Este próximo 23 de julio se celebran elecciones generales sin que estuviera previsto que las hubiera, porque tocaban en diciembre de este mismo año 2023.
La situación política y el escenario electoral se muestran cada vez más sorpresivos y, tomando en cuenta los datos y los resultados electorales de este pasado 28 de mayo, se podría decir que el panorama no es nada alentador para las fuerzas progresistas.
Ahora bien, el propósito de este artículo no es otro que el procurar tener los pies sobre el suelo de la realidad; para así afrontar en mejores condiciones el escenario electoral que se avecina en los próximos y escasos 40 días que quedan hasta la cita con las urnas. La izquierda situada a la izquierda del PSOE concurre finalmente unida, bajo el partido instrumental y marca electoral de Sumar, lo que ha sido todo un logro y un hito pero que tardó demasiado en llegar. Aunque, sin duda alguna, esto nos pone en disposición de salvar el momento difícil que atraviesa la izquierda y de revalidar, con ello, el Gobierno de coalición. Pero con lo anterior no está hecho todo, sino tan solo una pequeña parte, por mucha pieza fundamental o clave que fuera el que la izquierda a la izquierda del PSOE vaya unida a las elecciones generales.
Hay que ver, además, cómo puede jugar en estas elecciones generales la izquierda sus mejores cartas, porque la práctica mayoría de las encuestas dan por ganadoras a las derechas y algunas incluso le vaticinan una mayoría absoluta. Más allá de cómo se podría hacer una campaña que consiga movilizar a un electorado progresista que se ha abstenido en las pasadas elecciones municipales y autonómicas (a pesar de que paradójicamente aumentara la participación), hay también otra cuestión que atañe a cómo puede distribuirse el voto progresista y las candidaturas de la izquierda de Sumar en provincias en las que resulta muy difícil o prácticamente imposible que se logre escaño, y en las que dividir el voto progresista podría hacer que ni siquiera el PSOE sacara los diputados/as que sí logró en las elecciones generales de 2019 y que, por tanto, ello tenga como beneficiarios de ello a PP y VOX.
Claro, que para ello, hay que tener en cuenta y tomar en consideración a la famosa «ley electoral» y el «Régimen Electoral Central», que tiene como circunscripción a la provincia y que, por tanto, privilegia siempre a los tres principales partidos de cada provincia, fundamentalmente en las provincias más pequeñas y escasamente pobladas. Ante lo cual, se podría decir: «es ahora más que nunca cambiar la Ley Electoral» y cambiar con ello el actual sistema electoral. Claro, sí; no digo que no haya que hacerlo, pero cuestión bien distinta es que se pueda hacer con la actual correlación de fuerzas políticas que emanan precisamente de dicha Ley Electoral. Pero tampoco nos llevemos a engaño: no hay ningún sistema electoral perfecto, sino que todos tienen sus pros y sus contras, incluido un sistema proporcional puro. Por tanto, en este contexto, no cabe en modo alguno apelar al deber-ser (es decir, a cómo deberían de ser las cosas); sino que hay que apelar a que, siendo y asumiendo las cosas tal y cómo son, cómo sin embargo podríamos utilizar de forma más inteligente un voto progresista en las próximas elecciones generales. Para que así no ocurra aquello de que, siendo o pudiendo ser la izquierda mayoría en votos porcentuales, sin embargo sean las derechas las que logren mayor número de escaños y, por tanto, logren mayor índice de representación en las distintas provincias que componen nuestro país.
No nos engañemos, la ilusión que inundaba las plazas y calles de nuestro país en 2015, y que llevaron a Podemos a conseguir más de cinco millones de votos en las Elecciones Generales de 2015 se ha esfumado y desvanecido. Y ahora solamente nos queda la esperanza de conseguir que las derechas no sumen más escaños (repito: escaños no es directamente proporcional a número de votos) que las fuerzas progresistas. La mayoría social de nuestro país se la juega en las próximas Elecciones y no sólo debemos de tratar de movilizarla para que vote masivamente, sino que, además, debemos de intentar saber usar cada voto progresista de la manera más inteligente para que se traduzca en escaño o representación (es decir, en diputado/a en todas y cada una de las provincias).
Es por todo ello por lo que, para sin dejar de ser realista, podamos tener esperanza de que el próximo 23 de julio se revalide el Gobierno de coalición, propongo considerar a las últimas Elecciones Generales de 2019 como una suerte de techo electoral y a partir de ahí buscar la mejor estrategia electoral posible. Así, la idea sería que, sobre la base de los datos que a día de hoy tenemos, igualar los resultados de 2019 para el bloque progresista constituiría el milagro que nos permitiría guarecernos de la ola conservadora y reaccionaria que acecha al continente europeo y al mundo.
Así que dadas las circunstancias mencionadas, que se han constatado el pasado 28-M, (a saber, que existe una mayor movilización del electorado de derechas, lo que ha llevado a que la izquierda pierda gran parte del poder territorial, a pesar de que ha aumentado la participación en dichas Elecciones) el objetivo sería el de resistir y, por el contrario, no de lanzar una contraofensiva. Porque es claro que la estrategia debe ser distinta en uno y en otro caso y que la situación actual y los medios de los que disponemos hacen inviable la segunda.
Por todo ello, quizás, se podría pensar seriamente en la posibilidad de que en aquellas provincias en las que Unidas Podemos (PODEMOS-IU) no logró escaño (es decir, representación) en las pasadas elecciones generales de noviembre del 2019, no se presente ninguna candidatura progresista alternativa a la que, por el contrario, sí logró representación en dichas elecciones. Sería una forma de concentrar el voto progresista en provincias en las que en 2019 no se logró representación por parte de ninguna candidatura de izquierdas, salvo por el PSOE y que son: Ciudad Real, Albacete, Ávila, Badajoz, Burgos, Cáceres, Cuenca, Guadalajara, Huelva, Huesca, Jaén, león, Lleida, La Rioja, Lugo, Ourense, Palencia, Salamanca, Cantabria, Segovia, Soria, Teruel, Toledo, Valladolid, Zamora, Ceuta y Melilla.
Ejemplos de ello son los votos que se pierden en el conjunto de las provincias de las siguientes comunidades autónomas:
– En el conjunto de las 5 provincias que forman parte de Castilla la Mancha, Unidas Podemos obtiene 100.284 votos y no logra ningún escaño (representación), mientras que VOX, que es tercera fuerza con 238. 196 votos consigue 5 escaños (un diputado/a por provincia).
– En el conjunto de las provincias que integran la Comunidad de Castilla y León, Unidas Podemos logra 129.681 votos y no consigue ningún diputado/a, mientras que VOX con 230.743 votos logra 6 diputados/as en el total de dichas provincias.
-En Ceuta, VOX logra el único diputado que le corresponde a la ciudad autónoma con 11.752 sufragios, mientras que PSOE obtiene 10.455 votos y PODEMOS-IU obtiene 1.300 votos. Si ambos votos de PSOE y Podemos se unieran podrían disputar mejor el único diputado por Ceuta
– En las dos provincias de Extremadura, VOX logra 2 diputados con 99.823 votos, mientras que PODEMOS -IU obtiene 54.072 y no logra ningún escaño.
Por consiguiente, quizás, todos/as en la izquierda deberíamos de empezar a ser más conscientes de las implicaciones y las limitaciones que nos impone la Ley Electoral vigente y que fundamentalmente las que impone a las candidaturas que vengan a ser cuarta fuerza electoral en las distintas provincias en el actual escenario en el que se conjugan falta de tiempo y un horizonte adverso para las izquierdas. Por ello, igual en determinadas provincias debería de pensarse seriamente en la posibilidad no presentar candidatura de izquierdas alternativa y/o de votar con la nariz tapada, antes que tener que estar los próximos cuatro años (como mínimo) tapándonos la nariz de lo irrespirable que sería el aire y de la pestilencia que supondría un Gobierno de PP y VOX.
Adiccionalemente se podría diseñar una campaña o sistema para que una persona que tenga pensado votar al PSOE en Madrid, por ejemplo, vote sin embargo a Sumar a cambio de que una persona con residencia en una provincia como Burgos o Albacete vote al PSOE en lugar de hacerlo a Sumar, pues la batalla por revalidar el Gobierno de coalición también se podría jugar en esto último y vamos, probablemente, camino de perderla. De manera que lo paradigmático y, a la vez, paradójico es que siempre que han ganado las derechas las elecciones generales, las izquierdas siempre han sumado mayor número de votos, porque se trataba de una mayoría de votos que no se traducían en escaños. Razón por la cual no hay que dejar de observar la Ley Electoral, ni tampoco el hecho de que ésta no se ha conseguido cambiar durante los más de 44 años de democracia en España. Porque este 23-J las personas progresistas sólo disponemos de nuestro voto y del uso que hagamos de él.
https://resultados.elpais.com/elecciones/2019/generales/congreso/index.html
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.