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El timo de la creación de empleo

Fuentes: Rebelión

No hay partido político, ni político con aspiraciones, que no ofrezca como prioritario crear empleo y además de calidad. Así construyen su eslogan electoral que olvidan al día siguiente para volver a instalarse en las políticas de siempre en las que el empleo queda relegado. Solamente cuando exista la expectativa de negocio se origina un […]

No hay partido político, ni político con aspiraciones, que no ofrezca como prioritario crear empleo y además de calidad. Así construyen su eslogan electoral que olvidan al día siguiente para volver a instalarse en las políticas de siempre en las que el empleo queda relegado. Solamente cuando exista la expectativa de negocio se origina un gran movimiento para promocionarlo y, para justificarlo, argumentan que creará empleo, cuando de lo que en realidad se trata es de empresas o proyectos muy intensivos en capital y muy poco empleo, con la perversión añadida de que parte del capital y de los recursos necesarios -infraestructuras, exenciones fiscales, contaminación, etc.- serán a costa del erario público, es decir, a nuestra costa y a mayor gloria del amo invisible del poder económico, que es el que realmente nos gobierna a todos pero para empobrecernos cada vez más. En este punto estamos y parece que para seguir, porque otras expectativas ni siquiera se vislumbran, a juzgar por la esencia de los partidos en el poder o en la oposición. Todo ello regido por los principios y ética inculcada a los ciudadanos, en los que prima el poder del dinero, sin importar qué medios y a costa de qué o de quién se consigue. Nunca el fin ha justificado tanto a los medios empleados. Y no es para menos, en la cima del progreso y de la abundancia, destaca la brecha creciente entre ricos y pobres. La pobreza a la que está condenada un tercio de la población es la consecuencia inmediata, junto con la amenaza latente para otro tercio de una clase media que ha dejado de serlo, aunque siga creyendo que lo es.

Cada modelo económico responde fielmente a unos principios y a él se supeditan las reglas de juego de los partidos. Las diferencias entre partidos, dentro del modelo económico imperante, son mínimas, como no podría ser de otra manera. Pueden suavizarse los modales, pero los despidos, la precariedad, los desahucios, la evasión fiscal, el fraude, la corrupción y, en general, el predominio de lo que han venido en denominar «los mercados» como santo y seña y referente del sistema económico, es exactamente el mismo para todos y cada uno de los partidos. Y, en este sistema económico la creación de empleo, no pasa de ser un efecto colateral, nunca prioritario, contrariamente a lo que predican los partidos del sistema, que para esto están, aunque digan lo contrario.

Veamos. Nuestro modelo económico, nuestra economía, se rige rigurosamente por la rentabilidad. Si un negocio, si una empresa no es rentable, sencillamente no es viable. A nadie se le ocurre comenzar por crear empleo si no es para obtener un beneficio y requerirá tantos empleos como necesite para maximizar la inversión realizada. Los negocios, las empresas se rigen por las leyes mercantiles y tienen como fin prioritario el beneficio. Por supuesto que ni siquiera importa la necesidad ni la utilidad social que puedan generar los productos que fabrica o el empleo que puedan crear. El beneficio es lo esencial e incluso, si en otra actividad se puede obtener una rentabilidad mayor, allí se desplazará la inversión. En este modelo económico la deslocalización, los despidos, los Eres y los cierres no obedecen más que a lo anterior, exclusivamente. Los ingresos menos los gastos son los beneficios, y solo éstos son lo que importa al capital invertido, ninguna otra cosa y nada que ver con la utilidad de los productos fabricados ni con el empleo.

Para llevar a cabo cualquier actividad económica es imprescindible disponer de recursos, quien no los posea solo le queda buscar empleo allí en donde pueda. Nada nuevo, nada que no se sepa, pero parece que algunos o no quieren enterarse o disfrutan dejándose engañar con el manido discurso de los partidos políticos. Partidos que no tienen por misión precisamente crear empleo sino «gobernar» dentro del sistema económico cuyo fin es la maximización de los beneficios, no otra cosa. La posibilidad de crear empleo siempre estará supeditada a quien disponga de recursos y siempre que considere que puede rentabilizar la inversión necesaria.

Lo llamaban capitalismo, ahora neoliberalismo, ninguna diferencia esencial, solo en apariencia y en algún matiz que en nada cambia ni la esencia ni el fondo del sistema. Unos posen los medios y otros no, éstos solo tienen la disponibilidad de trabajar al servicio de los poseedores de esos medios. Muchos de estos asalariados, en el colmo de la ausencia de conciencia de clase, han «escapado» de su situación real mediante un recurso «imaginario»: ahora no son trabajadores, son emprendedores.

La diferencia es clara. Las empresas y actividades neoliberales se rigen exclusivamente por la rentabilidad, nunca por los beneficios sociales. Para las empresas públicas cuenta la rentabilidad social y su utilidad, no los beneficios. Pero sucede que los servicios prestados son de la mayor demanda, de la mayor necesidad, y por ello son tan apetecibles por las inversiones privadas para obtener una rentabilidad económica tan cuantiosa como segura. La perversión política y de los políticos o del partido al que pertenecen, es privatizar los servicios públicos con el argumento de que no son rentables económicamente, como si éste fuera su objeto.

El modelo descrito es insaciable y tiene una sustanciosa posibilidad de progresar si consigue privatizar servicios públicos, lo que implica el recorte de prestaciones sociales. En ello están y a ello están colaborando los partidos de la derecha y los de la izquierda. Unos de forma clara y directa y otros aceptando la situación como mal menor, cuando no colaborando directamente o dejándose embaucar con la trampa de la creación de empleo.

Con este modelo económico, nunca se ha creado empresa alguna ni para dar empleo ni para cubrir necesidades. Y, aunque sea una simpleza repetirlo, en el modelo neoliberal, el empleo solo se crea para beneficio de la inversión. Pero todavía hay más, los beneficios están ligados a los salarios, de modo que éstos están amenazados, siempre a la baja, ante cualquier merma de los beneficios e incluso sin merma, todo dependerá de la correlación de fuerzas. La precariedad es la esencia del sistema y el paro es necesario para garantizar la precariedad.

En medio de este panorama, tanto la derecha como la izquierda, dicen que apuestan, de un modo o de otro, por mejorar el sistema. Sistema que está condenado a una tasa decreciente de ganancia, dada la creciente necesidad de capital constante (medios de producción) y la decreciente necesidad de capital variable (fuerza de trabajo, salarios).

El timo de la creación de empleo: el sistema no tiene por misión crear empleo, sino beneficios, solo beneficios, el empleo realmente es un «mal menor».

El tema no se agota con estas breves reflexiones, por supuesto, pero de momento, huyamos de la demagogia de los partidos y del juego de los progres.

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.