El guitarrista Eric Clatpon, considerado como uno de los más grandes instrumentistas de la historia del rock, coronado por la revista Rolling Stone como uno de los mejores músicos de todos los tiempos, acaba de vender setenta de sus guitarras (todas ellas con su historia partícular a cuestas) en una subasta celebrada en los locales […]
El guitarrista Eric Clatpon, considerado como uno de los más grandes instrumentistas de la historia del rock, coronado por la revista Rolling Stone como uno de los mejores músicos de todos los tiempos, acaba de vender setenta de sus guitarras (todas ellas con su historia partícular a cuestas) en una subasta celebrada en los locales de la agencia Bonhams de Nueva York, celebrada simultáneamente a través de Internet con Los Ángeles y Londres.
El que fuera fundador de The Yardbirds (1963) y Cream (1966, junto a Jack Bruce y Ginger Baker) antes de comenzar su carrera como solista, fue víctima temprana de adicciones a drogas como la cocaína, el alcohol y la heroína, lo que le llevó en varias ocasiones a plantearse su enfermedad como incurable, para lo que emprendió una decidida batalla que finalizó con éxito en 1998, tras haberlo intentado desde 1987 en diferentes centros de desintoxicación de medio mundo, tratado con distintas terapias que no dieron el fruto esperado.
Eric, apodado cariñosamente Slowhand (mano suave, lenta), por la delicadeza con la que toca la guitarra, logró sus mayores triunfos con temas propios y ajenos, como I Shot de Sheriff (Bob Marley) o el instrumental Layla (de su autoría), al lado de canciones cuyo argumento contenía retazos de su propia vida, como el caso de Tears in Heaven, canción motivada por la trágica muerte de su hijo Connor en 1991, que cayó a la calle desde la planta 45 del edificio donde residía. Otro singular ejemplo (aunque original del músico norteamericano JJ Cale), fue la titulada precisamente Cocaine, cuya letra decía, entre otras cosas: «Si quieres quedarte un rato, has de tener cocaína; si quieres deprimirte hasta caer al suelo, cocaína. Ella no miente. Si tienes malas noticias, quizá te agrade deshacerte en la tristeza. Cocaína. Cuando el día se acaba y tienes ganas de escapar, cocaína»
A los 65 años de edad, esta leyenda viva del rock acaba de separarse de setenta de sus mejores guitarras, en una subasta de corte caritativo que llevó a la sala donde se celebraba la puja a decenas de aficionados, mitómanos y empresarios, teniendo en línea a miles de fans y coleccionistas. El monto económico conseguido rompió todas las cifras previstas.
La subasta incluyó numerosos ejemplares de la Stratocaster, que el guitarrista británico alternaba en el escenario con regularidad. De ellas, un modelo lacado en negro que Clapton utilizó en el histórico Reencuentro de Cream, en el Royal Albert Hall londinense, que se repitió a las pocas semanas en el Madison Square Garden de Nueva York en 2005. Otra de la misma marca, firmada por el guitarrista, alcanzó los 51.000 dólares. Una Gibson de 1948, de cuerpo hueco, logró llegar a los 83.000 dólares, aunque partía de 30.000.
Una guitarra acústica Martin, de 12 cuerdas, con la que Eric había grabado el espiritual Motherless Child, comenzó con una oferta de 10.000 dólares, llegó hasta los 70.000, mientras que una réplica de la Stratocaster «Blackie», imprescindible para el músico a finales de los años sesenta, fue comprada por 30.000. Debo precisar que la Blackie auténtica ya había sido adquirida en 2004 por la cadena de tiendas Guitar’s Center, especializada en instrumentos valiosos, por la cantidad de ¡¡ 959.500 dólares ¡!, que en aquella ocasión no fueron a parar a una organización caritativa, sino al propio bolsillo del músico británico, que en estaba atravesando un mal momento económico.
La subasta incluyó igualmente docenas de los amplificadores de Clapton, guitarras de Jeff Beck y Joe Bonamassa, e incluso un amplificador de lámpara, marca Supro, que había sido utilizado por Jimmy Page en el segundo álbum de Led Zeppelin.
No es la primera vez que Eric Clapton ofrece sus pertenencias en subasta pública. Ya en 1999 se llevó más de 5 millones de dólares, vendiendo objetos como vajillas, prendas de vestir, teléfonos móviles, pianos, partituras, discos, colecciones propias; y cinco años más tarde, en 2004, donó más de 7 millones, obtenidos por material de procedencia idéntica, al centro Crossroads, donde Eric logró recuperarse de sus adicciones a las drogas duras en 1998. La clínica está ubicada en la isla de La Antigua (que junto con Barbuda forman un pequeño país, situado entre el mar Caribe y el oceáno Atlántico) a donde también van destinados los millones procedentes de esta última puja de Bonhams.
Los ciudadanos drogodependientes de USA o Gran Bretaña, están de suerte. La sanidad pública de sus países no parece estar dispuesta a financiar ese tipo de centros de desintoxicación, en los que curar a miles de jóvenes atrapados en el alcohol, la cocaína, heroína u otras sustancias de diseño.
Resulta mucho más interesante, además de llamativo, utilizar este tipo de donaciones procedentes de artistas de la talla de Clapton, esperando que la sensiblería que despierta este tipo de subastas, oculten la lacra terrible de una sociedad, que ha de esperar a que una figura del rock emprenda iniciativas similares, para conseguir dinero con el que sanar enfermos.
Personalmente, estoy en contra de quienes contribuyen a lavar la conciencia de gobiernos, que no cumplen con sus obligaciones para con la ciudadanía, como de aquellos que apadrinan niños en el tercer mundo, de quienes por encima de sus nobles propósitos e intenciones, ignoran el daño que causan. Donde hay caridad, no hay justicia.
Eric Clapton es uno de ellos. Inmenso guitarrista. Lamentable como ciudadano.
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