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El vacío mensaje del Rey

Fuentes: Rebelión

Las monarquías europeas del siglo XXI no son únicamente símbolos de representación del pueblo, no son simplemente caras que aparecen en monedas e inauguraciones. Son mucho más. Son, ante todo, representantes sindicales de una clase económica y social dominante, un cortafuegos político disfrazado de institución neutral que miente cuando dice que representa a todos los compatriotas por igual, un resorte de contención por si, llegado el caso, los ciudadanos votasen en la dirección equivocada según los intereses de los de siempre

(Gerardo Tecé)

Un tertuliano de una cadena me lo ha confirmado: ‘De Felipe tenemos prohibido hablar’. Y es lamentable, porque podría estar haciendo exactamente lo mismo que su padre, y ‘confiamos’ en que no. Pero las condiciones legales e institucionales para hacerlo, las tiene. Sigue operando la misma falta de transparencia, puede hacer exactamente lo mismo… y funciona el mismo control de los medios de comunicación, que es lo más grave. Siempre que tengo ocasión de hablar, aunque me pregunten de Juan Carlos, siempre me refiero también a Felipe porque me parece escandaloso que estemos repitiendo la misma historia y le volvamos a proteger

(Rebeca Quintans, autora de “Juan Carlos I: la biografía sin silencios”)

El pasado día 24 tuvimos ocasión de asistir, de nuevo, a un discurso navideño del Rey Felipe VI. Y aunque su duración fue ligeramente superior a otros años (casi 14 minutos), la esencia del mensaje fue la misma de siempre, es decir, ninguna. Un mensaje vacío, sin contenido, relleno de frases manidas y de repetidas referencias a los mismos consabidos marcos de leyenda (“2020 ha sido un año muy duro y difícil”), retrató los efectos de la pandemia en sus diferentes facetas, (“es lógico y comprensible que el desánimo y la desconfianza estén muy presentes”), mensajes de ánimo (“tenemos que afrontar el futuro con determinación y seguridad”), y llamadas al ego patrio (“en condiciones de dificultad, siempre hemos sido capaces de superarlas”), y a la ilusión (“ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar”), etc. ¡Qué fácil resulta dictar estas proclamas desde su atalaya de poder y comodidad!

Se acordó de los sanitarios, se acordó de las personas que lo están pasando mal (“Cada persona importa y mucho, por ello las personas, y las familias, deben ser nuestra preocupación fundamental”). El problema es que con que los demás se preocupen no come la gente. La gente come y paga sus necesidades fundamentales mediante recursos económicos, que si no se liberan y destinan para ello, la gente seguirá en la miseria. De los jóvenes se limitó a decir que “su nivel de desempleo es altísimo, y no pueden ser los perdedores de esta situación” (¿?) Afirmó que “durante este tiempo, las instituciones públicas (…) han funcionado bien”, lo cual no es cierto, hizo alardes al fallido e injusto proyecto que representa la Unión Europea, así como a nuestra Constitución (“nuestra Constitución nos garantiza nuestro modo de entender la vida, nuestra visión de la sociedad y del ser humano, de su dignidad, de sus derechos y libertades”, ahí es nada!!). Lo mejor de todo vino cuando mencionó la ética en su mensaje (“necesitamos preservar los valores éticos que están en las raíces de nuestra sociedad”), haciendo referencia a su compromiso en 2014 cuando fue proclamado Rey. Añadió: “Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones, y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares”). Y se quedó tan pancho.

Bien, básicamente, hasta aquí lo que dijo. Pero…¿y lo que no dijo? Porque pensamos que ahí radica lo importante. Pensamos que de un Jefe del Estado podemos esperar mucho más de lo que cualquier persona de la calle puede decirnos. Y creemos, sobre todo, que un Jefe del Estado tiene que mojarse en los asuntos fundamentales. Sin ir más lejos…¿por qué estuvo tan entusiasta en la defensa de los fundamentos de la Unión Europea, pero no dijo una sola palabra en defensa de las medidas que aquí está tomando nuestro Gobierno de coalición? Ya que se trata de enviar mensajes de convivencia, ¿por qué no hizo un llamamiento en forma de tirón de orejas a las formaciones que siembran el odio y la discordia de forma permanente? (léase Vox, PP y Ciudadanos) En su momento sí lo hizo contra los independentistas catalanes. Y sobre todo, si del respeto a la Constitución se trata, y de llamar a las normas de convivencia, respeto a todos, armonía, paz y concordia…¿por qué no se pronunció abiertamente en tono de condena hacia los militares retirados que le han suscrito una carta, mostrando actitudes golpistas? Y por último, tiene gracia que tengamos que escuchar al hijo del Emérito hablando de “ejemplaridad” y de “ética” en las conductas, cuando su padre lleva un currículum tan abultado en diferentes formas de delinquir y defraudar, tanto a la Hacienda Pública como a todos los españoles, esa “patria” a la que tanto invocan y que siempre dicen llevar en el corazón. Podríamos continuar, pero creo que los ejemplos anteriores dan preciosas pistas al respecto de lo que NO dijo.

Si quien me habla es el Jefe del Estado, al menos espero que hable claramente, y sobre todo se posicione abiertamente a favor o en contra de ciertos asuntos. Así que, en vez de tantas vagas generalidades sobre la pandemia, sobre la crisis sanitaria, la crisis económica y el ardor patrio que vertió en su discurso, más le hubiera valido salir a decir que aquí no caben actitudes fascistas, ni que una parte del Congreso acose y amenace a otra parte, y que tampoco caben actitudes y proclamas que pretendan sacar provecho político de una situación tan grave como la que vivimos (no hubiese hecho falta ni mencionar a la bancada de la derecha). En resumidas cuentas, un discurso vacío, como tantos otros a los que estamos acostumbrados. La propia institución de la Monarquía, su misma existencia, representa ya una anomalía democrática, pero además, es que tenemos una Constitución que proclama inviolable al Rey, es decir inimputable, ininvestigable, y menos aún condenable; es decir totalmente impune, y por tanto irresponsable. Solo una sociedad absolutamente alienada puede sostener esto en pleno siglo XXI. Porque además, siguiendo el razonamiento, si el Rey es inviolable durante todo su mandato, cometa todas las tropelías que cometa, no habrá más remedio que juzgarlo cuando deje de serlo, es decir, cuando abdique la Corona en su sucesor (sucesora en este caso). Por lo cual, los partidarios inquebrantables de la Monarquía continuarán argumentando el mismo falaz razonamiento, es decir, que “se juzgue a las personas, y no a las instituciones”, mientras seguimos soportando instituciones corruptas por propia naturaleza, como no puede ser de otra manera si a alguien se le declara “inviolable” en cualquier sociedad. Como afirma Manuel Ruiz Robles, “ningún país que pretenda ser un Estado de Derecho puede estampar en su Constitución tal aberración jurídica”.

Rebeca Quintans, en este artículo para el medio El Salto Diario, lo ha expresado clara y valientemente en los siguientes términos, refiriéndose a la fuga del Rey Emérito: “¿Cómo que tú permites que Juan Carlos salga de España, a un exilio dorado en Abu Dabi, con escoltas españoles pagados por todos, cuando está pendiente de cuestiones con la justicia? ¿Tú quién eres, Felipe VI, para permitir esto? Y el gobierno dice “gestión de Casa Real, me lavo las manos”. Absurdo y escandaloso”. Pues eso. Antes el tabú era Juan Carlos, ahora el tabú es Felipe, después será su hija…¿Hasta cuándo? Pues hasta siempre, mientras exista la Monarquía, porque precisamente esta caduca institución es la clave de bóveda que sostiene todo el engranaje del régimen del 78. De ahí el inquebrantable interés en proteger a la Corona que los partidos del régimen demuestran continuamente.

¿Es que acaso PSOE, PP, Ciudadanos y Vox aclamarían tanto el discurso de Felipe VI si su contenido fuese el que hemos indicado? Evidentemente, no. Hubieran salido escandalizados, pero eso no llegará nunca a ocurrir mientras estas formaciones gobiernen, porque el discurso navideño (como otros tantos) del Rey es filtrado por el propio Gobierno, que da su “visto bueno”, y en el caso que estamos proponiendo, no se daría. ¿Por qué? Pues porque estas formaciones políticas son las primeras interesadas en que el discurso navideño de Felipe VI siga siendo vacuo, vacío, sin contenido, es decir, siga siendo un no-discurso. Un discurso alienante, que continúe en la línea de los que nos ofrecía su padre, y todos sus ancestros borbones. La alienación del no-discurso del Rey llega a tal grado de calado popular, que aún sin decir nada, y representando una institución absolutamente anacrónica y antidemocrática, la figura del Rey es aclamada a cualquier sitio que va, mientras que la figura del Presidente del Gobierno, en este caso Pedro Sánchez, es objeto de pitidos y abucheos. Algo insólito, pues si lo analizamos desde el punto de vista democrático, sería el Rey quien debería ser abucheado porque no lo ha elegido nadie, mientras que al Presidente del Gobierno lo ha elegido una buena parte de la población. Pues eso, incongruencias de la pseudodemocracia en que vivimos.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es