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Enfocar la Cooperación Internacional hacia la igualdad de género

Fuentes: Pueblos

Han pasado doce años desde que supiéramos de manera generalizada que tendemos hacia la feminización de la pobreza [1] y que para superar la discriminación contra las mujeres, lograr una mayor igualdad e incluso mejorar la calidad de la cooperación para el desarrollo, es necesario realizar políticas específicas de género, además de, simultánea y complementariamente, […]


Han pasado doce años desde que supiéramos de manera generalizada que tendemos hacia la feminización de la pobreza
[1] y que para superar la discriminación contra las mujeres, lograr una mayor igualdad e incluso mejorar la calidad de la cooperación para el desarrollo, es necesario realizar políticas específicas de género, además de, simultánea y complementariamente, planificar e implementar el resto de las políticas públicas según esta perspectiva.

Sin embargo, existe la preocupación sobre si se está avanzando en que las políticas de cooperación asuman como eje transversal los contenidos de género o si, por el contrario, las políticas de género son «un florero», un adorno que embellece y que queda bien cuando hablamos de políticas de cooperación.

En la última década se han realizado muchos e importantes avances en materia de género, si bien es conveniente analizar, por una parte, las políticas específicas de género y, por otra la transversalidad de género, como estrategias diferenciadas aunque complementarias, para poder matizar cuáles están siendo los avances y limitaciones del enfoque de género en la cooperación internacional.

Hemos avanzado mucho, primeramente en la sensibilización sobre la necesidad de una perspectiva de género en la cooperación internacional, dedicando muchas ilusiones, bastantes esfuerzos y menos recursos a difundir y dar a conocer lo que significaba género, igualdad de género y transversalidad de género (gender mainstreaming) en las políticas públicas, especialmente en las de cooperación internacional para el desarrollo. La divulgación de las cifras del aumento de la desigualdad entre mujeres y hombres es fundamental para confrontar la ineficiencia y mala calidad de las políticas de cooperación internacional.

Pasos adelante: incorporación en las agendas

Parece evidente que los asuntos de género están en las agendas de las entidades de cooperación. El ejemplo más significativo es la definición de la Estrategia Sectorial de Género de la Dirección General de Planificación y Evaluación de Políticas de Desarrollo (DGPOLDE). También encontramos campañas de sensibilización específicas, como «Múevete por la igualdad», promovida por un consorcio de ONGD, o las reuniones y encuentros de mujeres africanas o latinoamericanas (como los patrocinados por la Fundación Carolina y el Instituto de la Mujer), por ejemplo, además de multitud de proyectos de género impulsados por diferentes entidades. Por tanto, se avanza en la puesta en marcha de acciones específicas para mujeres, lo que en el mejor de los casos se traduce en políticas de género en sectores específicos (salud, educación, justicia, entre otros), dirigidas a mejorar su situación en dichos ámbitos y contribuir a su empoderamiento.

Sin embargo, también es cierto que, en no pocas y desatinadas ocasiones, englobadas en las políticas de género se siguen promoviendo proyectos para mujeres bajo el enfoque de Mujeres en el Desarrollo (MED), que no contribuyen a su empoderamiento sino a la utilización del tiempo reproductivo de las mujeres para la gestión de proyectos asistenciales que en nada ayudan a superar la desigualdad de género y que, por el contrario, incrementan su carga de trabajo y, en definitiva, su empobrecimiento.

En este sentido, es fundamental reconocer que las buenas políticas de género necesitan de la participación de expertas en género y de investigaciones específicas, así como de más recursos económicos que los que se están dedicando en la actualidad, para que una parte importante de la financiación se dirija a promover y fortalecer los movimientos de mujeres en los países del Sur.

Reto y responsabilidad

Por otra parte, si prestamos atención al reto de hacer realidad la transversalidad de género, podemos apreciar que continuamos en el mismo punto que hace tiempo: continúa siendo precisamente eso, un reto. El discurso está muy difundido y el compromiso formal asumido, pero existen serias resistencias para su materialización.

La transversalidad de género es responsabilidad de todas y cada una de las personas que participamos en la cooperación internacional, hombres y mujeres. Se necesitan expertas que apoyen, formaciones que capaciten y metodologías e instrumentos que permitan la aplicación del enfoque de género, pero, en definitiva, todos y todas tenemos de nuestro lado la responsabilidad social de realizar nuestras funciones con esta perspectiva.

Los diferentes actores de la cooperación internacional para el desarrollo están viviendo el proceso de la transversalización de género de maneras diferentes y a distintos ritmos. Hay ONGD que han dado grandes pasos en este sentido, así como organismos gubernamentales que no tienen claramente recogida esta prioridad en su política formal.

Sin embargo, es preocupante que una significativa mayoría de personas vinculadas a la cooperación internacional no perciban diferencias sustanciales entre las políticas de cooperación de antes (sin perspectiva de género) y las de ahora (¿con perspectiva de género?) No se están utilizando sistemáticamente los instrumentos necesarios para medir y manejar el impacto de género de las actuaciones de cooperación ni se están experimentando los cambios organizacionales necesarios en las políticas, la estructura y la cultura organizacional de las entidades facilitadoras de la cooperación, cambios que dan cuenta de la institucionalización de esta perspectiva.

Esta ausencia de perspectiva se refleja también, por ejemplo, en que los principios de la Declaración de París [2] no están pensados para contribuir a una igualdad de género. Entonces, ¿de qué mejora de eficiencia y calidad de la cooperación estamos hablando? Otro ejemplo está en el informe noruego [3] «Lesson from Evaluations of Women and Gender Equality in Development Cooperation», que da cuenta de la debilidad de la institucionalización de las actividades, la falta de recursos y la deficiente evaluación de resultados en relación a las estrategias de transversalización de género en diferentes organismos multilaterales y bilaterales como las agencias noruega y sueca, la Comisión Europea, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o el Banco Mundial (BM).

En el caso español se han ido produciendo avances como la definición de una estrategia de género en la cooperación, si bien hace falta tanto más investigación aplicada como la difusión de ésta. Esto permitiría conocer experiencias concretas, pues la información de lo realizado por los agentes facilitadores no se encuentra fácilmente disponible para poder hacer una valoración general. Desde hace años la igualdad de género es muy importante a nivel retórico pero necesita llegar a ser principio rector de la cooperación, especialmente en la coherencia de políticas de los donantes, en temas tan interrelacionados y sensibles para el desarrollo como la política comercial, la de inmigración, la política exterior y seguridad común o la pesquera y agraria, entre otros auntos, para que no se estén vaciando por un lado los esfuerzos que se ponen en otro.

En definitiva, ni las políticas de género son un florero, ni hemos llegado a la transversalización generalizada. Aún nos queda enfocar la cooperación internacional hacia la igualdad de género, que es responsabilidad de cada cual para no contribuir más a la feminización de la pobreza.

Notas:

[1] Chant, Sylvia (2003). New Contributions to the Analysis of Poverty: Methodological and Conceptual Challenges to Understanding Poverty from a Gender Perspective. Unidad Mujer y Desarrollo- CEPAL, Santiago de Chile.

[2] Más de noventa países aprobaron en 2005 la Declaración de París con el fin de aumentar la eficacia de la Cooperación para el Desarrollo.

[3] Aasen, Berit (2006), Lessons from Evaluations of Women and Gender Equality in Development Cooperation. Norwegian Agency for Development Cooperation. Synthesis Report 2006/1, Oslo.

* Paula Cirujano es doctora en Sociología, especializada en Género y Cooperación Internacional. Consultora externa para la Dirección Xeral de Cooperación Exterior de la Xunta de Galicia. Publicado originalmente en el nº 30 de la revista Pueblos, febrero de 2008, especial COOPERACIÓN.