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100 años de la Revolución Socialista

El triunfo que marcó el camino

Fuentes: Rebelión

En octubre de 1917, en Rusia las cosas estaban decididas. El Partido Bolchevique debía tomar el poder. El 25 de octubre, en el viejo calendario, era la fecha en la que se reunirían los soviets de toda Rusia (las asambleas de obreros, campesinos y soldados que en febrero derrocaron al zar). Se trataba del segundo […]

En octubre de 1917, en Rusia las cosas estaban decididas. El Partido Bolchevique debía tomar el poder. El 25 de octubre, en el viejo calendario, era la fecha en la que se reunirían los soviets de toda Rusia (las asambleas de obreros, campesinos y soldados que en febrero derrocaron al zar). Se trataba del segundo congreso de los soviets. Los bolcheviques habían insistido varios meses antes en que los soviets debían tomar el poder, que la anhelada paz, el necesario pan y la tierra, sólo serían posibles cuando los obreros tomaran el poder. Fueron duras las discusiones al interior del Partido Bolchevique, había aún compañeros que no estaban seguros del momento, querían esperar a que terminara el congreso y querían participar en la asamblea constituyente convocada por el gobierno provisional de Kerenski. Lenin veía en este retraso un error fatal para la revolución, para el dirigente estaba claro que era el momento de tomar el poder y que las dilaciones eran una herida mortal para el movimiento revolucionario.

Pero en octubre todo estaba decidido. El partido bolchevique había formado el Comité Militar Revolucionario (CMR), el centro desde donde se dirigiría la insurrección. Ahí estaban los compañeros encargados de planificar, de conseguir los pertrechos, de entrenar a los compañeros, de ordenar y rendirle cuentas al Comité Central (la dirección política del Partido), en fin, los responsables directos del triunfo o el fracaso de la insurrección armada. Cuando el día dispuesto llegó, las tropas revolucionarias estaban prestas a tomar el Palacio de Invierno, en la ciudad de Petrogrado, pues era la sede del gobierno provisional. Un golpe contundente en Petrogrado y Moscú era lo que necesitaba la insurrección. Obtener un primer triunfo, pasar a la ofensiva, tal era la primera tarea del CMR.

La mañana del 25 de octubre los obreros y los soldados revolucionarios ocuparon el Palacio de Invierno casi sin resistencia. El soviet de Petrogrado había tomado como sede el Smonly, un edificio que había sido una escuela para «señoritas». En el Smonly iban y venían los encargados de llevar los mensajes, los volantes, las provisiones y las armas. Cuando los mencheviques (los socialistas moderados) se retiraron de la asamblea del soviet bajo protesta, pretendieron marchar hacia el Palacio de Invierno para mostrar su apoyo a Kerenski y al gobierno, pero no llegaron lejos, pues un batallón revolucionario les cerró el paso y los mandó a sus casas. No había espacio en la calle para reaccionarios. En Moscú la cosa no fue tan sencilla, los bolcheviques en esta ciudad tardaron en organizar el Comité Militar local, no lograron obtener a tiempo los pertrechos e iniciaron tarde la movilización de los revolucionarios. Estos pequeños errores costaron vidas de obreros ejecutados en la fábrica de municiones y de trabajadores fusilados en el Kremlin, cuando el Palacio fue tomado por los reaccionarios, durante los seis días que duraron los combates callejeros. Finalmente los obreros se impusieron contra un enemigo menos numeroso, pero más disciplinado, con pertrechos y experiencia.

Hay que señalar que durante los primeros meses de la insurrección, incluyendo la toma de Moscú, las tropas revolucionarias evitaron pasar por las armas a los enemigos, pues había entre los revolucionarios un ánimo de construcción y de paz. Entre los reaccionarios, sin embargo, había la consigna de destruirlo todo, de aniquilar, de torturar, de hacer perpetuar la violencia con más violencia. Estos fueron presentados en la prensa extranjera como «demócratas» que luchaban contra los «monstruos» comunistas, contra los bolcheviques «golpistas que se habían apoderado de Rusia». Pues bien, los monstruos comunistas aprendieron con dolor que la burguesía es un enemigo sin piedad y que sin piedad debe ser tratado en la victoria.

¿Habían ganado la revolución? No, las tomas de Petrogrado y de Moscú fueron la primera victoria, el primer paso que sentó este pueblo en el camino hacia la construcción de una nueva sociedad, sólo que para ellos no se trataba de un lejano programa, de una consigna o de una fantasía inalcanzable. Los obreros y los campesinos rusos tomaron el poder y, con ello, su propio destino en sus manos. ¿Cuáles fueron las primeras medidas de esta revolución? Primero cumplir con las promesas que habían hecho, lograr la paz y la tierra. El pan fue lo más difícil, pues a estos días de gloria y victoria siguieron los días de la resistencia, ya que 14 potencias extranjeras atacaron la joven revolución. Los capitalistas suspendieron su guerra para unirse con un nuevo objetivo: ahogar en sangre a la joven revolución rusa, mostrarle al proletariado que no se rendiría sin dar hasta el último combate. Pero el proletariado ruso se sobrepuso, tras seis años de duros combates, de defender hasta el último reducto, la revolución socialista de octubre por fin venció a los enemigos internos y externos. Fue muy alto el costo de esta revolución, pero hubiera sido más alto el costo de perderla.

Al conmemorar la victoria de los bolcheviques en ese octubre de 1917 no debemos desligarla de los logros que después de años de ardua lucha consiguieron los proletarios rusos: Rusia fue el primer país con una economía socialista, planificada y eficiente; el primero en el que se reconocieron todos los derechos a las mujeres y en reconocer a las naciones avasalladas en el pasado con el estatus de autonomía; fue la primera nación en la que los obreros tuvieron voz y voto en las decisiones económicas; la que enfrentó y derrotó al nazismo en la segunda guerra mundial; fue el primer país en dar completos derechos a los trabajadores, vivienda digna, escuela gratuita en todos los niveles; y el primer país en abatir el analfabetismo, también fue el primero en enviar un hombre al espacio. ¿Cuál es el mejor reconocimiento al sacrificio de estos hombres y mujeres que dieron la vida por un nuevo mundo? ¿Un foro, un concierto, un poema, un himno cantado a todo pulmón? No, el mejor homenaje al sacrificio de nuestros hermanos de clase es seguir sus pasos con firmeza, con decisión y con coraje. Octubre marcó el camino, los proletarios de todos los países sabremos llegar a su final.

Nota

Este artículo fue publicado como parte de la sección RECUPERANDO LA HISTORIA del No. 30 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Octubre-Noviembre 2017.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.