Llega la diada del 11 de septiembre (11S) y este año lo hace con un plus, coincide con el inicio de la campaña electoral catalana. Artur Mas se encargó bien de ello al realizar la convocatoria del 27 de septiembre (27S). El objetivo era claro: sacar el máximo rédito partidista de tan importante manifestación popular. […]
Llega la diada del 11 de septiembre (11S) y este año lo hace con un plus, coincide con el inicio de la campaña electoral catalana. Artur Mas se encargó bien de ello al realizar la convocatoria del 27 de septiembre (27S). El objetivo era claro: sacar el máximo rédito partidista de tan importante manifestación popular. Solo por este hecho los catalanes deberíamos sacar la tarjeta roja al president.
Artur Mas ha resultado ser un gran estratega, y un mejor superviviente político. Quería lista única y «del president«, y al final, con un poco de maquillaje y barniz, lo ha conseguido. De ganar Junts pel sí, y tener los apoyos necesarios, Artur Mas, número cuatro de la candidatura, sería proclamado nuevo presidente de la Generalitat. Pero, ¿por qué no se inviste al número uno de la lista?
Hace algunas semanas el mismo Raül Romeva, el primero de la candidatura, e incluso ERC, con quien CDC se ha repartido la papeleta a un 40% y un 60% respectivamente, más allá de algunos independientes al principio y al final e incorporaciones puntuales de disidentes del PSC y Unió, no cerraban la puerta a dicha opción. Tal vez algunos piensen que Artur Mas más que un activo, como muchos han repetido hasta la saciedad, es un pasivo. Sin embargo, ante tan «descarriadas» afirmaciones, rápidamente Convergència puso orden y se cerraron filas.
No hay duda de que la campaña de Junts pel sí será potente. Las imágenes del Arc del Triomf de Barcelona lleno hasta la bandera, un viernes de finales de agosto, en el acto central de precampaña, dan fe de ello. Son muchos los que votarán Junts pel sí entusiasmados por una lista que encabeza Raül Romeva, acompañado por Carme Forcadell y Muriel Casals, dirigentes del movimiento soberanista y que cierra, entre otros, Pep Guardiola. Sin embargo, no nos engañemos, CDC, a pesar de su declive político, será quien cortará el pastel, como ya se vio en la cumbre soberanista de mediados de julio que dio lugar a dicho pacto, motivo por el cual la CUP se desmarcó. ERC, como ha venido haciendo esta última legislatura, actuará de muleta, atrapada por una lógica de la que no es capaz de escapar. Imagino que es «su» precio a pagar por la independencia, tragar con privatizaciones y recortes.
Una Catalunya ‘low cost’
Nos dicen que primero la independencia, y que después ya decidiremos qué país queremos, pero las bases de un nuevo Estado son claves a la hora de determinar el país del mañana. Así, con el todo por la patria, hemos visto como Convergència, con el apoyo de ERC, ha privatizado el Servei d’Ocupació de Catalunya, ha votado en contra la remunicipalización de Aigües Ter Llobregat y ha añadido 60 millones de euros a los recortes en asistencia hospitalaria, por solo citar algunos ejemplos. Se dice que no queremos una sociedad «low cost«, pero es que la Catalunya «low cost» la tenemos a la vuelta de la esquina.
Las elecciones catalanas se presentan como unas plebiscitarias, y al día siguiente se contarán votos y escaños. Pero, el 27S muchos no votarán en clave plebiscito. Para una parte muy significativa de la sociedad catalana, que no se puede menospreciar, la independencia, como decimos aquí, «no els fa ni fred ni calor«, o lo que es lo mismo les resulta indiferente. Lo que realmente les preocupa es llegar a final de mes, tener un trabajo estable o una hipoteca o alquiler que poder pagar. Ambas cuestiones no tendrían que resultar opuestas, al contrario, pero como indica la realidad, para muchas personas, así es. Y ello es lo que abre la puerta a la demagogia de fuerzas como Ciudadanos.
La gran debilidad del movimiento soberanista es no haber sido capaz de llegar a estos sectores, especialmente relevantes en el área metropolitana. Para hacerlo tendría que haber incorporado un plan explícito de rescate ciudadano ante los estragos de la crisis y contra la corrupción. Una apuesta que habría incomodado enormemente a CDC, pero que habría ampliado la base social del independentismo. Al final, ha resultado más fácil trazar una hoja de ruta al lado del president que luchar contra los desahucios, la precariedad, los recortes o la privatización de los servicios públicos. Una hoja de ruta que ha sumado apoyos por arriba, pero que le da al movimiento independentista, a pesar de su gran fuerza y vitalidad, una mayoría muy exigua por abajo. Este es el flanco débil del procés, con responsabilidades también en determinados sectores de la izquierda que han dejado la hegemonía del soberanismo y el derecho a decidir en manos de la derecha de siempre, CDC, y de la nueva socialdemocracia catalana, ERC, tentada de convertirse, como hemos visto esta última legislatura, al social-liberalismo. Ambas al frente de Junts pel sí.
¿Un «sí» o un «no»?
Estas elecciones no pueden reducirse a un «sí» a la independencia o un «no». Hay mucho más en juego. ¿Queremos una sanidad y una educación pública y de calidad? ¿Queremos un trabajo digno? ¿Queremos ayudas sociales para quienes más lo necesitan? La candidatura de Junts pel sí, con Artur Mas y parte de su «equip dels millors» en los primeros puestos de la lista, deja claro, a pesar de su verborrea, por qué modelo de país apuesta. Los datos del Institut d’Estadística de Catalunya ponen negro sobre blanco la herencia de Mas and co.: casi el 21% de la población catalana, una de cada cinco personas, vive por debajo del umbral de la pobreza.
Muchos de los que este 11 de septiembre asistiremos a la convocatoria de La Via Lliure en Barcelona, desafiando al autoritarismo de la España de los Rajoy y los González, no queremos una Catalunya recortada. Sin embargo, esta diada, como tantas otras, saldremos a la calle porque el derecho a decidir de los catalanes no puede ser patrimonio de nadie. Avanzar hacia la plena soberanía no debería de implicar la independencia per se, fórmulas como un proceso constituyente soberano y unilateral, donde la independencia no fuese la premisa inicial sino la pregunta final sumaría muchos más apoyos y atraería a nuevos sectores sociales. Porque en este proceso no se trata de restar sino de sumar, sumar a favor de la democracia, que ahora muchos reivindican, pero que fácilmente olvidan cuando de se trata de poder decidir en clave social. Y es que en Catalunya, Mas es menos.
Fuente: http://blogs.publico.es/esther-vivas/2015/09/10/en-catalunya-mas-es-menos/