Chile fue el único país, de los que tuvieron dictaduras militares en el cono Sur, en el que las fuerzas de la dictadura se reciclaron hacia un partido político, reivindicaron el período dictatorial y se constituyeron en fuerza casi mayoritaria durante el período democrático. En todas las elecciones, el bloque de partidos pinochetistas siempre consiguió […]
Chile fue el único país, de los que tuvieron dictaduras militares en el cono Sur, en el que las fuerzas de la dictadura se reciclaron hacia un partido político, reivindicaron el período dictatorial y se constituyeron en fuerza casi mayoritaria durante el período democrático. En todas las elecciones, el bloque de partidos pinochetistas siempre consiguió una proporción alta de votos. En dos ocasiones fue derrotado por menos del 5 por ciento de los votos.
La oposición a la dictadura, después de la derrota de las organizaciones clandestinas – MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y Frente Manuel Rodríguez – fue liderada por la alianza entre los partidos Demócrata Cristiano y Socialista, antes enemigos, porque éste, el partido de Allende, y aquél, el de Eduardo Frei Montalva, apoyaba el golpe militar. Para eso, el PS tuvo que romper su alianza histórica con el Partido Comunista y organizar la llamada Concertación, con el Partido Demócrata Cristiano, en consonancia con el fenómeno internacional del reciclaje del Partido Socialista y Social-Demócrata hacia el neoliberalismo.
De esa forma, cuando Pinochet perdió en 1988 el referéndum sobre su reelección, que él mismo había convocado, un año después la Concertación consiguió elegir a un demócrata cristiano, Patricio Aylwin – ex dirigente de la oposición más extrema al gobierno de Allende – como presidente de su partido, el primer presidente civil desde el golpe militar de 1973.
La Concertación mantuvo la política económica de la dictadura militar, que había conquistado el apoyo del gran empresariado chileno, basado en una política de apertura económica, de un modelo primario exportador y de un Tratado de Libre Comercio – que un gobierno posterior de la Concertación, entonces presidido por un socialista, Ricardo Lagos – firmó con Estados Unidos, lo que impide a Chile participar en el Mercado Común del Sur (Mercosur), entre otras consecuencias. Trató de amainar los duros efectos sociales de la dictadura pinochetista, que habían llevado a Chile de uno de los países menos desiguales del continente a uno de los más desiguales. Entre tanto, mantuvo las políticas de libre comercio, en el marco del neoliberalismo implementado por Pinochet.
Después de Aylwin, fue electo Eduardo Frei Ruiz Tagle – hijo del ex presidente Eduardo Frei Montalva, hasta que los socialistas eligieron a los dos presidentes siguientes de Chile – Ricardo Lagos y Michelle Bachelet – sin que se operase algún cambio sustancial en la política implementada hasta allí por los presidentes demócrata cristianos.
Cuando se eligió a Bachelet, de la misma forma que su antecesor, por un margen muy estrecho sobre el candidato de las fuerza neo pinochetistas, ella sufrió un gran desgaste al implementar un plan, heredado de Ricardo Lagos, que pretendía transformar radicalmente el transporte urbano de Santiago simultáneamente, en un único día. Los resultados fueron catastróficos durante muchos meses, al que se sumaron movilizaciones de los estudiantes secundarios, de los pequeños productores mineros y de los pueblos mapuches, provocando un descenso a niveles muy bajos del prestigio de la presidente.
Recientemente, a pesar de tener un ministro de Economía al estilo Chicago boys, conforme llegó la crisis internacional, Bachelet fue recuperando el apoyo al implementar medidas compensatorias frente a los efectos sociales más graves de la crisis, como una corrección parcial de Previsión Social y bonos para los sectores más afectados, para terminar su mandato con un índice de apoyo similar al de Lula.
No obstante, la sucesión se presentaba difícil, dado que la Concertación nunca consiguió imponer a la derecha una gran derrota – uno de sus mayores fracasos políticos – reapareciendo nuevamente Sebastián Piñera como fuerte candidato a sucederla. Piñera tiene una de las mayores fortunas del país, enriquecido durante la dictadura de Pinochet, cuando su hermano y socio, José Piñera, ex ministro de Trabajo de la dictadura, implementó por primera vez en el continente la malhadada «flexibilización laboral». El grupo Piñera, entre otras grandes empresas chilenas agresivamente expansivas en Chile y en el exterior, es propietario de Lan Chile (así como de Lan Perú, que hizo la oferta para comprar la Varig, antes de que la Gol arremetiera), además del Colo Colo (aunque simpatizante de otro club, compró la mayor parte de las acciones del equipo más popular de Chile), y de un canal de TV.
Con Piñera como favorito, la Concertación pensó que tenía que apelar a un candidato con una imagen más moderada que la de un socialista y convocó al ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle como candidato. Como resultado de ese paso audaz y timorato, salieron del Partido Socialista otras tres candidaturas, revelando el descontento con la posición de la dirección del partido. Entre ellas, la de un ex ministro de Allende, Jorge Arrate, apoyado por el Partido Comunista, y Marco Enríquez Ominami, hijo biológico del máximo dirigente del MIR, Miguel Enríquez, y una relación con una periodista, que fue adoptado por quien se casó con ella, Carlos Ominami, ex militante del MIR expulsado por haberse asilado, que luego pasó al PS, donde fue ministro neoliberal de economía.
Arrate terminó logrando poco más del 6 por ciento de los votos, Marco llegó al 20 por ciento, con una imagen renovada, una especie de tercera vía, muy apreciada por la cobertura de la prensa (en Chile prácticamente toda de derecha), en la creencia de que robaría votos a la Concertación.
En el primer turno, Piñera obtuvo el 44 por ciento contra un poco menos del 30 por ciento de Frei. Ese ha sido el resultado histórico de la derecha; a diferencia de que esta vez, el candidato de la Concertación tiene, ampliamente, el peor resultado de la coalición y no podrá contar con gran transferencia de votos – las encuestas estiman un 3 por ciento de los otros candidatos. Esto significa, que ni siquiera la decisión del PC y de Arrate de apoyarlo aseguran que los votos obtenidos por ellos sean canalizados hacia Frei en el segundo turno. Menos todavía los de Enríquez Ominami, que liberó a sus electores.
Así, se avecina, según todos los indicios, un retorno de la derecha al gobierno de Chile, como uno de los resultados de las políticas de la Concertación, de conciliación con el modelo heredado de Pinochet, sin siquiera haber convocado a una Asamblea Constituyente para permitir que Chile tenga una Constitución democrática y no un remedo de aquella que impuso la dictadura; ni tampoco lograr un apoyo popular muy amplio, de tal forma que grandes sectores de origen pobre votan por el candidato neo pinochetista. Cuatro mandatos – un total de veinte años – de candidatos de la Concertación, dos de los cuales presididos por socialistas chilenos, desembocan, probablemente, en un fracaso con la devolución del gobierno al (neo) pinochetismo, sin haber roto con el modelo económico y conseguido desarticular la derecha originaria de la dictadura militar. Chile, mostrado por las instituciones financieras internaciones como el modelo supuestamente bien logrado de implementación de las políticas de libre mercado, vuelve a manos de los que la formularon e implementaron durante la dictadura pinochetista.
Emir Sader es director ejecutivo de Clacso y miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
Traducción para www.sinpermiso.info: Carlota Mendoza