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ELN propone amnistía general para abrir paso a la paz

Fuentes: IPS

nmerso en un proceso de diálogo de paz con el gobierno derechista de Álvaro Uribe, el izquierdista Ejército de Liberación Nacional (ELN) sigue considerando vigente su opción de lucha armada para realizar las transformaciones que cree necesarias para Colombia.

A la vez, observa la evolución de los gobiernos de izquierda surgidos de elecciones en América Latina.

«Estamos muy atentos a los mensajes que nos manda la realidad, para poder interpretarlos», dijo en entrevista otorgada en exclusiva a IPS Antonio García, de 50 años y responsable militar del ELN, la segunda fuerza guerrillera del país después de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

García, reelegido miembro del Comando Central en el IV Congreso Nacional del ELN realizado en julio y que refrendó como principal lineamiento la búsqueda de una solución política al conflicto armado, encabeza la delegación guerrillera en las conversaciones que se realizan en La Habana con el gobierno de Uribe, representado por su comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo.

–¿Podemos entender que la fase exploratoria del diálogo ya terminó?

–Hemos dicho que esa fase está terminando y queremos pasar a una nueva en la que, al contar con una agenda, podamos ya hacer acuerdos sobre la dinámica del proceso, que tienen que ver con la creación de un ambiente para la paz y participación de la sociedad. También generar una nueva dinámica de trabajo, de tal manera que se vaya a reuniones de evaluación y luego a reuniones más definitorias, donde se tomen decisiones, acuerdos. Se requiere un trabajo previo para llegar a acuerdos, un trabajo más técnico, más profesional.

–¿Qué asuntos se discutirán para el diseño de una agenda?

–Son temas gruesos, que si no se discuten no se podrá estructurar un acuerdo. Hay que cambiar la idea de que dos personas se juntan para firmar algo. No, primero hay que estructurar en qué aspectos vamos a acordar. Por ejemplo, en el caso del cese del fuego y de las hostilidades se requiere todo un trabajo incluso sobre el terreno… De igual manera, en el tema del desplazamiento forzado (de personas), para lo cual hay que convocar a las víctimas, a las organizaciones que han trabajado en el asunto, examinar cuáles son las soluciones y sobre eso convenir formas de solución. Otro tema es el de la amnistía. Son asuntos que requieren de profundidad y seguramente nos llevará tiempo discutir. Ahí es donde está el problema, se envían mensajes equivocados al país diciendo va a ver un cese del fuego… No, esos temas tenemos que discutirlos de manera muy profesional. Para ser responsables ante el país, hay que colocar verificaciones. Si se hace, cómo va a ser. Aún no hemos empezado a discutir sobre eso. Además hay que ver si el gobierno tiene la misma idea que tenemos nosotros.

–¿Cuál es la idea del ELN respecto de este punto?

–A nosotros nos interesa un buen ambiente para el país, no sólo para un sector. El tema de las armas tenemos que discutirlo de conjunto, hablar de las armas de todos. El gobierno colombiano tiene una estrategia de guerra y sigue buscando recursos económicos para sostenerla. Si esa es la tendencia, no va a ser fácil poder construir una estrategia de paz que incluya al Estado. Pero tenemos la obligación de seguir trabajando con todos los sectores de la sociedad para que definitivamente esa estrategia de guerra vire hacia el camino de la paz.

–La cuarta ronda comenzó el 20 de octubre, el día siguiente de estallar un coche-bomba en la Escuela Superior de Guerra en Bogotá. En reacción, Uribe suspendió las negociaciones con las FARC por un posible canje de guerrilleros presos por rehenes en poder de esa insurgencia. ¿Cómo impactó en vuestras conversaciones?

–Colombia vive un conflicto de hace 50 años, que en esencia no ha cambiado nada. El gobierno y el ELN se enfrentan militarmente todos los días, de la misma manera que en otras partes se desarrollan operaciones con los compañeros de las FARC. Entonces, si hay un escenario de confrontación quiere decir que el conflicto esta ahí y eso no va a cambiar si no se atacan a fondo sus orígenes. No se puede pedir a la insurgencia que haga o no una operación militar si no hay un acuerdo. El gobierno tiene que entender eso. «Con declaraciones guerreristas no se puede convocar a la paz. Hay que generar acuerdos, compromisos, caminos que lleven a que esos hechos no se produzcan. Pero, si se aplaza el intercambio humanitario, eso no va a tener solución y puede terminar en una gran catástrofe. Si el gobierno persiste en que va a rescatar a los rehenes por la fuerza va a poner en riesgo la vida de quienes están cautivos.

–¿Cómo evalúa el ELN la estrategia de intercambio humanitario de las FARC?

–Nosotros vemos válido que se haga ese intercambio humanitario. Está estipulado en el derecho internacional y se ha hecho en otras guerras. En cuanto al ELN, creemos que junto a ese canje también es importante para el país trabajar en una amnistía para dirigentes sociales y líderes populares, activistas políticos y miembros de la insurgencia que están en las cárceles. Una amnistía generaría un ambiente favorable para el país, fortalecería el proceso de paz y ayudaría a crear otras dinámicas políticas que puedan hacer transitar a Colombia en una dirección que todos queremos, que es la paz y la democratización.

–¿Diría usted que fracasó la estrategia del gobierno de Uribe para desmovilizar a las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), de derecha?

–Es que no hubo desmovilización. Lo que hubo fue una gran incorporación de nuevos combatientes a las filas de los paramilitares, pagados a sueldo y eso es lo que se mostró como tropa desmovilizada. Se mostraron miles de personas supuestamente contratadas para trabajos sobre todo agrícolas. Se llevaban en camiones, autobuses, allá se les pagaba un primer sueldo y luego no se les dejaba regresar. A otros se les contrató abiertamente para que se incorporaran a eso sabiendo que habría una desmovilización y que la gente iba a quedar con un sueldo por la reinserción. Es un plan ideado para gestar un recambio en el paramilitarismo que se acoplara más a las modalidades operativas del Estado, con una gran red de cooperantes y con unas oficinas de inteligencia que puedan estar articuladas a los planes gubernamentales.

–¿Hay algún cambio en la política de secuestros del ELN desde que comenzó el diálogo exploratorio con el gobierno?

–Nosotros no hemos hecho ningún acuerdo con el gobierno sobre ese tema ni siquiera lo hemos conversado aún.

–El gobierno dice que los secuestros son un problema que los presiona mucho.

–A nosotros también nos duele mucho que haya cuatro millones de desplazados y que el gobierno no haga nada. Hay dolores que duelen mucho más a la patria, no es para compararlos, pero cuando hablemos de dolores, hablemos de todos y así nos entendemos todos.

–Pero el gobierno asegura que tiene programas de atención para las personas desplazadas a raíz de la guerra civil.

–Eso es falso. Lo que está haciendo es bregando para legalizar el robo de tierras. Hay un proyecto de ley del gobierno (de desarrollo rural) que pretende expropiar parcelas, que suman entre cuatro y cinco millones de hectáreas. Cómo va a reparar los daños si no hay disposición de devolverles sus tierras, las que les robaron. Cómo será el retorno. Nadie ha dicho la verdad sobre lo que sucedió.

–La sociedad colombiana se ve cansada de tantos años de guerra. ¿Cómo se siente el ELN?

–El cansancio que hay en Colombia es por la miseria, el hambre, el desempleo, el abandono, la exclusión, la antidemocracia. Son las mismas razones que nos llevaron a la lucha. La insurgencia armada es la resistencia de la sociedad, una manera de resistir, que va a continuar si no se resuelve integralmente este conflicto que es social, político y armado. De modo que el ELN ve vigente y actual su lucha por las transformaciones en Colombia y sigue comprometido con esa lucha. El ELN no lucha porque sí, ni se debe a sí mismo. Las armas del ELN no son del ELN, son del pueblo y, por tanto, se deben a esos ideales, a esas iniciativas que tienen que conquistar.

–¿Hay cambios en el campo de los derechos humanos en aquellos lugares que el gobierno percibe como zonas de influencia del ELN?

–La situación no ha cambiado, no podemos llamarnos a engaño. Las violaciones de los derechos humanos, la persecución, el acoso, las muertes siguen. Desde que estamos conversando, desde que hemos iniciado este proceso ha habido asesinatos de dirigentes, activistas e inclusive de gente capturada herida y luego asesinada.

–¿Esa situación puede frenar el proceso de diálogo?

–No, porque no hemos hecho un acuerdo. Somos claros en que hasta que no lo haya no podemos decir que se incumplió esto o aquello.

–El contexto en América Latina ha cambiado, existen gobiernos progresistas, de izquierda surgidos de elecciones. ¿Qué piensa de este nuevo panorama?

–Hay nuevas dinámicas en el continente, que están retando a Colombia. ¿Será posible que en el país se abran caminos de democratización? Pensamos que es posible en la medida en que esos procesos latinoamericanos como los de Venezuela o Bolivia se respeten y se les permita evolucionar positivamente. Sería un mensaje importante para la región. Por eso decimos que, en la medida que en Colombia se abran también escenarios de democratización reales, concretos, que vayan evolucionando hacia transformaciones, seguramente también la conquista de la paz va a ser posible y no será simplemente un acuerdo entre el gobierno y la insurgencia. Estamos caminando casi de manera paralela: en busca de la democratización, por un lado, y por otro una solución política de la insurgencia con el gobierno.

–¿Cómo interpreta usted la victoria electoral de Daniel Ortega en Nicaragua?

–Dice mucho de lo que pasó en estos 16 años de ausencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, liderado por Ortega) en ese país. Los sandinistas respetaron todo ese proceso y los gobiernos neoliberales no hicieron otra cosa que profundizar la pobreza, pues son más desastrosos que las guerras. Nicaragua es hoy un país devastado. Primero fue el desastre que dejó la dictadura de (Anastasio) Somoza (1967-1979), luego la guerra de la «contra» (contrarrevolucionarios de derecha), financiada por Estados Unidos. Si hubieran dejado gobernar al FSLN, Nicaragua estaría en otra condición. Es muy difícil que los pueblos puedan construir su historia si no se los deja. Por eso estamos muy atentos a los mensajes que nos manda la realidad, para poder interpretarlos. Solamente los pueblos son capaces de redimirse a sí mismos».

* Aportes en producción de Constanza Vieira (Colombia)