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Es difícil debatir con gente así

Fuentes: Gara

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano

Parece que el destino inevitable de los debates políticos de España es la necesidad de empecinarse en nimiedades como si fueran dramas terribles y, en cambio, tender a despachar las cuestiones fundamentales con frivolidades de café. No hay más que ver cómo se ha reflexionado (?) sobre la independencia de Kosovo. Como estaba claro que el caso de Kosovo obligaba a una lectura para España, la primera trinchera defensiva de casi todos los creyentes del Estado-nación español ha sido que «no hay comparabilidad de ningún tipo entre la situación de allí y la de aquí», como si, por ejemplo, debiéramos tomar las notorias diferencias entre las polis griegas y las sociedades actuales como razón suficiente para desdeñar la democracia.

Acaso porque han llegado a percatarse de que los criterios políticos no son recetas de cocina, la segunda línea defensiva de algunos altos responsables de Madrid se ha colocado en el argumento del «unilateralismo» y, por eso mismo, el Gobierno de España dice que no reconocerá al Kosovo independiente, porque dice que ha llegado a esa soberanía sin acuerdo con Serbia. Pero no se dice nada de la situación que se daba de facto, impuesta por la fuerza, y de la estrecha colaboración con todos sus queridos aliados que ahora han reconocido la independencia de iure… ni sobre lo que supondría ese mismo criterio de «unilateralismo» en el caso de Sáhara, pongamos por caso. La «incomparabilidad» es el reverso del argumento del «unilateralismo»: pueden ser tan comparables tantos casos de allí y de aquí que mejor será que empecemos con la «defensa» de los de aquí.

En un país que tiene una tremenda inclinación a ver los problemas políticos como meras cuestiones de formalismo legal, no podían faltar quienes han querido juzgar la independencia de Kosovo también desde ese punto de vista. Y ahí están algunos haciendo bailar a la Carta de Naciones Unidas o el Acuerdo de Helsinki… sólo en lo atinente a la inmutabilidad de las fronteras y en este caso. Y es que ellos son quienes acogieron con regocijo la desmembración de la Unión Soviética en estados nación, y quienes recientemente han aceptado ataques terribles a numerosos países soberanos, y quienes, para huir de sus consecuencias desastrosas, estarían dispuestos a reconocer su fragmentación. Es decir, quienes sólo recuerdan las «leyes» en favor propio.

Es difícil debatir seriamente con gente así. Y los problemas de los Balcanes son para discutirlos seriamente. En el fondo, porque son (han sido) el origen de los criterios políticos que han tenido (deberían tener) reflejo en toda Europa.

* Mikel Aramendi es periodista