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¿Quiénes y por qué nos acallan?

Elogio de la interrupción

Fuentes: Rebelión

El cuerpo social, como el humano, para que goce de buena salud, debe mantener un balance sobre la base de una lucha constante entre los contrarios que le habitan. Hay acontecimientos, en muchas instancias imperceptibles, entre los individuos que explican ciertos desequilibrios en la vida nacional. Me decía un conocido que resentía la más atroz […]

El cuerpo social, como el humano, para que goce de buena salud, debe mantener un balance sobre la base de una lucha constante entre los contrarios que le habitan. Hay acontecimientos, en muchas instancias imperceptibles, entre los individuos que explican ciertos desequilibrios en la vida nacional.

Me decía un conocido que resentía la más atroz impiedad para quien quiera y trate de comunicar, manifestarse, ejercer el derecho y deber de hablar: la mala costumbre de interrumpir y distinguia entre las necesarias, impropias y viciosas y las del irrumpir. Al principio, al ser interrumpido, su desconcierto, apoyado por su prudencia, le ordenaba callar. Había aprendido que «la razón no grita». Luego esperaba el momento, si llegaba, para continuar. Entonces se decía: ¿Será que lo que trato de decir no es importante o lo he dicho inapropiadamente, o el tema carece de interés o alargo mucho el comentario? Como se sabe, casi siempre vive y opera en nosotros esa tendencia a creernos inferiores a los demás, subvalorarnos, vivir en sombras, invisibles, para lo que, claro, hemos sido condicionados.

Sin embargo, algunas claves le sugerían al amigo que no era interrumpido por falta suya. Lo corroboraba porque al principio no, pero luego trataba de ser muy consciente de sus intervenciones tomando en consideración el espacio, tiempo, tema, la oportunidad y pertinencia. No existía motivo de reproche válido por la que debía ser interrumpido. Muchas veces, cuando nadie estaba en el uso de la palabra o había pendiente un tema a discutir, por aquello de socializar, «romper el hielo», proponía un tema ya en pregunta o relatando un hecho o idea y su consecuente explicación o justificación. Igual le interrumpían sin que mediara un «permiso», cuestión de orden o una petición amable de silencio por algún evento que requiriera precedencia, urgencia o privilegio. Sin embargo, no aceptaba ignorar esa «fea costumbre de interrumpir». Por ello se parapetaba con su arma más efectiva para interrumpir a los que le interrumpían:

− ¡Pero es que no me dejan hablar! − exigía.

− ¿Me dejan terminar? − inquiría.

− ¡Con el permiso, estoy hablando! − amonestaba.

Toda la decencia del mundo, decía, estaba contenida en cada uno de sus reclamos y exigencias para poder terminar su alocución. Explica que no pocos se han molestado por tener que dejarle terminar ante su derecho, que reconocen, a veces a regañadientes, a expresarse, mientras que otros le conceden despectivamente, pretendiendo un favor a un «quejoso»… − «Sí, déjalo, para que no se queje», o de mala gana, -!Sí, sí, no te quejes, habla, habla! Luego, por lo que le parecía una molesta presencia la suya, si decide abandonar el grupo, surge el cínico… − !Pero no tienes que irte!

De todos modos tenía que los temas propuestos por él o su reacción a temas ajenos no eran frívolos, inconsecuentes o baladíes. Quienes le interrumpían, abundaban, tergiversaban o degradaban sus observaciones, lo cual a su modo de ver, su tema no era del todo despreciable. Entonces, ¿por qué interrumpir su conversado? Se percató de que cuando el grupo consistía de dos a cinco personas y había un receptor particular entre ellos (visita, extraño, conocedor del tema, encuentro después de muchos años, etc.) alguien afirmaba que le interrumpían para evitar que monopolizara la conversación, asunto que era inmediatamente negado porque una vez explicaba y concluía, seguía un silencio prudente, al que ninguno aportaba o proponía un discurso mejor o diferente. Esto le sugería que a falta de conocimiento o argumento, se debe acallar al otro.

Aunque no surta el efecto deseado en lo inmediato, el amigo dice que seguirá balbuceando, quejándose, interpelando y preguntando ejerciendo su derecho a hablar de la manera más civilizada posible y armado de los mejores argumentos. Sabe que para ello hay que estudiar y aprender. En los círculos en que se mueve ha dado con individuos sensatos y prestos a defender el derecho a la expresión de todos. Asevera que en esos círculos ya se observa un poco más de prudencia al afán de interrumpir, de acallar. Tiene por experiencia que de vez en vez se invierten los papeles y el efecto es esperanzador.

Téngase en cuenta que no dejar hablar, interrumpir, es una táctica represiva que muchas veces si se percibe, muy poco se combate. Nos quieren mantener ahogados, mudos, incomunicados, inexpresables de nuestros problemas y urgencias. El poder hace callar, amordaza, reprime. Solo nos permiten hablar hasta derrochar energías y agotarnos cuando se trata de espectáculos, trivialidades, intrascendencias. No más vea usted esos programas de entrevistas (a Monedero, Iglesias y otros) en la televisión española y tendrá una idea de lo que planteamos. Verá a quiénes y a quién se interrumpe y con cuánta imprudencia.

Aunque imperceptible para muchos, los medios de comunicación opositores nos interrumpen la vida con propaganda de productos para comprar, nos disminuyen con espectáculos humillantes de conflictos familiares y las vidas de príncipes, reyes y otros, novelas, fortunas mal habidas, mafiosos, guerras de exterminio y despojos, dietas que prometen milagros y curaciones falsas. Nos mienten, nos degradan y ahogan la necesidad de ser vistos, oídos y sentidos. Y cuando finalmente desde el Estado tenemos un discurso oficial, quieren romper el hilo constitucional con mercenarios, salidas indecentes, guarimbean, escasean y bachaquean, quilombean, y todo para interrumpir la vida colectiva, el equilibrio de toda la nación.

Sigamos hablando y permitamos hablar, interrumpamos con la razón de nuestro lado. Exijamos pacificamente como hasta ahora. Somos y seremos tomados en cuenta porque ya invisibles no somos. Tenemos un discurso incluyente, de paz y ejemplo digno. En adelante, aprendamos estrategias, que las hay… Con mas razón que fuerza Muntazer al Zaidi [1] elaboró un discurso memorable con un zapatazo a Bush. Jennicet Gutierrez [2] acaba de pronunciar otro interrumpiendo a Obama. !Y que no decir de esa deliciosa irrupción sin desperdicio de la Senadora Vanessa Grazziotin [3] en el Senado brasileño para descalificar la oprobiosa majaderia de la oposicion de un pais amado! Sin embargo me deleito infinitamente con la irrupcion del sirviente al amo que pinta Arguedas en su cuento «El sueño del Pongo».

Notas

[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2009/09/15/actualidad/1252965608_850215.html

[2] http://www.excelsior.com.mx/global/2015/06/24/1031245

[3] http://www.cubadebate.cu/noticias/2014/04/08/senadora-grazziotin-maria-machado-mostrar-irrespeto-senado-brasileno/#.VZvUJbxVK1E

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.