Valcarca es el nuevo hogar de una familia siria. Tanto su historia como la del pueblo de 200 habitantes reflejan un abandono institucional.
En un pueblo de doscientos habitantes es muy sencillo saber de la gente. Por eso en Valcarca (Huesca), como todo el mundo se conoce, todo el mundo se saluda. Como en muchas otras de la España vaciada, en esta población altoaragonesa las llegadas de nuevos pobladores se reciben con los brazos abiertos. En noviembre, acogieron a Amina (40), Ali (46) y sus ocho hijos, procedentes de Siria. Desde entonces y gracias a ellos, las calles están más llenas, los columpios más ocupados y la escuela ha podido mantenerse abierta.
La calle Mayor da acceso al centro neurálgico de Valcarca: la Plaza de España, que alberga la escuela, la iglesia –con su imponente nido de cigüeñas– y el único bar. En esta rúa vive la familia de Amina y Ali, en la típica vivienda de pueblo, con sus varios pisos y su hogaril en el salón.
Una de las hijas, Lara, a sus 17 años, traduce a su padre las palabras que le cuesta entender. De fondo, el sonido de la tele con el típico western que emiten siempre a la hora de la siesta en Aragón TV. Parece que se han adaptado bien.
La familia de Amina y Ali son una parte muy pequeñita de ese gran contingente de personas que se han visto obligadas a vivir lejos de sus hogares debido a guerras, violencia y graves violaciones de sus derechos fundamentales: 79,5 millones, el 1% de la población mundial y el número más alto jamás registrado por ACNUR. El primer país emisor de refugiados, más de seis millones y medio –la mayoría en los países del entorno– es precisamente Siria, donde la guerra se alarga ya más de nueve años.
Al enterarse de que su destino era una pequeña localidad, un sitio que les daba la oportunidad de conocer más profundamente la cultura española, se alegraron, recuerdan. Después de haber pasado por capitales como Almería y Huesca, querían vivir la realidad de un pueblo. “Nos pareció muy bonito trasladarnos aquí”, explica Ali que, aún así, lamenta la escasez de alternativas de ocio infantil. “En las ciudades hay más actividades, aquí van a la pista de fútbol o al local social, pero en clase son cinco hermanos solo con otra compañera”.
La escuela de Valcarca no hubiera continuado funcionando sin la llegada de esta familia. “Por eso nos eligieron para esta casa”, explica Lara, que cuenta que el Ayuntamiento les comunicó que, de no ser por ellos, se hubiera visto obligado a prescindir de este servicio fundamental.
Las campañas de desinformación y odio de la extrema derecha a las personas refugiadas y la tradición mayoritariamente conservadora de los entornos rurales podría llevar a imaginar prejuicios por parte de los vecinos. En los casi cinco meses que llevan viviendo en Valcarca no han tenido, sin embargo, ningún problema. “Nadie nos molesta y no molestamos a nadie”, cuenta Lara.
Como a tantas otras familias, acceder a una vivienda se había convertido en el gran problema de Amina y Ali. Durante su año en Huesca, la imposibilidad de conseguir un alojamiento capaz de albergar a todos a un precio asumible les obligó a buscar otras alternativas. “Era imposible, todas eran pequeñas, de dos o tres habitaciones como máximo”, cuenta el progenitor. En Valcarca, el Ayuntamiento de Binaced –municipio al que pertenece– les ofreció una casa que se adecuaba a sus necesidades. Además, el consistorio incorporó a Ali como parte del equipo de mantenimiento municipal. Ahora trabaja como jardinero, y reconoce la labor de apoyo que ha hecho el pueblo: “Sin su ayuda hubiera sido mucho más difícil”.
A Lara le alegra poder estudiar en el Instituto Sierra de San Quílez, de Binéfar, la población cercana más importante. La dura trayectoria de la familia, obligada a pasar por países como Grecia, Alemania o Bélgica, ha complicado la escolarización de los niños. A esto se le suman dificultades como no tener un ordenador o internet en casa. Intentan remediarlo acudiendo a la biblioteca, pero esta solo abre dos tardes a la semana. Lara, va dos cursos por detrás de lo que le correspondería, mira su su futuro con incertidumbre, pero también con ilusión. Quiere continuar sus estudios y convertirse en técnica en farmacia.
Unos municipios encantados con sus nuevos vecinos
Que la familia de Ali y Amina haya encontrado una cierta estabilidad ha sido también muy importante para Valcarca. “Es un pueblo acogedor que, en los últimos años, ha recibido a gente de fuera”, explica María Pilar Cardona, concejala en el Ayuntamiento de Binaced, que estaba convencida de que no habría problemas. Lamenta, sin embargo, que la pandemia haya impedido la celebración de fiestas o más reuniones, que, dice, son “una buena manera de relacionarse en estos pueblos y una ocasión para integrarse”.
La necesidad de Valcarca resultaba imperiosa: “En el Ayuntamiento queríamos intentar, por todos los medios, mantener el colegio abierto. Por eso decidimos adquirir una vivienda que reuniera todas las condiciones de habitabilidad”, relata Cardona, que también señala que se encargaron de que los nuevos vecinos tuvieran servicios de la asistencia social de la Comarca del Cinca Medio, Cáritas y Cruz Roja”.
Aun con todos estos esfuerzos, reconoce que frenar la despoblación es una asignatura pendiente que comparten numerosas provincias: “Es complicado, aunque esta es una zona privilegiada por la cercanía a municipios grandes con todos los servicios, y también por la oferta de trabajo que hay”. Esta región altoaragonesa cercana a la Franja ha sido uno de los lugares menos afectados por la crisis económica. Cuenta con una sólida infraestructura de industria cárnica, con dos de los mataderos más importantes de Europa en Binéfar, a solo seis kilómetros. Pero esto no es suficiente, y Cardona pone el foco en la necesidad de ofrecer mayores servicios y aumentar la oferta de vivienda.
La alegría también la comparten quienes llevan en Valcarca toda una vida. Cerca de la pista de fútbol, allí donde se coloca la orquesta durante las fiestas patronales, pasean Jesús y Concepción, una pareja cerca de cumplir noventa primaveras. Lo hacen acompañados de su veterana perreta Zara, de 19 años. “Igual es hasta más mayor que tú”, bromea Jesús.
La iniciativa les parece estupenda. “Han venido y han llenado la escuela”, dice Concepción. “Estaba a punto de cerrar. Los dos últimos años solo tenía dos alumnos, y ahora solamente quedaba una”, añade Jesús. Lo que más les gusta es ver jugar a los niños en la pista a la hora del recreo: “Le da vida al pueblo, y eso es lo principal”.
Una escuela salvada
Al lado de la iglesia, se sitúa el acceso al edificio del Centro Rural Agrupado El Trébol en Valcarca. En esta escuela de dos aulas –una de las cuales está completamente vacía– enseña Silvia, la profesora de los seis alumnos. Después de dos largos meses con una sola estudiante, pensaba que iban a tener que cerrar: “Dependíamos de que llegara una familia”.
Ahora, los niños ríen y revolotean por la clase mientras apuran los últimos minutos antes de las vacaciones de Semana Santa. Silvia aprecia el esfuerzo que están haciendo los hijos de Amina y Ali para ponerse al día y superar las lagunas de una escolarización discontinua debido al cambio constante de países. “Les encanta el cole. Hoy estábamos recuperando clases por las que perdimos durante Filomena y tan contentos”, cuenta.
Aunque en el pueblo hay cuatro niños más en edad escolar, algunos padres deciden llevarlos al colegio en las poblaciones cercanas en las que trabajan. “Es el problema que tiene Valcarca”, señala. Si la escuela se hubiera cerrado, habría sido más difícil atraer a nuevos vecinos porque “las familias buscan comodidad”.
“Una vez cerrada y con la cercanía de Binaced hubiese sido muy difícil reabrirla en el futuro y ya se sabe que cuantos más servicios podamos ofrecer, más sencillo será que vengan nuevas familias”, coincide Cardona.
Si en algo se parecen la situación de los refugiados con la de la mayoría de pueblos de la España Vaciada es en su abandono por parte de las instituciones. En el primer caso, las ONGs se ven cada vez más desbordadas sin que haya alternativas sencillas. En 2020, tal y como se recoge en el informe anual de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior solo aprobó 5.758 solicitudes de asilo, el 5% de las presentadas, un porcentaje muy lejos de la también insuficiente media europea (33%). En el segundo, la falta de servicios y de posibilidades de empleo empuja a la juventud a marcharse en la mayoría de los casos. La esperanza llega de la mano de iniciativas ciudadanas como la Revuelta de la España Vaciada que, a dos años de su nacimiento, ha puesto ya sobre la mesa la posibilidad de constituirse como partido político. Ocurra o no, estas dos realidades coinciden en reunir a muchas personas cuyas voces se escuchan menos que las que proceden de despachos o capitales.
Fuente: https://ctxt.es/es/20210501/Politica/36054/refugiados-siria-Valcarca-despoblacion-CEAR.htm