En matemáticas suele ser (o cuanto menos solía ser) frecuente la demostración por reducción al absurdo: supongamos lo contrario de lo que queremos probar y veamos si tal supuesto nos conduce a algún desastre contradictorio. Si es así, indirectamente, está justificado lo que queríamos demostrar. Apliquemos este procedimiento demostrativo a lo que nos tiene entre […]
En matemáticas suele ser (o cuanto menos solía ser) frecuente la demostración por reducción al absurdo: supongamos lo contrario de lo que queremos probar y veamos si tal supuesto nos conduce a algún desastre contradictorio. Si es así, indirectamente, está justificado lo que queríamos demostrar.
Apliquemos este procedimiento demostrativo a lo que nos tiene entre manos: la ausencia de IU en la recepción del rey Felipe VI el breve (¿se acuerdan de la atmósfera que se respiraba en la capital del reino el día de su coronación?) en el Parlamento Europeo. ¿Qué habrá dicho de ello una fuerza tan sistémica, tan servil, tan vomitivamente borbónica como El País de don Cebrián, don ex Gas Natural y los fondos buitres de inversión?
Basta leer el editorial «Retroceso de décadas» del pasado jueves para comprobarlo. El subtítulo: «El boicoteo al Rey de España certifica el infantilismo como enfermedad política de IU». Veamos con detalle.
Izquierda Unida, se señala, «amenaza intermitentemente con romper el consenso sobre elementos básicos de la Constitución, incluida la monarquía». Está en su derecho, se afirma, ellos son siempre muy libres, «de insistir en esa línea, como lo hacen varios de sus dirigentes y exdirigentes». Pero, siempre hay peros para los del País en estos temas, «negarle el saludo al rey en su visita a Bruselas, además de una evidente falta de educación, no les permitirá avanzar un ápice en la dirección reivindicada». ¿Falta de educación? ¡Cómo si se tratara de un asunto no político y los eurodiputados de IU fuesen gente poco afable y poco cortés, vamos, unos brutos! ¿Por qué nos creen tan estúpidos?
Por el contrario, añaden en clave leninista-reaccionaria (que también puede ser), «explica mucho del infantilismo como enfermedad de IU». La que hasta ahora, recuerdan, era la tercera fuerza política española «se está ganando a pulso la candidatura de convertirse en una opción marginal». Allí precisamente donde ellos, entre otros, la quieren situar. Ha dicho NO y eso se paga.
Por si cabe alguna duda de ello, prosiguen, «conviene analizar la actitud de Pablo Iglesias, líder del partido que más se ha distinguido por sus críticas rotundas al régimen del 78 y claro aspirante a hacerse con los votantes de IU. Iglesias ganó por la mano a la formación encabezada por Cayo Lara y Alberto Garzón. Cierto que el dirigente de Podemos exhibió un par de peculiaridades (el atuendo informal, el regalo de Juego de Tronos a Felipe VI), pero participó tranquilamente en el acto. Al hacerlo se convirtió en protagonista de los comentarios en los medios informativos y las redes sociales, mientras que la comunicación política pretendida por IU pasó del todo inadvertida». No entro en el elogio envenenado a Podemos y Pablo Iglesias (¿no debería hacerles pensar?), que no fue además -¡vaya por Dios!- con atuendo formal, pero es más que significativa la posición de El País: lo esencial es el servilismo borbónico y luego todo lo demás, aunque el agente servil sea un enemigo declarado.
El boicoteo resulta más significativo, añaden, «por el hecho de que el PCE reconoció a la monarquía en los momentos más críticos de la transición de España a la democracia, cuando aquella fuerza -hoy integrada en IU- estaba liderada por Santiago Carrillo». Por no hablar de fallecidos, basta con señalar, para matizar lo apuntado y deconstruirlo, que la aceptación de la monarquía por parte del PCE (que no justifico, creo sinceramente que se equivocaron cuando, admito, no era fácil aceptar y los tiempos no eran precisamente muy apropiados para la lírica), la aceptación, decía, se hizo con un cañón cargado apuntado la yugular de la formación. O eso o a por vosotros, muertos y asesinados incluidos en el paquete. No hace falta recordar la desesperación de muchos militantes y simpatizantes cuando se les vio con la bicolor. Las heridas no se han cerrado del todo.
En 1978, se insiste, «esta misma formación participó del consenso constitucional, que supuso sacrificios, cesiones y respeto mutuo, eso que hoy se echa tanto de menos». ¿Cesiones y respeto mutuo? ¿Sacrificios de quiénes? ¿Más sacrificios y cesiones? ¿Lo damos todo, lo cedemos todo? Criticar al régimen del 78, aseguran, «no tiene nada que ver con negarse a asistir a un acto protocolario con el jefe del Estado». ¿Y eso por qué no? ¿Porque lo dicen ellos, una encarnación perfecta del Verbo divino irrefutable?
Tampoco estuvieron presentes, concluyen, «los eurodiputados de diversas formaciones nacionalistas, pero sus actitudes responden a una lógica distinta a la de quien pretende jugar un papel en el conjunto de España». Lo sucedido, por supuesto, el global-imperial-borbónico es el global-imperial-borbónico, «no empaña la jornada vivida por el rey en las instituciones europeas, a las que visitaba por primera vez como jefe del Estado, ni la invitación expresa que le ha hecho la Eurocámara para hablar a los parlamentarios en una sesión solemne». Hechos, remarcan, más importantes para el europeísmo de España -¿de qué europeismo estarán hablando?- que el boicoteo de algunos diputados. Otra patada. Dicho y escrito.. y punto y aparte.
En síntesis, están más que molestos y han actuado golpeando. Demostrado está pues: IU hizo muy bien. Eso sí, no le van a perdonar su negativa a formar parte de las formaciones y colectivos que han diseñado una nueva restauración borbónica con tres o más partidos en escena y con los poderes de siempre en la sombra. O con nosotros o contra ti.
Muy bien por IU y por el PCE: no deben contar con ellos, nunca más, para este tipo de transformismos. Con ellos que no cuenten para sus cuentas. Sabemos el resultado. Lo estamos viviendo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.