Traducido del gallego para Rebelión por Sara Plaza
1. La primera parte, escrita el 13 de abril
Quien redacta este artículo para la sección de opinión de Sermos Galiza asistió al juicio que se celebró en la Audiencia Nacional los días 8 y 9 de este mes de abril; según la acusación, Carlos Calvo pertenecería a una banda armada y habría colocado un explosivo en un cajero de Vigo una noche de octubre de 2011. El fiscal pedía en principio 16 años de prisión, que se sumarían a los siete a los que este joven de Ordes fue condenado por el Tribunal Supremo hace unos meses.
En el turno de conclusiones el fiscal rebajó su petición inicial. Explicó en aquella sede que, como Carlos Calvo ya había sido juzgado por pertenencia a banda armada (el Tribunal Supremo falló en el sentido de que dicha pertenencia no estaba probada), solo iba a mantener como acusación la colocación de explosivos con fines terroristas, o sea ocho años. Pero como el autor de los hechos iba disfrazado, continúo el fiscal, era necesario pedir un año más de prisión. La suma es muy fácil: nueve años de cárcel… ¡y qué rápido se dice!
Lo que para quien escribe quedó claro en el juicio, después de escuchar por videoconferencia el testimonio de dos muchachas, es que el acusado estuvo ese día con ellas en un concierto del grupo gallego Lamatumbá (por cierto, escrito La Matumbá por los medios … a uno le queda la curiosidad de saber cómo escribirían palabras como laparotomía o lapote). Era el día de las fiestas de San Froilán de Lugo, las más bellas del otoño gallego, en palabras de Álvaro Cunqueiro. Quedó claro que Carlos regresó después del concierto a su casa en Santiago de Compostela, y que desde allí escribió, una hora después de media noche, o sea a la una y media hora española, un correo para una revista francesa de Filosofía de la que no recuerdo ahora su nombre.
A esa misma hora, según la grabación de la cámara de una sucursal bancaria de Vigo que se proyectó en aquella sala de la Audiencia Nacional, una persona con la cara tapada y con algo parecido a un pasamontañas dejaba un paquete en el interior del espacio del cajero automático.
Me gustaría aprovechar este artículo para felicitar al abogado de la defensa, el catalán Benet Salellas, por su riguroso trabajo. Como él indicó en el mismo juicio, es evidente que no es la defensa, sino la acusación, quien debería presentar las pruebas. No obstante, así lo hizo el abogado, demostrando por ejemplo que el acusado estaba escribiendo en la cuenta de correo de su ordenador para poner un mensaje justo a la misma hora en la que el Fiscal asegura que dejaba una bolsa en el cajero automático de una sucursal bancaria de Vigo.
Lo que a mi parecer es muy preocupante, y de ahí la pregunta retórica con la que titulo estas líneas, es que un fiscal de la Audiencia Nacional pueda decir que solicita nueve años de prisión sin ninguna prueba. Dijo que para condenar a nueve años a Carlos Calvo Varela era suficiente con los «indicios» que él había presentado. Entonces, ¿es así este Estado de Derecho? Toca esperar la sentencia.
2. La segunda parte, que escribo justo después de leer la noticia que habla de la sentencia
Según la noticia que se difunde en El Correo Gallego y La Voz de Galicia, que leo a las 11 de la noche de este día 15 de abril, al llegar a casa después de asistir en la Facultad de Filosofía a la presentación del número 100 de la revista de pensamiento crítico A Trabe de Ouro, en la Audiencia Nacional condenan a Carlos Calvo por facilitar explosivos a Resistencia Galega para estallar en un cajero de Vigo. Lo condenan a siete años por algo de lo que nadie habló en el juicio al que yo asistí: facilitar explosivos no se sabe a quién.
O sea, que Carlos Calvo estuvo en un concierto de Lamatumbá el «domingo das mozas» de San Froilán del año 2011, mandó un correo con su artículo para una revista de Filosofía la misma noche desde su correo electrónico… y le facilitó explosivos a una persona desconocida.
Borro, pues, el interrogante que va en el título de este artículo y escribo la frase afirmativa: es así este Estado de Derecho. Tenemos que mirar de cambiarlo urgentemente.
Xosé Luís Santos Cabanas. Sermos Galiza