Segundo Marey, fallecido en agosto de 2001, se sintió horrorizado cuando, dos meses antes, Rafael Vera -condenado por su secuestro- quedaba definitivamente en libertad. Ayer se conocía que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos considera que Vera no tuvo un proceso imparcial. «Estoy horrorizado, es como si me huvieran secuestrado otra vez». Así se manifestó […]
Segundo Marey, fallecido en agosto de 2001, se sintió horrorizado cuando, dos meses antes, Rafael Vera -condenado por su secuestro- quedaba definitivamente en libertad. Ayer se conocía que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos considera que Vera no tuvo un proceso imparcial.
«Estoy horrorizado, es como si me huvieran secuestrado otra vez». Así se manifestó Segundo Marey tras conocer en 2001, dos meses antes de su fallecimiento, la excarcelación de los acusados por su secuestro. Ayer la justicia, en este caso la europea, dio un nuevo paso al fallar a favor del recurso presentado por Rafael Vera en el Tribunal de de Derechos Humanos y declarar nulo el juicio contra el que fuera secretario de Estado.
Segundo Marey, dedicado a la venta de mobiliario de oficina, fue secuestrado el 4 de diciembre de 1983. Tres personas irrumpieron en su domicilio de Hendaia y, tras golpear a su esposa, le introdujeron en un vehículo y trasladaron hasta Dantxarinea, donde un grupo de policías, a las órdenes del subcomisario José Amedo, se hizo cargo de él. Precisamente, fue la confesión que el propio Amedo y Michel Domínguez realizaron en 1994 ante las autoridades judiciales la que ayudó a conocer los pormenores de la primera acción reivindicada bajo las siglas de los GAL. La intención era secuestrar al refugiado político vasco Mikel Lujua.
Según declaró en el juicio el mismo Marey, durante su cautiverio permaneció con los ojos vendados, drogado, apenas sin andar y temiendo en todo momento que fuese ejecutado. La cabaña en la que le tuvieron secuestrado no tenía ni agua ni luz, apenas le dieron de comer y se le helaron los pies. De ahí los problemas respiratorios que le mantuvieron largos períodos de tiempo en el hospital y que finalmente le provocaron la muerte en agosto de 2001.
Las declaraciones de Amedo y Dominguez, once años depués del secuestro, llevaron al banquillo de los acusados a la que en aquella época era la cúpula del Ministerio de Interior del Gobierno del PSOE e impulsores del GAL. Tras 22 sesiones de vista oral, el Tribunal Supremo condenó a diez años de prisión a altos cargos del Gobierno, entre los cuales se encontraba Vera. Dos meses más tarde ingresaron en prisión, en la que tan sólo permanecieron tres meses. A excepción de Amedo y Domínguez, todos salieron a la calle gracias a un indulto concedido por el Gobierno del PP.
No contentos con ello, acudieron al Tribunal Constitucional para pedir amparo. Éste rechazó la petición y la Fiscalía se vió obligada a informar a favor del reingreso en prisión. Pero la entrada en la cárcel de Amedo y Vera fue casi virtual, ya que cuando tan sólo llevaban nueve horas encarcelados, Instituciones Penitenciarias les concedió un regimen especial por el que no tendrían que volver más a prisión, extremo que horrorizó tanto a Marey como a amplios sectores de Euskal Herria. La defensa de Vera recurrió hace seis años en el Tribunal de Estrasburgo contra la sentencia del TS alegando la parcialidad del juez Baltasar Garzón y la posible infracción del derecho fundamental a la presunción de inocencia.
Según relataba el propio Vera anoche ante los micrófonos de Radio Euskadi, el Tribunal de Estrasburgo ha basado su petición de nulidad en estos principios. El que fuera secretario de Estado mostraba su satisfacción ante la noticia y aseguraba: «Lo podríamos haber solucionado sin irnos tan lejos». Además, con cierta prepotencia dijo que «estaba visto que Garzón no podía juzgarme, ya que había competido conmigo» por un cargo en el Gobierno.
En Radio Euskadi también afirmaron que el abogado de Vera estudia en estos momento cómo aplicar la sentencia y cómo resarcir a su cliente, ya que la Justicia española no contempla la opción de repetir el juicio.