La muerte voluntaria de Xirinacs, su última acción de lucha liberadora activa, merece que al menos le dediquemos algunas reflexiones. Estas son las mías. Su última acción reafirma una forma de entender la Libertad. La más dinámica, la más enriquecedora, la más adaptada a cada momento, a cada población, la más universal, la más generosa, […]
La muerte voluntaria de Xirinacs, su última acción de lucha liberadora activa, merece que al menos le dediquemos algunas reflexiones. Estas son las mías.
Su última acción reafirma una forma de entender la Libertad. La más dinámica, la más enriquecedora, la más adaptada a cada momento, a cada población, la más universal, la más generosa, desprendida, colectivizadora. Usar la propia vida para poner patas arriba la resignación, la claudicación, el reformismo, la perversión, al aburguesamiento, la autoderrota, es una acción implacable, incontestable, contundentemente final.
Vivimos en los tiempos de las perversiones encadenadas de las palabras y de los hechos. La agit-prop, la publicidad en estado puro se superponen a cualquier mensaje crítico de la injusticia, de la opresión, de la esquilmación. La política es hoy un espacio más de enriquecimiento, de negocio especulativo, de medrar a costa de engañar, de robar a quienes les eligen y pagan por recibir unos servicios.
La distancia entre las palabras, los hechos y su cumplimiento van creciendo de forma exponencial. Los hechos, las actitudes, las expresiones vitales son las únicas con credibilidad, con arraigo por el momento. Pero se pagan con multas, cárcel, tortura, malos tratos, silenciamiento o la propia vida. Hay que morir, en este caso voluntariamente, para dejar constancia de la manipulación. Hay que firmar con sangre las verdades como puños para que sean reconocidas como tales.
La gente voluntariamente adusta, que decide vivir con lo que necesita, es un ejemplo mucho más insólito en una sociedad rica como esta donde flotamos. Nuestra riqueza siempre está hecha con la pobreza y la esquilmación ajena, afianzada con la fuerza y la violencia. Es muy difícil vivir con dignidad e integridad en una sociedad rica.
Nuestra historia reciente está fabricada con el corta y pega. Quienes fueron tiranos hoy son héroes, quienes asesinos… liberadores, quienes ausentes… promotores. La gente que verdaderamente lucha por una sociedad libre está silenciada, desacreditada, oculta tras las vergüenzas de quienes se venden.
Xirinacs ya no es un esclavo. Ni de España, ni de las jerarquias sectarias, ni de las agit-prop de los poderes opresores que se encargarán de manipular su historia para disiparla.
Xirinacs ha decidido libremente cómo, cuándo y para qué iba a poner fin a de su ciclo de vida. De nuevo ha sido consecuente con su forma de pensar. De nuevo es un ejemplo a la hora de acortar la distancia entre las palabras y los hechos, a la hora de ponerse por delante para pagar el alto coste de la lucha por la Libertad. Su último ejemplo.
* Javi Ruiz (activista social)