Desde que se han conocido las personas que, nombradas por IU, van a ocupar cargos en la Junta de Andalucía, la organización ha sido puesta en la picota y le han llovido críticas internas y externas por la decisión. El malestar interno puede sintetizarse en la postura hecha pública por el consejo provincial cordobés y […]
Desde que se han conocido las personas que, nombradas por IU, van a ocupar cargos en la Junta de Andalucía, la organización ha sido puesta en la picota y le han llovido críticas internas y externas por la decisión.
El malestar interno puede sintetizarse en la postura hecha pública por el consejo provincial cordobés y pone el acento tanto en el oscurantismo de la decisión y el ninguneo realizado a los órganos que, por estatutos, debían opinar y señala la apuesta práctica de la dirección andaluza por la mesa camilla y el «Juan Palomo», mientras se llenan las bocas de conceptos como transparencia y participación de las bases.
La externa, encabezada por la prensa de la derecha extrema, con el periódico «El Mundo» de ariete, ha enfocado sobre los lazos familiares que vinculan a los nombrados con altos dirigentes tanto de IU y del PCA. No se nos escapa el interés demagógico de muchos de estos medios de difusión ideológica, capaces de tapar con su silencio los desaguisados de sus afines, mientras agrandan con la lupa del millón de aumentos los resbalones ajenos.
Tampoco ignoramos que la campaña esconde un mensaje nada subliminal de «todos son iguales» que justifique las tropelías que están cometiendo sus dueños -los banqueros- y sus capataces de confianza -PP, PSOE,CiU- desde que se manifestó la actual crisis económica, mensaje destinado a dibujar un paisaje social sin alternativas para que la ciudadanía abandone cualquier resistencia (como en la entrada al Infierno dantesco, «abandona la esperanza») y se desmoralice ante el «¿ves como los que tú crees los tuyos son también los nuestros?».
Sabemos de sobra que si aplicasen el juego de «busca al familiar o al amigo nombrado por…» en las instituciones regidas por el PP o el PSOE, los casos aumentarían exponencialmente, pero aunque eso se hiciera, que no se va a hacer, la situación de Izquierda Unida no estaría menos comprometida.
Las corrupciones, chanchullos o corruptelas suelen pasar poca factura a los partidos del turnismo juancarlista. Una masa mayoritaria de sus votantes se ha inmunizado, lo que no significa que por ejemplo en el caso del PSOE varios millones de electores huyeran de sus propuestas en las últimas generales y varios cientos de miles en las andaluzas.
El comportamiento del voto a Izquierda Unida ha sido -no sabemos si cambiará en un futuro- muy diferente. Se trata por lo general de un electorado muy crítico que desea cambiar el sistema y al que le afecta muchísimo todo lo que huela a poca transparencia o enchufe.
Seguramente no podemos hacer una tabla única del por qué votaron a la coalición pues cada uno lo hizo por motivos diferentes aunque con coincidencias básicas: Defensa de lo público, de los derechos sociales y laborales, de la ética en política, de la regeneración…
Si podemos arriesgarnos a escribir para que NO votaron a Izquierda Unida. Y estamos seguros de que no la votaron para ser marca blanca del PSOE, ni para que anunciase su apoyo por imperativo legal a los mismos recortes con los que se enfrenta a pecho descubierto en Madrid o Valencia, ni para que dé la imagen de ser esa agencia de colocación que tantas veces le ha echado en cara a las huestes de Griñán o Rubalcaba.
Cuando se han aireado las conexiones familiares de los nombramientos, han surgido tres nombres que vinculaban estos con la cúpula de IU-PCE, a su vez muñidora del pacto de gobierno: la hija del eurodiputado Meyer, el suegro del secretario general andaluz Mariscal y el hermano del secretario general español Centella.
Aunque los nombramientos son legales y responden al derecho que los partidos en el gobierno tienen a poner en puestos de responsabilidad a cargos de confianza, los ideólogos defensores de los mismos no han medido suficientemente la crispación y el hartazgo de gran parte de la sociedad ante «el eterno retorno de lo idéntico» y se han metido de lleno -e innecesariamente- en un lodazal.
Desconozco los méritos o deméritos de Amanda Meyer y no pongo en duda la parte de caza de brujas que hay en algunas críticas. Tengo algunos elementos más de juicio, por conocimiento personal o profesional de los otros dos nombres.
No puede dudarse en el caso de Luis Naranjo su vinculación a la lucha por recuperar la memoria histórica cordobesa ni su conocimiento de la materia. Más complicado resulta justificar el nombramiento de Enrique Centella (aunque mal maquille su escaso bagaje laboral al margen de puestos de confianza política o su curriculum con referencias a la estancia de un año en Moscú en plena perestroika), si no se ve desde la protección fraternal.
Pero aunque dos o los tres nombrados sean idóneos y competentes no se ha valorado el daño que a la imagen IU le hace el runrún del parentesco. Y se podía haber evitado simplemente buscando compañeros o compañeras igual de competentes pero que estuviesen libres del sello «pariente de».
En el caso de los nombramientos vinculados a la provincia de Córdoba, bien porque militan en ella el primero, bien porque en su día fue responsable máximo el segundo, podían perfectamente haberse puesto sobre la mesa otros nombres. Con el perfil de doctor en Historia, premios por sus investigaciones y haber trabajado incansablemente el tema de la Memoria Histórica, se me ocurren varios sin salir del ámbito de militantes y simpatizantes activos. En el caso de la Cooperación internacional lo mismo. Si se hubiese consultado a las bases o al Consejo provincial seguro que aflorarían muchos más. Y gratis, sin desgaste para la organización.
Cuando la gente, cansada de Gürtel, Eres o cacerías de elefantes, acuciada por la crisis y necesitada de una organización en la que se sientan reflejados dice «¡Basta!», no puedes responderle cayendo inocentemente en una contradicción evitable. Es más, IU debería ser vista como ariete anticorrupción que ponga freno a tanta inmundicia.
Y por ello llevar la iniciativa para que todas las personas que tuvieron responsabilidades políticas en el momento de los ERES, desde Cháves – Griñán hasta Guerrero, expliquen su papel. Y abrir otra para que se estudien todas las Agencias que la Junta ha creado y la forma que tuvieron de acceder a las mismas los que trabajan en ellas para aclarar de una vez si, como denunciaron las nutridas movilizaciones de funcionarios estamos ante un caso de » colocación partidista y sindical masiva». O escudriñar los puestos eventuales de distintas consejerías para demostrar que no son nidos clientelares.
No puede Izquierda Unida, aunque sea por pasiva dar imagen de nepotismo (de «nipote»: sobrino ) y que predominen los lazos sanguíneos a la hora de dar empleos, pero sobre todo debe tener en el frontispicio de sus acción política la máxima que Plutarco puso en boca del afectado cuando conoció los devaneos de su mujer Pompeya: «No basta que la mujer del César sea honesta, también tiene que parecerlo»
Juan Rivera. Colectivo Prometeo de Córdoba
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