Vamos de 40 en 40 años. Se intenta desde el sistema que aquí no se mueva nadie mientras mueven los hilos para despejar el camino a quien se hace llamar SM, rey de la torpeza, hijo de su tiempo de mentiras y postureo. Nada es real en su puesta en escena cansina y mentirosa. La […]
Vamos de 40 en 40 años. Se intenta desde el sistema que aquí no se mueva nadie mientras mueven los hilos para despejar el camino a quien se hace llamar SM, rey de la torpeza, hijo de su tiempo de mentiras y postureo. Nada es real en su puesta en escena cansina y mentirosa. La monarquía entera está desnuda y no hay manto que tape sus miserias. Vivimos unos tiempos de emergencia social, con nuestros jóvenes en vilo, con la población desquiciada, sin rumbo cierto ni aparente músculo, consintiendo sin pudor, por ahora, este retablo de las maravillas que no es más que fístula llena de pus, que revienta.
Si no tumbamos este régimen corrupto nos espera la represión, la dictadura de facto y la ciénaga definitiva. El país lo sabe: no levantará cabeza en otros 80 años (como poco) si consiente, si pasivamente se deja emparedar como desearían los opresores. El pueblo sigue haciéndose el ciego, el tonto a tanto canto de sirena, distracciones, embustes, laceraciones y a ladrones. Calma antes de la tormenta. Esto no aguanta, los cimientos están carcomidos, se caen, se sabe.
Nada ni nadie nos engaña.
La cosa no es que los medios de incomunicación y propaganda fascista nos muestren a las claras los trucos de magia que nos hacen estos sátrapas y ladrones de guante blanco, que nos muestren cómo nos engañan todos los días. La madre del cordero es la impunidad. Se nos enseñan los crímenes como los niños chicos enseñan sus cacas en el orinal, puro orgullo de lo que saben hacer. Pero no se castigan ni se pone coto a esos actos de psicópatas criminales y sigue el delito en nuestras costillas.
La cosa tampoco es que nos intenten aminorar la pena con «sentido del humor». Son bochornosos hasta decir «para ya» esos programas de graciosillos tan vistos y manidos, su supuesto humor sin ninguna gracia, donde hombres hechos y derechos (parece mentira) pretenden hacernos reír con risas enlatadas mientras nos muestran la pútrida patria, y la mundial que está cayendo, como si fuera para tomarlo a broma, incorporando la gangrena de la depredación humana al mundo de la razón sana, como si tuviera lógica, humor… Racionalizar tanta tragedia, ¿quién puede creer que cuele esto?
En lugar de servir el humor, el periodismo, la investigación, los «lumbreras» que hacen tantos «análisis», de azote y contrapeso democrático, hoy todos esos sirven a su amo que es el gran capital; están a lo que toque decir, a lo que toque encumbrar o hundir, a lo que acomode para que lo veamos todo la mar de normalito y, de guinda del pastel, echemos unas carcajadas…
En lugar de «a la lucha», los partidos y los sindicatos llaman a la resignación del espectáculo absurdo y lacerante de sus problemas internos y sus relevos. Se dedican a servirnos sus miserias, fruto de los pactos traidores que les acogotan, fruto de haber tragado con los tres ejes del Golpe de Estado del 36 del pasado siglo: oligarquía, jerarcas de la Iglesia y corona. Se dedican a servir de muros de contención y disuasión de la lucha de clases, del avance social, del pueblo entero. Nos aburren con sus cuitas que son ríos que van a dar a la mar de «qué me toca a mí» y de «quítate tú que me quiero poner yo» y de «manténganme mi chiringuito o me cabreo». La movilización que nos proponen es ésa, tan ajena a los problemas de la calle de la gente como el púlpito a quienes no son sus acólitos sectarios y beneficiarios de la gran teta de la que maman todos los parásitos nacionales, mal ya endémico de nuestra sociedad.
¡Cuánta gente en la cola! Otra vez en la cola donde se reparte la tarta de la buena colocación, los púlpitos y los escaños con varios meses de vacaciones y la posibilidad de sestear cuando se asiste a las tediosas sesiones del Congreso o el Senado (retiro de «buenos chicos»). Elemento inmortal es esto de chupar del bote que empieza a estar más que vacío. Y aún se matan por las últimas gotas del suero de los contribuyentes que sí somos Hacienda.
El rey nos aburre, los partidos nos aburren (mañana ya veremos en qué quedan), la puesta en escena televisiva mediática nos aburre. Los gestos nos aburren. No son soluciones.
En la calle se oyen otras conversaciones.
Se oye a monjitas malmetiendo en cuchicheos castizos contra la alcaldesa roja aunque vaya a misa (eso dicen) y trague sapos (eso dicen): «que se lo arregle Carmena» (lo que dicen). El orden de ésas es el orden de vara y pellizco que creen hace otra vez falta (hay algunas sor Patrocinios de las llagas paseando la calle que da asco, haciendo su proselitismo; dense cuenta y reparen, ojo a esto, que la provocación de «los estamentos» irá a peor).
Se oye a parados muy cabreados que cualquier día dejan de tomarse los lunes al sol y se organizan.
Se oyen pasos de procesiones improvisadas el día de Halloween, con sus guardias civiles y todo de uniforme, sacando a la virgen de rogativas para que no haya tanto impío y tanto marica suelto (porque nunca se sabe si también toca orgullo gay en esas fechas).
Se oye a mujeres hartas, que cualquier día toman las de Villadiego y se plantan a su continuo apaleamiento y muerte, al maltrato de la sociedad machista. Las mujeres vuelven masivamente a casa porque forman parte del paquete de los más jodidos que tienen que morderse las ganas para no romper con todo: aguantan las malas formas de los varones en crisis, de los hijos en crisis, de los jefes acosadores y en crisis, del cenagal en crisis, y también su propia estampa. Se supone en este medievalismo sin ilustración que nos inunda, grosero, zafio, que las mujeres somos unas sufridoras sobradamente preparadas y tenemos paciencia para apechugar con lo que caiga.
La situación, insostenible, derivará en República o no será.
No podemos permitirnos el coste de una monarquía caduca, histérica, pedante, extraña, fuera de tiempo y lugar, y aunque fuera un primor (que en absoluto es) y aunque fuera democrática (que es su antítesis por lógica, y su negación, por ser instaurada a dedazo de un dictador). No podemos permitírnosla cuando nuestros hijos están explotados el que mejor, sin techo, sin medios, cuando nuestros cuarentones vuelven a casa ya con hijos a su cargo que no pueden sostener, cuando nuestros ancianos nos prestan su pensión y sus casas para que podamos sobrevivir, cuando la pobreza severa se extiende.
Para mayor escarnio se habla de regalos regios que nos van a devolver a Patrimonio nacional (chocolate del loro de tanta tajada arrancada de nuestras carnes a mordiscos que ha ido a estómagos insaciables y enfermos). ¡Qué torpe marketing el regio o qué señal incuestionable de que no se puede tapar ya tanta herida al pueblo!
No nos representan y no los queremos. ¡Europa, entérate! Y si queréis ayudarnos, no los agasajéis o les permitáis pisar nuestros jardines de lucha y libertad. Francia que sabes escuchar: escucha. Pueblo alemán, todos los pueblos. No seáis los mercaderes en manos de usureros si no queréis ser pueblos que no ven los hornos crematorios, a tiempo aprended: que lo que está pasando otra vez en todos nuestros territorios, que el renacer de actos contra la humanidad a la misma puerta de todas las casas, que es otra vez fascismo. Y que España sigue siendo uno de los nidos más socorridos del Águila fatal. Huid del no ver y del no intervenir que tanto daño os hizo, que vuestros propios informes y reportajes sobre lo que pasa aquí tras los muros de Palacio, tan frágiles y transparentes como el cristal, están rebosantes de datos.
Sin tolerar maltrato a otros seres humanos huidos de las guerras que provocamos y financiamos, ni tolerar miedos, ni fascismos, liberemos juntos España. Y liberemos Europa entera del mal absoluto, de este Saló infinito.
Es nuestro abril y mirad qué nos pasa:
Se habla tan ricamente de suicidios y comedores sociales como si fuera lo más normal y admisible del mundo y los que tienen monopolio de la caridad (maldita sea: que debía ser solidaridad del todos, justicia, reparto igualitario: cuestión de Estado), nos insultan, se burlan. Dicen eso de que dan de comer hoy a los nietos como dieron de comer a sus abuelos. Se refieren los maledicentes a los rojos y no a otros instalados en las empresas comederos del Régimen, por supuesto, claro; se refieren a los que masacra la rueda criminal desde la Guerra de expolio genocida, que no fue ni siquiera Guerra de España, sino Guerra de Intervención, abriéndole las puertas los fascistas a sus aliados para que se quedaran con trozos de nuestra tierra y nuestro corazón: Mussolini, Hitler, Salazar. Fue vuestra guerra territorial y aún os disputáis nuestros despojos de la mano de las nuevas tiranías, Arabia Saudí, entre ellas, y con las llaves de quienes no aman la patria, que diría Blasco, como ha sido desde las monarquías extranjeras que escupisteis y no quisisteis otros, que nos han enlutado, violado, embrutecido y fastidiado durante siglos.
¡Ay Blasco, Galdós!, qué bien pintasteis el retrato patrio que no termina de cambiar. España sigue vomitando reyes que nos son indigestos y nos impiden progresar. Esas losas y otras… Dice un amigo: «¡Son tan poderosos. Tienen 22.000 púlpitos!» Torres más altas han caído.
Nadie quiere ser cesante y por eso se pelean todos, olvidando que esto es insostenible, ya les digo. Saltan chispas en las oficinas de empleo y en las de recaudación de multas e impuestos; aquéllas una forma de sablear incivilizadamente más que de corregir; éstos, esa forma de que los que menos tienen sostengan la pirámide de golfos y maleantes.
Suenen móviles de funcionarios con las cornetas de La Legión y muestren los colores ésos con los que se asesinó a media patria. Crece la indignación y el asco y se remueven los estómagos. No nos asustáis.
Salgan con sus plumas de pavo real los fascistas y aparezcan como setas enchufados partidarios, arrimados de siempre que arriman su hombro a lo peor, soplones, camorristas, pontifiquen sin formación ni ganas sobre qué impreso debemos rellenar, o cómo quedaremos de desvalidos sin pensiones o sin médico, o dígannos que tendremos que volver mañana, obedientes y sumisos a pedir… Que ya no hay rabo entre las piernas y estamos de fascismo hasta las trancas.
Salgan mordazas y amenazas golpistas y porras y trampas y trapaceros a intentar controlarnos, que ya no hay cuello que aguante dogal ni vamos a morir de hambre, y apaleados sin rechistar. Os tenemos muy vistos. Sois los que dice La Marsellesa y venís a por nuestros hijos, otra vez, ¡carajo!
Habéis comprado muchas conciencia y voluntades. ¿Y qué?
¡No pasaréis!
Seremos ciudadanos y no súbditos a pisar. Ni mudos, ni ciegos, ni sordos, ni domesticados. Estamos tomando nota y tenemos agallas para arrancar el cable que nos conecta desde el televisor a la mentira, desde el fascismo al fascismo, desde la impostura al crimen de todos los días. Estamos atentos a vuestros pasos canallas y tenemos agallas para echarnos a la calle, para decir de una vez: «Basta» y «Nos plantamos».
La pirámide de poder no debe sobresalir de la democracia, de lo que decidamos. Ningún poder por encima, ni tapado ni uniformado, ni hay más derechos ni deberes que los que se otorgue el pueblo soberano y nuestra sana voluntad.
¡Viva la República!
Enriqueta de la Cruz es escritora y periodista, asesora del Colectivo Anemoi, autora de las novelas «El testamento de la Liga Santa», «Nada es lo que parece», «Memoria vigilada», «El amor es de izquierda», «Cesar Navarro, vida y testimonio de un francmasón».
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