El presidente chileno anda de gira por Emiratos Árabes Unidos. No se sabe de algún tuit o declaración en la que observe con ojo crítico y preocupado los graves atentados a los derechos humanos que esa monarquía impone a quienes piensan distinto. Donde rige la condena muerte y a las mujeres se las trata como subpersonas, entre otras guindas.
Más de mil observadores extranjeros. Solo el Centro Carter, con sede en Estados Unidos, desplegó un grupo de diecisiete personas, expertos electorales de once países.
Es reconocido su sistema electoral como uno de los más avanzados del mundo, cuyo Centro Nacional Electoral lo componen cinco personas de las cuales dos son de oposición. Las votaciones tienen numerosos momentos de fiscalización y se computa hasta el último voto. Ocho de los diez candidatos no han hecho ninguna acusación. No se demostró ningún hecho de violencia antes, durante y luego de las elecciones, a pesar de lo que afirmaban con desesperación supuestos analistas internacionales, sin ser capaces de mostrar un solo video, ¡uno solo!, una sola imagen que lo confirmara, ¡una sola!, de las muchas de las que decían disponer.
De treinta y una elecciones, el chavismo ha ganado veintiocho. ¿Es que debería perderlas para dar una demostración de real ejercicio democrático? ¿Ahí sí que valdrían?
Venezuela suma más de novecientas sanciones impuestas por Estados Unidas que han afectado gravemente su economía, es decir, a sus habitantes. Todas de ellas ilegales dese el punto de vista del derecho internacional. En 2020, obtuvo un 99 % menos de los ingresos petroleros percibidos en 2012.
De estas contravenciones al derecho internacional los inmorales que levantan el dedo y acusan, no han dicho esta boca es mía.
Ha habido errores en la conducción venezolana que han contribuido a la situación que vive el hermano pueblo venezolano, a lo que tienen pleno derecho por andar por propio pie y pensar por propia cabeza, pero eso es harina de otro costal.
Así y todo, Venezuela eleva al 7% su crecimiento y ha logrado, entre otras cosas, una importante soberanía alimentaria lo que ha permitido estabilizar aquello en lo que cojeaba hasta hace un tiempo, entre otros, la inflación. Ha impulsado un Plan de Recuperación Económica y de retorno de los exiliados que comienzan a dar resultados.
¿Es fácil e inmediato?
No.
Venezuela se enfrenta a adversarios dirigidos por Estados Unidos que no es precisamente la nación más democrática del mundo, cuya política exterior ha sido sobre la base de la mentira para invadir, saquear y bombardear pueblos enteros.
Hablamos del más poderoso y criminal enemigo de los pueblos, el que cuenta para sus efectos desestabilizadores e inhumanos con la complicidad de sujetos que se arrastran ante el imperio, sin que les importe mucho manchar la chaqueta que se viraron en algún momento de sus vacilaciones.
Por donde ha pasado Estados Unidos y su cruzada democrática no han quedado sino escombros, sufrimientos y muerte.
Chile, nuestro pueblo, sabe muy bien de eso. Así sea que los que ahora mandan lo hayan olvidado o derechamente no lo sepan. O no les interese.
Vea no más lo que escribe el presidente Boric luego de las elecciones venezolanas: se refiere a supuestos de los que no da, irresponsablemente, ninguna prueba.
Y a propósito de país democrático.
El presidente Boric intenta dirigir un país sumido en un grado supremo de corrupción que asola prácticamente a todas la instituciones que le dan forma al Estado. El sistema político ha estado a punto de desfondarse por la putrefacción de casi todos sus integrantes, esos mismos que dan clases de democracia a quien se le cruce. Visto así, este campo de flores bordado no es precisamente un lujo de democracia de exportación.
Cuando la gente pobre vive atribulada por deudas eternas generadas a partir de decisiones ideológicas de los poderosos para la manipulación de las conciencias y conductas, no podemos decir que este orden sea democrático.
Cuando una persona pobre trabaja toda la vida cumpliendo todas las leyes laborales y requisitos legales y termina su vida como una persona más pobre aún, no estamos en un orden social democrático.
Cuando el 1% concentra el 49.6% de la riqueza, no hablamos de una economía democrática.
Cuando las ciudades se dividen en guetos miserables, sucios y dejados a la buena de dios para pobres y despreciables, y amuralladas, seguras, lujosas y ostentosas ciudadelas para millonarios, esa distribución del hábitat no es democrática.
Cuando hay una salud para pobres que no busca sanar sino alargar el sufrimiento, y una educación para pobres que se propone eternizar una cultura de la discriminación, la ignorancia, el abuso y la humillación, y cuando esos derechos son un negocio, esa vida no es de calidad democrática.
Cuando el sistema de justicia tiene un precio para juzgar con mano blanda al delincuente rico, y cárceles infectas para sepultar al delincuente pobre, esa justicia no es democrática.
Cuando llegar a viejo se transforma en una desgracia que hará mierda los últimos años de vida de quien se descrestó por sesenta años, esa moral no está basada en nada democrático.
Cuando un país se olvida de sus niños y niñas, dan ganas de dinamitarlo desde sus bases y sobre sus ruinas hacer otro más bonito. Dicho, por cierto, metafóricamente.
Así sea que haya elecciones cada dos años y medio.
Este panorama indesmentible da como resultado el supuesto país democrático con el que hacen gárgaras los miserables que lo dirigen, y desde donde quiere dar clases a otros.
Peor aún, cuando quienes imponen las reglas aceptadas por ellos, es la ultraderecha miserable, criminal, inmoral que se ha vestido con el ropaje democrático solo porque es el negocio de ahora, pero que pateará el sacrosanto tablero democrático, cuando la cosa se le ponga cuesta arriba. En ese momento echará mano a su reserva armada, a la tortura, a los asesinatos y a las desapariciones forzadas.
Finalmente, cuando la manipulación comunicacional está casi por completo en manos de un periodismo ramplón, rasca, cuyo mejor y más socorrido instrumento de análisis es el “quizás, puede ser, parece, supongo, intuyo, da la impresión” y que hace de su profunda y muy bien criada ignorancia una herramienta profesional, no podemos decir que sea este un país esencialmente democrático en el que haya libertad de expresión. Sobre todo, si esos medios de comunicación son propiedad de la ultraderecha que domina en lo llano y en lo hondo.
Esa inmoral función comunicadora que por un sueldo esos periodistas miserables aceptan desinformar, y que se agachan gustosos para aceptar ser digitados por quienes les pagan el sueldo para repetir lo que no pueden demostrar, sin asco ni vergüenza, de contribución a la democracia de un país no tiene nada.
El presidente chileno anda de gira por Emiratos Árabes Unidos. No se sabe de algún tuit o declaración en la que observe con ojo crítico y preocupado los graves atentados a los derechos humanos que esa monarquía impone a quienes piensan distinto. Donde rige la condena muerte y a las mujeres se las trata como subpersonas, entre otras guindas.
De democrática esa monarquía no tiene mucho y respecto de lo cual rábula que dirige la copia feliz del Edén no dirá esta boca es mía.
Es que ahí hay dinero.