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Entrevista con la jugadora de baloncesto de la selección femenina de España Laia Palau

«En el mundo del deporte deberíamos poder decir lo que pensamos»

Fuentes: Diagonal

Esta base-escolta catalana, de 1,78 de altura, es internacional indiscutible con la selección femenina de baloncesto, con un notable tiro exterior, gracias a su certera muñeca izquierda, y una potente entrada a canasta. Ahora juega en el Ros Casares de Valencia -que ha ganado la última Copa de la Reina-, tras pasar por el Bourges […]

Esta base-escolta catalana, de 1,78 de altura, es internacional indiscutible con la selección femenina de baloncesto, con un notable tiro exterior, gracias a su certera muñeca izquierda, y una potente entrada a canasta. Ahora juega en el Ros Casares de Valencia -que ha ganado la última Copa de la Reina-, tras pasar por el Bourges francés y el Barça. DIAGONAL ha hablado con ella tras su entrenamiento con el equipo que domina la Liga Femenina.

DIAGONAL: ¿Qué espacio ocupa el baloncesto femenino en el mundo del deporte?

LAIA PALAU: Poco. Ahora mismo el deporte está acaparado por el fútbol, para el baloncesto masculino creo que hay algo de espacio. En cuanto al femenino, en las pequeñas localidades, cubrimos expectativas, pero en ciudades un poco grandes, como nosotras en Valencia, la repercusión es muy poca. Creo que el baloncesto, masculino o femenino, es en sí mismo igual. Hay diferencias físicas que nosotras no podemos solventar, pero en cuestión de táctica o de técnica es igual. La gente que entiende de baloncesto puede disfrutar igual viendo un partido femenino, con las mismas bases y esencias. A nivel mediático se nota la diferencia porque la sociedad todavía no ha equiparado un deporte colectivo de hombres con otro de mujeres. Ni los sueldos son parecidos, ni su importancia. Aquí tenemos jugadoras de las mejores del mundo, pero la gente no lo sabe. Ahora el deporte es más un negocio y se desvirtúa el valor de los proyectos. No se destinan medios, ni hay publicidad. Es como Fernando Alonso, ¿quién sabía de motor antes? Ahora todo el mundo sabe quién es Raikkonen. Si ocupáramos ese tiempo todos los días el baloncesto femenino, seríamos superfamosas. Los medios dictan lo que interesa.

D.: Cuando hablamos de deporte parece que sólo hablamos de alta competición, ¿dónde queda la práctica deportiva?

L.P.: Yo creo que la gente va a lo fácil, quiere hacer deporte para ganar; si no ganas, no sirve. La gente quiere lo inmediato, el trabajo de base queda muy reducido. Ahora han ganado el mundial masculino de baloncesto y hay más espacio social para este deporte, pero si los chicos de la selección de fútbol algún día ganasen algo sólo hablaríamos de eso. Todo lo demás desaparecería.

D.: ¿Crees que en el deporte hay actitudes machistas?

L.P.: Claro. Y el problema viene por los dos lados. Los hombres tienen que reconocer el trabajo que hacemos, pero también las mujeres tenemos que valorar nuestro trabajo. Muchas veces nos adaptamos a este segundo plano social. Hacemos lo mismo o más que los deportistas masculinos -nosotras, por ejemplo, jugamos Liga y Euroliga. Nuestro trabajo esta ahí, nos entrenamos un montón, y los tíos tienen que tener respeto por esto, porque muchas veces se pone a un entrenador que no vale para tíos para algún equipo femenino. ¿Por qué? Lo que hay que saber es de baloncesto, de manejar equipos de élite, de ser un buen profesional.

D.: La reciente agresión a una árbitro en la liga municipal de baloncesto por un chico de 16 años pone de manifiesto que la agresividad y la competitividad generan una tensión con consecuencias infames…

L.P.: Se están desvirtuando muchos valores. Antes, sobre todo en categorías inferiores, ibas a jugar para pasártelo bien; ahora en mi caso, no sólo, porque es, además, mi trabajo. Compartir, el equipo, pasarlo bien, disfrutar… Pero hay gente a la que sólo le sirve ganar. Socialmente la cultura es ésa: ser el mejor, ganar, incluso cuando sólo eres un chico de 12 o 14 años. Esto lo podemos asociar a la cultura masculina: tradicionalmente el hombre ha sido el competitivo, es genético, desde que se iban a cazar el mamut hasta nuestros días. La mujer puede ser presidenta de algo pero no se acepta igual. Tiene que haber más tías que trabajen duramente, las mujeres muchas veces dejan su carrera profesional porque tienen su vida familiar, y hay que cambiar un montón de cosas. Yo voy a jugar hasta que tenga niños, entonces igual me piro.

D.: ¿Cuál es el baloncesto que te gusta a ti?

L. P.: Me gusta mucho con las que estoy jugando, con el Ros Casares Valencia. A mí me gusta bailar un poco entre los conceptos. En este deporte hay unos conceptos, como en la música hay un pentagrama. A mí me gusta interpretar, sobre la marcha. Sobre una base ir construyendo variaciones diferentes, saber adaptarte de la mejor manera. Creo que así se juega al baloncesto. Luego tienes que poner gente que quiere jugar así y que te dejen hacerlo. Tiene que haber un orden y a partir de ahí romperlo atendiendo a esas bases. Para mí sólo hay un baloncesto, y creo que para todo el mundo también, pero hay visiones diferentes.

D.: Primero en el Barça, luego en el Bourges francés, ahora en el Ros Casares de Valencia… ¿el futuro?

L.P.: Progresión. Al Barça le debo mi formación como jugadora, el Bourges ha sido clave en mi vida, cambiar de aires. Un club europeo con mucha tradición, con mucho trabajo, con mucha más organización y respeto al deporte femenino. Han sido dos muy buenos años allí. Ahora me vengo aquí, yo quería un equipo de Euroliga, fuerte y competitivo en Europa. Y llegué al Ros Casares, a tres horas de Barcelona, con paella, sol, playa, una ciudad grande… Estoy muy bien en Valencia. En el futuro, quizá trabajar con algo vinculado con el deporte, estudié Educación Social y me gustaría algo relacionado, pero ya veremos.

D.: El artículo de Oleguer ha desatado mucha polémica, un deportista de alto nivel que opina públicamente de política. ¿No hay espacio para intervenir en la sociedad?

L.P.: No he leído el artículo. El otro día lo discutíamos en el equipo, si estás en el Barça te pagan para ser de una determinada manera y ofrecer una imagen, no para tener una opinión. En el caso de Oleguer, si lo piensas bien, ha vivido toda la vida en Barcelona, el Barça es su club, aunque gane muchos millones él no traiciona sus orígenes. Si hablas de globalización y estás en el Barcelona, tienes que tragar muchas cosas. A mí lo que hizo me parece bien, pero está la contradicción de que cada día tienes que agachar la cabeza y tragarte mil cosas. Puedes ser antisistema, pero estás ahí dentro. Es un poco lo que me pasa a mí: en muchos momentos no sabes si te tienes que callar o decir lo que piensas. Todos somos un poco esclavos de lo que somos y en la medida de lo posible intento dar opiniones. Yo creo que sí se debería poder decir lo que pensamos con naturalidad, ¿por qué los actores pueden?, ¿por su visión más intelectual? A los deportistas nos atribuyen la imagen de tirar una pelota y poca formación; es verdad que como empezamos pronto en general la gente estudia poco, en hombres sobre todo. Las mujeres, al ganar mucho menos, somos conscientes de que esta vida deportiva se acaba rápido y no da para mucho. Me parecería muy bien que más gente tuviera una opinión más crítica. Con lo mediatizado que está el fútbol me parece muy bien que llegue un tío y diga «pues esto está muy mal, debería ser diferente». Para los medios se puede anunciar natillas pero no dar una opinión ni posicionarse, y esto no debería ser así.