Salvo IU y UPD, todos cantan victoria a su manera. Podemos parecía que arrasaría y traería la revolución contra la casta de la noche a la mañana. No será así. Tampoco el bipartidismo caerá de golpe: con heridas sangrantes sigue resistiendo contra viento y marea. La izquierda da la sensación de volver por sus fueros […]
Salvo IU y UPD, todos cantan victoria a su manera. Podemos parecía que arrasaría y traería la revolución contra la casta de la noche a la mañana. No será así. Tampoco el bipartidismo caerá de golpe: con heridas sangrantes sigue resistiendo contra viento y marea. La izquierda da la sensación de volver por sus fueros y tomar aliento con cierto futuro. Eso sí, debate político, rien de rien.
La izquierda recupera el voto urbano
Podemos gobernará sobre 6,5 millones de españoles que viven en ocho ciudades de más de 100.000 habitantes, 63 en todo el territorio estatal. El PSOE, por su parte, lo hará en 21 localidades que acogen a 5 millones de personas y el PP en 22 con un censo estimado de 3 millones.
Las personas que habitan en el grupo de ciudades antes referidas que tendrán un primer munícipe de izquierdas vinculado a Podemos, PSOE o Compromís ascienden a 12,3 millones, mientras que en el caso de la derecha, PP y PNV, oscila alrededor de los 4,2 millones de ciudadanos.
Las cinco principales ciudades, Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Zaragoza formarán gobiernos de coalición y contarán con alcaldes o alcaldesas de izquierda: en Valencia de Compromís y en Sevilla del PSOE; en las tres restantes con figuras políticas en cuyas candidaturas se integraban las siglas de Podemos.
Los no-votos que nunca cuentan
Son los sufragios de la abstención y de los votos en blanco o nulos. La abstención ha alcanzado el 35 por ciento en las elecciones municipales, más de 12 millones de personas que no se han acercado a las urnas por indiferencia, pasotismo o por decisión meditada antisistema. Representan a la «formación política» mayoritaria del régimen parlamentario.
Entre votos nulos y en blanco se registran alrededor de 700.000 sufragios, prácticamente al 50 por ciento.
El los comicios autonómicos, la abstención ha oscilado entre el 25 por ciento de La Rioja y el 41 por ciento de Baleares, dando una media del 31 por ciento en las 13 comunidades donde se han celebrado consultas regionales.
Podemos no puede con el PSOE
Dado que Podemos no se presentaba como marca propia en solitario en las elecciones municipales, la comparación directa de resultados con el PSOE debe realizarse con los datos de los comicios autonómicos donde el PSOE ha conseguido unos 3,2 millones de votos y Podemos 1,8. Si agregamos las cosecha obtenida por ambos en la reciente consulta andaluza, los sufragios al PSOE serían de 4,5 millones y los correspondientes a Podemos en torno a 2,4 millones.
Izquierda versus derecha
En las municipales, PSOE, IU, ERC, Compromís, Bildu y CUP llegan a 8 millones de sufragios mientras que los registros agregados de PP, Ciudadanos, CiU, PNV y UPD alcanzan los 8,7 millones de votos.
Otra forma de medir la influencia sería sumando los votos del PP logrados en las municipales a los de Ciudadanos, que arroja una cifra de 7,4 millones, y comparándolos con la de PSOE, 5,6 millones, más 3 millones estimados (proyección ponderada de un 55 por ciento sobre los resultados finales de las elecciones locales del partido liderado por Pedro Sánchez); en total, 8,6 millones para la izquierda.
Ciudadanos pierde fuelle y se queda a medio gas, no siendo sun presencia tan influyente como se pensaba al principio de su fulgurante aparición en la escena mediática. El PP en los comicios locales de 2011 consiguió 8,5 millones de votos, 900.000 sufragios más que la suma actual con el partido de Albert Rivera.
En poder territorial, el PP domina, en algunas partes sin hegemonía absoluta, solo en Galicia, Madrid, Murcia, Castilla y León y La Rioja. Además de Andalucía, la izquierda gobernará en Aragón, Asturias, Baleares, Castilla-la Mancha, Extremadura y Comunidad Valenciana. Canarias, Cantabria y Navarra van a su aire.
El bipartidismo pierde fuerza, pero…
El PP se ha dejado en cuatro años, 2,5 millones de víctimas en las cunetas marginales del neoliberalismo y los recortes salvajes. Por su parte, el PSOE ha perdido la confianza de 600.000 electores. Ahora mismo, ambas organizaciones representan al 42 por ciento del electorado, con un descenso desde 2011 del 13 por ciento.
En 4.700 municipios, el 58 por ciento del total, PP o PSOE gobernarán por mayoría absoluta, sobre todo en zonas rurales y localidades menores de 100.000 habitantes.
Sus 11,6 millones de votos conjuntos se han traducido por mor de la ley D´Hondt en 43.000 ediles. Al resto de fuerzas, casi el 60 por ciento, se les ha asignado legalmente 24.000 concejales. La descompensación numérica salta a la vista.
Elecciones generales a la vista
Extrapolando mediante un ejercicio de política-ficción proporcional los resultados combinados de las elecciones locales y autonómicas del 24M a un escenario de comicios generales, tal escrutinio quedaría como sigue:
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PP, 107 escaños.
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PSOE, 100.
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Podemos, 53.
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Ciudadanos, 25.
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IU, 17.
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CiU, 11.
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ERC, 8.
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Compromís, 6.
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PNV, 6.
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Bildu, 5.
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UPD, 4.
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CUP, 3.
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Otros, 5.
Como la mayoría absoluta se sitúa en 176 actas de diputado, solo es factible a priori un acuerdo de gobierno o pacto legislativo entre PSOE, Podemos e IU, que alcanzarían 170 votos en el Congreso, a falta de 6 para asegurarse la hipotética mayoría absoluta, que podrían completar con Compromís, CUP, ERC y/o Bildu.
A medio año, más o menos, de las elecciones generales, y a pesar de la derrota sin paliativos de IU debida a causas internas y externas que han operado en su contra, su millón de votos podría ser decisivos para formar un gobierno contrario a los intereses explícitos del PP y la derecha.
Conclusiones de urgencia
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Las principales ciudades de servicios o industriales serán (o no) el motor múltiple y fundamental del cambio. La atonía o pasotismo de las últimas décadas tuvo su despertar en el 15M, lo que ha supuesto una erosión de las expectativas de la derecha y un impulso ilusionante de las actitudes dormidas de la izquierda plural.
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¿Es causa perdida irremisiblemente la abstención? ¿Por qué ningún partido intenta movilizar ese no-voto olímpicamente despreciado de la indiferencia o antisistema? Un 30 por ciento del censo es para pensárselo.
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El PSOE, sin nada espectacular o creativo en su haber, está resistiendo bastante bien la embestida inicial de Podemos y su aterrizaje suave en la realidad institucional y en la «moderación responsable» de tinte socialdemócrata. ¿Pueden volar votos de Podemos si sus semejanzas con el PSOE le transforman en un elemento subalterno o prescindible en la coyuntura política a medio plazo? Si el PSOE sigue reforzando sus posiciones defensivas y el PP continúa a la baja, ¿no existe la posibilidad de que las elites piensen como solución de emergencia en el partido de Sánchez como en el suyo propio?
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La tendencia izquierdista resulta más que evidente, se percibe en el ambiente, al igual que el contraataque de los poderes fácticos a favor de Ciudadanos como parche de urgencia para mitigar el goteo o hemorragia de votos hacia la izquierda. Sin embargo, el efecto Ciudadanos ha sido un medio fracaso no esperado por sus mentores en la sombra. La estrategia de futuro es delicada, y solo pasa por apuntalar (o tal vez sustituir) al PP sin que se note pareciendo una fuerza de centro no escorada a la derecha del espectro político. A buen seguro, el nuevo discurso de Ciudadanos nos tiene preparadas sorpresas sugerentes y sutiles para seguir embaucando al electorado, al menos, hasta los próximos comicios generales.
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UPD tiene las horas contadas. El caso de IU es radicalmente distinto aunque los peligros que se ciernen sobre la coalición izquierdista son extremadamente graves. La disyuntiva que se abre en el horizonte inmediato es terrible: o diluirse dentro del fenómeno Podemos o plantar batalla ideológica sumándose críticamente al cambio con personalidad propia. Hacer mutis por el foro, sin más, no asegura el trasvase de su millón de votos hacia Podemos o el PSOE. En la abstención hay mucho desencanto anónimo y silencioso con heridas y rasguños profundos en su dañada autoestima política.
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