Según el diario El País, un miembro de la ejecutiva del PNV (cuyo nombre no ha sido revelado) expresó a ese rotativo -tras el atentando que se cobró la vida del inspector de la Policía Nacional, Eduardo Puelles- que es mejor que la viudas no hablen. «En esas circunstancias no se puede dejar el discurso […]
Según el diario El País, un miembro de la ejecutiva del PNV (cuyo nombre no ha sido revelado) expresó a ese rotativo -tras el atentando que se cobró la vida del inspector de la Policía Nacional, Eduardo Puelles- que es mejor que la viudas no hablen. «En esas circunstancias no se puede dejar el discurso a la viuda. Fue una situación durísima. La mujer lo mezcló todo. Hizo referencias muy duras a las familias de los presos. Supongo que estaría sedada a tope. Eso lo tienen que cuidar. Es mejor que las viudas no hablen» (sic).
Recordemos que al final de la manifestación del sábado pasado, Francisca Hernández, viuda de la víctima, manifestó, en tono alto, que los terroristas sólo habían conseguido dejar dos huérfanos y una viuda, pero no iban a conseguir nada más porque «gracias a Dios, hay mucha gente como mi marido, ¡mucha!, y no van a poder con ellos». Y añadió, entre otras cosas: «Que no vengan sus familias pidiendo dinero para ir a verlos porque son presos políticos. No. Es mentira, son asesinos».
Es evidente que hay muchos colegas del asesinado por ETA, velando por la seguridad y el buen orden en estos tiempos de crisis que nos ha tocado vivir, pero ¿qué tendrán que ver los familiares de los presos en todo esto? ¿También hay que reprimirlos y castigarlos sólo por el hecho circunstancial de serlo?
Quizás no sea demasiado descabellado considerar lo anterior porque, sin que ni nadie le haya preguntado a la organización política II-SP si condena este atentado (ahora se acuerdan de II-SP cuando en el pasado pucherazo electoral fue ignorada groseramente), ya han surgido voces clamando, otra vez, por su ilegalización debido a que el dramaturgo Alfonso Sastre le ha rogado al ilícito lehendakari Francisco López, que es mejor negociar que perpetuar el sufrimiento, petición que suscribiría, íntegramente, un pacifista por excelencia como el desaparecido Mahatma Gandhi.