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¿Es el marxismo una ciencia? (4)

Fuentes: Rebelión

Plusvalor y propiedad. Ante el temor de que el debate que mantengo con Jordi Soler se vicie y canse al lector, lo renovaré con nuevas ideas que espero sean útiles para la defensa del socialismo. En su último trabajo Jordi Soler supone ideas que de ningún modo se encuentran en mis teorizaciones, cuando me compara […]

Plusvalor y propiedad. Ante el temor de que el debate que mantengo con Jordi Soler se vicie y canse al lector, lo renovaré con nuevas ideas que espero sean útiles para la defensa del socialismo. En su último trabajo Jordi Soler supone ideas que de ningún modo se encuentran en mis teorizaciones, cuando me compara con Lasalle o cuando afirma que yo confundo el trabajo con la fuerza de trabajo. No respondo a estas cuestiones porque supondría alejarnos de aspectos más cruciales de nuestro debate. No obstante, quisiera hacer un pequeño comentario sobre la cuestión principal que nos diferencia. Yo defiendo el derecho de los trabajadores a reclamar la propiedad sobre la plusvalía e incluso sobre la plusvalía capitalizada. Quien haya leído El Capital sabrá que todas las empresas al cabo de un número determinado de años representan plusvalía capitalizada, esto es, representan trabajo ajeno apropiado por el capitalista. De ahí que sea legítimo expropiar a los capitalistas de sus bienes empresariales y pasarlos a manos de los trabajadores, a manos de sus originarios propietarios.

Por el contrario, Soler defiende que la plusvalía pertenece al capitalista. Creo que Soler no diferencia con claridad dos cosas: una, la plusvalía es creada por el trabajador, y dos, el capitalista se la apropia. Si el capitalismo es un sistema que permite a unos hombres apropiarse de trabajo ajeno, y de acuerdo con dicho sistema les pertenece, no se sigue de ello que sean sus legítimos propietarios. Sus legítimos propietarios son los trabajadores, sus creadores, y hacen bien, por lo tanto, en reclamar el derecho de propiedad sobre todas las formas de plusvalía. En el plano de la lucha de ideas se trata, por ejemplo, de lo siguiente: cuando los capitalistas se quejan de que pagan muchos impuestos, de que una parte de sus rentas es sacrificada en aras del bien común, hay que recordarles que esos impuestos son plustrabajo.

Mercancía y capital. El socialismo soviético confundió la forma mercantil de la riqueza con su forma de capital. Así que la lucha contra la forma de capital de la riqueza se convirtió en la lucha contra su forma de mercancía. Aunque Stalin hablara de que había que respetar la ley del valor y así lo repitió Mao Zedong, en una economía donde no hay mercado es imposible que la ley del valor se manifieste. Una de las características de la economía soviética era que se habían suspendido las relaciones mercantiles monetarias. Y si se suspenden esas relaciones, es imposible que la ley del valor se manifieste. Y si a la ley del valor no se le permite manifestarse, es evidente que no se respeta. El camino seguido por las reformas económicas chinas iniciadas en 1978 tenía como objetivo crear un mercado socialista, demostrar que el socialismo también sabía aprovechar el mercado como mecanismo económico para el desarrollo de las fuerzas productivas. Creo que ese objetivo se ha logrado y con notable éxito. La experiencia del socialismo mundial durante los primeros setenta años ha demostrado que el mercado es un mecanismo económico superior al plan para desarrollar la economía.

La naturaleza capitalista o socialista de una sociedad se determina atendiendo a su propiedad: si las empresas están en manos privadas, tendremos una sociedad capitalista; pero si están en manos públicas, en manos del obrero colectivo y del Estado, entonces tendremos una sociedad socialista. Mientras que para determinar si una sociedad es de economía planificada o de economía mercantil, debemos atender a los siguientes factores. En una economía planificada la autoridad estatal central le dicta a cada empresa a quién debe comprar, qué debe comprar y el precio que ha de pagar; lo que ha de producir, a quién debe vender y el precio al que debe vender; y la obliga a entregarle toda la ganancia. Es evidente que en una economía así los trabajadores no se sientan dueños de la empresa, puesto que nada pueden decidir por sí mismos. Mientras que en una economía mercantil es la empresa quien decide qué comprar, a quién comprar y el precio que está dispuesta a pagar; el producto a elaborar, a quién vendérselo y el precio de venta; y una parte de la ganancia queda en sus manos. Y todas estas operaciones pueden ser realizadas por una empresa de propiedad colectiva. De manera que nada hay de raro en la noción de mercado socialista: sencillamente se trata de que los distintos colectivos de trabajadores propietarios de las empresas las gestionen de forma autónoma y sean responsables de sus propias pérdidas y ganancias.

Los capitalistas y sus apologistas son los más interesados en demostrar que el mercado es capitalismo, que no puede existir una economía mercantil que no sea capitalista, que si se quiere un mercado en toda regla es imprescindible la participación de los capitalistas. Esta concepción dominó en el camino hacia la extinción del socialismo soviético: la creación del mercado fue pareja a la transformación de la propiedad pública de la mayor parte de las empresas del Estado en propiedad privada. En la extinta URSS la victoria del capitalismo sobre el socialismo, de la propiedad privada sobre la pública, se presentó como creación del mercado libre. Pero la experiencia de los últimos veinte años de la economía china demuestra que puede haber una sociedad socialista de mercado, una sociedad que utiliza el mecanismo del mercado para producir su riqueza y donde el noventa por ciento de las empresas sean de propiedad estatal y de propiedad colectiva. Así que la economía mercantil no tiene que ser necesariamente una economía capitalista.

Economía planificada y economía individual. Es cierto que la economía individual es todo lo contrario de la economía colectiva, pero en una sociedad socialista la gente no podría vivir satisfactoriamente si no existiera economía individual. Imagínese, atento lector, que usted vive en una sociedad de economía altamente planificada. Usted necesita un fontanero o un electricista, no los encontrará; necesita comprar en un bazar o cenar en un restaurante, no los encontrará. Usted tiene un pequeño terreno donde le gustaría cultivar algunos productos de la tierra y criar ganado con el propósito de venderlos, no puede hacerlo. Imagínese lector cómo se animaría la economía de esa sociedad en la que usted vive si estuvieran permitidas las libertades mercantiles para la economía individual. Es cierto que estas personas que pertenecen a la economía individual percibirían ingresos superiores a los del obrero medio, pero éste tendría mejor satisfechas sus necesidades de servicios elementales así como sus necesidades de productos del campo.

Empresario y capitalista. En la ideología dominante el concepto de empresario y el concepto de capitalista se igualan. De hecho, por ejemplo, Jordi Soler habla que ‘empresario’ es el modo eufemístico de denominar al capitalista. Aclaremos, pues, esta diferencia. En la pequeña empresa el empresario y el propietario son la misma persona. De ahí que en ese ámbito sea relativamente normal confundir ambos conceptos. Pero en las grandes empresas la función de empresario y la función de propietario recae en personas distintas. La función de empresario es una función del trabajo: es la persona encargada de gestionar la empresa y de explotar eficazmente la fuerza de trabajo de la que dispone. Por dicha función la persona en cuestión recibe un salario, más alto que el que recibe el obrero medio. Mientras que la función de capitalista es una función de propiedad: son las personas propietarias de las empresas que perciben anualmente sus correspondientes dividendos. Es cierto que los gestores de las grandes empresas son a su vez propietarios de una parte de las acciones de la misma. De este modo se logra que el gestor ponga el máximo interés en que la empresa obtenga beneficios.

Imaginemos por unos instantes que todas las empresas de propiedad privada existentes en España pasan a ser propiedad de los trabajadores. Surge una pregunta: ¿están los trabajadores capacitados para gestionar las empresas de las que son recientemente propietarios? No y mil veces no. ¿Qué hacer entonces? Contratar a los capitalistas más experimentados en calidad de gestores durante un plazo determinado, ofrecerles incluso un buen sueldo y derechos sobre una parte de los beneficios anuales. Lo que deberían hacer los obreros más avanzados, dotados de una clara conciencia socialista, es aprender de esos ex capitalistas para que en el plazo más breve posible los sustituyeran al frente de las empresas. El paso de una economía capitalista a una economía socialista es un periodo de transición, donde concurren los elementos nuevos con los elementos viejos, y la presencia de los antiguos capitalistas como gestores de las empresas socialistas es uno de esos elementos de transición. Por lo tanto, la izquierda radical debe distinguir con claridad la función del empresario de la función del capitalista, declarar que nada tiene contra la función de empresario ni con el hecho de que las personas que realizan esa función perciban un salario superior a la media. También deben declarar que nada tienen contra los beneficios, que lo normal y deseable es que las empresas tengan beneficios, pero que sí están en contra de que esos beneficios no estén en manos de sus creadores, de los trabajadores, incluido el trabajador que trabaja como empresario.

En Las Palmas. 11 de septiembre de 2004.