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Ernesto Cardenal y el caracol de la sagrada palabra

Fuentes: La Jornada Morelos y El Clarín de Chile

Ernesto Cardenal, después de abandonar la Trapa, pasó al monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca, México (era 1959, se quedará dos años enclaustrado, escribiendo Reminiscencias de la Trapa, el libro Vida en el amor y el poema El estrecho dudoso). Mario Benedetti; La Mañana, Uruguay 1961. Afuera del Palacio de Bellas […]

Ernesto Cardenal, después de abandonar la Trapa, pasó al monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca, México (era 1959, se quedará dos años enclaustrado, escribiendo Reminiscencias de la Trapa, el libro Vida en el amor y el poema El estrecho dudoso).
Mario Benedetti; La Mañana,
Uruguay 1961.

Afuera del Palacio de Bellas Artes, la alegría de los campamentos «voto por voto», la resistencia civil contra el fraude electoral, las proclamas de «te AMLO»; resumiendo, la izquierda se ha tomado las calles de México. Una sala de conciertos que esquiva el granizo, ni la lluvia impidió que todas las compañeras y compañeros estuviéramos junto al poeta Ernesto Cardenal en la presentación del documental Solentiname (lugar de huéspedes) dirigido por Modesto López, una coproducción de la Universidad Veracruzana y ediciones Pentagrama. Desde el invierno de 2004 que no veía al poeta Cardenal, hablamos brevemente en Santiago de Chile junto a mi queridísimo amigo Oscar Hahn por el Centenario de Neruda y es que el Nobel chileno publicó un Epigrama político a Ernesto Cardenal (firmado como anónimo, por la persecución de la dinastía Somoza) en La gaceta de Chile que Neruda fundó y dirigió en 1955. Ahora otro amigo nos reunía; el argentino Jorge Boccanera escribió la semblanza para el documental Solentiname: «Con el sandinismo a las puertas de Managua a finales de los 60 la gente se volcó a las calles para tirar abajo esa estatua -de Anastasio Somoza-, y no le fue fácil; se necesitaron cables y grúas y Cardenal, que entraba en jeep a la ciudad, escuchó por radio lo que muchos años antes había escrito en un poema» (La Jornada, 24 de agosto de 2006). Por cierto, quiero saludar a la nueva revista de la Universidad de San Martín en Argentina dirigida por el olímpico poeta que es Jorge Boccanera.
Ernesto Cardenal no dejó ni un momento de demostrar la felicidad por regresar a México: «Solentiname, es una película muy buena, está muy bien hecha, pero no soy una persona muy calificada para decirlo, porque no veo cine, desde el monasterio trapense hace 50 años. Sí veía cine antes, era cinéfilo, después perdí la costumbre, ya no me interesó el cine, entré al trapense, luego al monasterio aquí en Cuernavaca, 12 años en Solentiname, como tampoco veo televisión. Hace poco el presidente Hugo Chávez nos invitó a los fundadores de la televisión del sur, Telesur, esta nueva tv latinoamericana para desintoxicarnos de CNN y la televisión enemiga, estábamos en el Palacio de Miraflores, todos hacían sus comentarios, pero yo no había hablado, el Presidente Chávez me dijo: ‘Ernesto tú no has hablado nada’. Le respondí: ‘Presidente, yo no veo televisión, pero ahora voy a comenzar a verla’ (risas del auditorio). En Nicaragua hay un monopolio que no permite la llegada de la mirada independiente de Telesur». Solentiname es una comunidad de campesinos y pescadores (situada en un archipiélago de Nicaragua), quienes se transformaron en artistas, poetas, escultores, músicos y revolucionarios (que participaron activamente en la guerrilla contra la dictadura de Somoza). El documental recoge testimonios de la comunidad, de ex combatientes y de amigos de Ernesto Cardenal.
Las preguntas llegaron de todos los rincones del auditorio, de todas las generaciones, del pueblo, se trató de una entrevista colectiva, la noche del 24 de agosto en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes: «Al terminar sus estudios en Columbia (New York) se da la muerte del padre Camilo Torres. ¿Qué importancia tiene para usted en el desenvolvimiento de las comunidades cristianas?», se le cuestionó.
«Yo era seminarista cuando Camilo Torres salió de su vida sacerdotal, fue importante para América Latina tener a un sacerdote que luchaba en la liberación y saber que la Revolución era una tarea cristiana, una inspiración para todos nosotros».
Mi pregunta tenía algo de nostalgia: «Padre Ernesto, ¿Qué sintió cuando surgió el teólogo de la liberación Sergio Méndez Arceo como obispo de Cuernavaca, siendo que usted estudió en el monasterio de nuestra ciudad?»
«Durante mis años en el monasterio no traté mucho a don Sergio Méndez Arceo, hice un trabajo en Cuernavaca como escultor, me encargaron un báculo de bronce para la inauguración de la nueva Catedral, hace poco lo vi cuando regresé a Cuernavaca, después nos hicimos muy amigos ya con la Revolución de Nicaragua, lo aprecié muchísimo, fue un gran amigo, por lo cual lo trataron muy mal aquí todos los obispos».
Como ministro de Cultura de la Revolución Sandinista, Cardenal instauró en 1980 el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, el jurado presidido por el mexicano Efraín Huerta otorgó el laurel al cubano Roberto Fernández Retamar; otro de los proyectos que emprendió Cardenal fue el Museo de la Solidaridad, ya en Chile había una instalación de obras donadas por reconocidos artistas plásticos como Joan Miró y Roberto Matta, el golpe de Estado de Pinochet lo convirtió en un museo nómada, la compañera Payita (Miria Contreras), la escritora Virginia Vidal (mi editora predilecta) y Carmen Waugh (curadora de arte) tenían toda la experiencia en armar una galería de la fraternidad, ya que fueron ellas las responsables de darle vida y movimiento al Museo de la Solidaridad Salvador Allende; Carmen Waugh declaró a Ximena Jara de El Mostrador: «En Italia me tocó organizar la ‘settimana latinoamericana’ en homenaje al triunfo de la revolución sandinista, que había sido en julio del 79. Se hizo una gran muestra a la que fue Ernesto Cardenal. El anuncia que se va a crear un museo de solidaridad con Nicaragua, y que la idea era que estos artistas donaran obras por la causa. Julio Cortázar nos apoyó y trabajó muy cerca de mí. Armamos un museo sólo con artistas de América Latina. Con este museo no me quedó otra que irme a Nicaragua» (31 de julio de 2006).
A sus 81 años de edad, Ernesto Cardenal organiza talleres de poesía en comunidades campesinas, se preocupa en reinaugurar el Museo de la Solidaridad, y todavía tiene tiempo para rezar y escribir; hace una semana fue consultado por la BBC de Londres a propósito del cumpleaños de Fidel: «Gabriel García Márquez me ha contado del acierto y profundidad con que ha analizado por la mañana una novela suya que acababa de leer la noche antes. Hace unos pocos años (Fidel) decidió estudiar la Teología de la Liberación, de la que no sabía nada, y algunos teólogos de esta teología me han contado cómo había llegado a ser un experto en ella. Podría agregar también que es genial en cuanto a la memoria: yo mismo soy testigo de cómo un tema inconcluso del que había conversado conmigo hacía 10 años lo retomó cuando me volvió a ver 10 años después… Como alguien que lo ha tratado personalmente algunas veces, puedo atestiguar que es una personalidad fascinante: afectuoso, de voz muy suave, cortés, y aun tierno. Familiariza con cualquiera desde el primer momento. Es ingenioso, ocurrente, y siempre hace reír… Todo esto explica que para el pueblo de Cuba haya sido un personaje indispensable, que haya gobernado por tanto tiempo -no por las armas, pues no gobierna por las armas- y que tenga tan inmensa popularidad. Y también que tenga los enemigos que tiene» (www.bbc.co.uk 13 de agosto de 2006).
Al final de la noche me acerqué a saludar al poeta Cardenal, a pedirle su bendición, esta vez con su dedicatoria en una bella Antología cubana de Ernesto Cardenal reunida por Cintio Vitier (editorial Casa de las Américas, 2004) y regresé a Cuernavaca convencido de que otra Iglesia es posible.