereza y creatividad. Decía Martí: «Los fuertes prevén. Los débiles esperan la tormenta con los brazos en cruz».