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Entrevista a ETA

Enseñan las uñas

Fuentes: javierortiz.net

Confieso que me aburrí soberanamente ayer leyendo la larga entrevista de Gara con dos portavoces de ETA. No porque estuviera mal hecha -el periodista planteó todas las preguntas que eran de rigor-, sino por la falta de vigor y de frescura argumental de las respuestas, formuladas en un tono evasivo, plano y frío, lleno de […]

Confieso que me aburrí soberanamente ayer leyendo la larga entrevista de Gara con dos portavoces de ETA. No porque estuviera mal hecha -el periodista planteó todas las preguntas que eran de rigor-, sino por la falta de vigor y de frescura argumental de las respuestas, formuladas en un tono evasivo, plano y frío, lleno de los latiguillos burocráticos que acostumbran a utilizar los politicastros al uso.

Hace años escribí ya sobre la derrota ideológica que revela la adopción del lenguaje del enemigo. Tal se diría que los dirigentes de ETA envidiaran a las autoridades del Estado y quisieran parecer a su altura. La jerga envarada, oscura y pedantona de los politiqueros está para tratar de impresionar al pueblo llano y darse aires de superioridad, no para identificarse con él. (*)

Pero es que, unido a cómo lo dicen, está lo que dicen. Y lo que dicen a mí me da la impresión de haberlo leído ya media docena de veces. Son estupendos, todo les va de cine y tienen al Estado rodeado. Pues, oye, qué suerte.

Hay en la entrevista -en lo que dicen en ella los de ETA y en el hecho mismo de haberla concedido- una aparente incoherencia de fondo. Es aparentemente incoherente que quien asegura que la discusión de los problemas políticos es competencia exclusiva de «los agentes» (¡vaya un término!) se ponga a interferir en ella pontificando sobre esto, lo otro y lo de más allá.

Si crees que lo tuyo es quedarte al margen, te quedas al margen bien calladito y ya está.

Tiendo a suponer, entonces, que la entrevista persigue objetivos no del todo manifiestos. E, imaginando esos posibles motivos, me digo que cabe que ETA haya creído oportuno enseñar algo las uñas, a la vista de que, en lo que llevamos de «proceso» -otro latiguillo- ella ha cedido en bastante sin recibir de momento nada de nada a cambio. Nada, al menos, que pueda exhibir en público como una compensación.

¿A qué me refiero con lo de «enseñar las uñas»? A dar a entender que, según y cómo, el alto el fuego puede no ser definitivo. A reservarse la posibilidad de seguir reclamando el «impuesto revolucionario». A mostrarse neutral ante los actos de kale borroka que se han producido o que puedan producirse de ahora en adelante, negándose a desautorizarlos.

Si ése es el mensaje, el Gobierno haría bien en comprender que no sólo tiene que cubrirse las espaldas ante el PP y los medios de comunicación que le son afines (al menos en este asunto); que también debe dar pasos que permitan a los dirigentes de ETA mostrar ante su base social que lo suyo no es una rendición pura y dura. Porque, de lo contrario, ellos también pueden verse sometidos a una presión difícil de aguantar.

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(*) Alguna vez he puesto como ejemplo de esto mismo, pero en sentido contrario, el modo de expresarse del subcomandante Marcos, cabeza visible del EZLN mexicano. Al margen de que uno esté más o menos de acuerdo con lo que dice, y que lo esté siempre o no siempre, me parece evidente que Marcos hace un esfuerzo muy estimable por no adoptar la jerga distante y oligárquica de los políticos del establishment y expresarse en un lenguaje llano. De calidad, porque es hombre de letras, pero vivo y llano.