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Entrevista a José Luis Pitarch, presidente federal de Unidad Cívica por la República

«Es preciso llamar a una gran confluencia de los numerosos grupos e iniciativas republicanas actualmente en marcha»

Fuentes: Rebelión

Las gentes de izquierda siempre hemos tendido a la generalización negativa sobre ciertos colectivos. Curas obreros, militares progresistas y/o revolucionarios jamás se han podido librar de las suspicacias, de los recelos, del ojo vigilante de los puristas. Los puros entre los puros, los guardianes de las ortodoxias, no han comprendido nunca la grandeza de la […]

Las gentes de izquierda siempre hemos tendido a la generalización negativa sobre ciertos colectivos. Curas obreros, militares progresistas y/o revolucionarios jamás se han podido librar de las suspicacias, de los recelos, del ojo vigilante de los puristas. Los puros entre los puros, los guardianes de las ortodoxias, no han comprendido nunca la grandeza de la democracia social robespierrista, imantadora y magnetizante para muchos estratos de las clases dominantes, capaces de unirse al bando de los pobres, dejando atrás el pan y las rosas que les correspondían desde la cuna.

La conferencia que impartirá José Luis Pitarch en Granada hoy jueves 5 de noviembre, significa sólo un pequeño esfuerzo por desentrañar la maraña de equívocos, una apuesta asociativa decidida a resituar en el plano de la actualidad republicana a la milicia democrática española, tan castigada, tan minusvalorada, tan olvidada, incluso entre nosotros.

José Luis Pitarch Bartolomé, socio fundador de la Unión Militar Democrática, combatiente antifranquista en las filas del Ejército afranquistado, enemigo de golpistas y de ultras, prisionero de la ignominia, exiliado ya en los años del felipismo por amenazas de milicos y militarotes. Comandante de Caballería en la reserva, profesor de Derecho Constitucional y de Ciencias Políticas en la Universidad de Valencia, presidente de Unidad Cívica por la República, hermano del general Pedro Pitarch (ex jefe del Eurocuerpo). Liberal a lo Riego, compañero de viaje de los comunistas en Esquerra Unida, heroico representante de la intelectualidad batalladora contra la Monarquía Borbón.

UCAR-Granada realizó esta entrevista a través de Internet, a fin de convertirla en sabroso aperitivo de la clase magistral de republicanismo cívico-militar que podremos degustar en cuestión de días.

¿Desde cuando militas en el movimiento republicano? ¿Cuándo comprendiste que el actual régimen borbónico es perjudicial para los destinos de España?

-Desde que comprendí en profundidad –tras desprenderme de tantos barnices y tintes fascistoides con que fui embadurnado primero en mi familia y en el colegio de curas (misa y rosario incluidos todos los días del año), luego en casi un lustro de Academias Militares, después en las salas cuarteleras de oficiales, tan honrados personalmente como ideologizados en la ignorancia de la auténtica Historia de España y en el desprecio a la democracia– que no puede haber libertad y justicia sin democracia, y que el fin natural de una sociedad democrática es la República. Optar por la República equivale a defender la democracia.

Desde tu óptica privilegiada de constitucionalista, ¿Consideras que se puede avanzar hacia la Tercera República utilizando los instrumentos reformardores de la Constitución de 1978?

-Es como preguntar si el Papa se puede hacer mahometano, o si el Partido Popular (PP) puede defender verdaderamente los intereses más hondos del pueblo cuando está maridado al gran dinero, al gran negocio, etcétera (aunque tenga muchos militantes de buena fe que lo ignoren). La famosa «transición» fue en realidad «transacción», pacto forzoso bajo enormes trágalas y guetos impuestos por los franquistas más astutos o inteligentes, trágalas que llegan hasta hoy (ver juicios aberrantes del franquismo sin anular, guerrilleros antifranquistas sin reconocer su lucha contra el fascismo –caso único en Europa–, militares de la UMD sin rehabilitar plenamente, o el pueblo toledano al que en la guerra impuesta por el fascismo arrancaron su nombre, «Azaña», y 73 años después continúa con el del Regimiento franquista que lo tomó a cuchillo. ¡Menuda reconciliación!).

La Constitución de 1.978 –que tiene partes francamente buenas, por ejemplo en «derechos fundamentales», donde ha copiado bien a la alemana actual– tuvo entre sus «padres» a personajes con las manos llenas de sangre de demócratas, así Fraga. Esto es, la Constitución formó parte de la «transacción» y del tupido velo para gatunamente legitimar los crímenes de lesa humanidad de la dictadura. Y consagró o culminó la «democracia otorgada», la monarquía-por-la-gracia-de-Franco, y el Rey que al césar marroquí le vino en gana, sin siquiera tener derecho dinástico a ello, el Rey del «Movimiento Nacional».

Todo lo cual blindaron desde el Artículo 1º («el Estado español es una monarquía»), y luego en el 57 (Juan Carlos Rey, e ídem sus descendientes). Con la barbaridad añadida de situar «la Corona» en un Título por delante de las Cortes (Congreso y Senado), algo inédito en las Constituciones españolas, a la vez que la propia Constitución actual se llena la boca de decir que «la soberanía reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado», y que «las Cortes representan al pueblo español». El pueblo español, en definitiva, queda por detrás de «la Corona». Suena a Edad Media, o a Antiguo Régimen.

Por otra parte, el procedimiento de reforma de la Constitución, en lo que atañe al Rey, es complicadísimo (Art. 168), aunque desde un punto de vista técnico-jurídico sí sería posible llegar a la III República por esta vía del Art. 168. Pero muy difícilmente, debido a las mayorías requeridas en Congreso y Senado por dos veces (pues una vez aprobada la reforma por ambas Cámaras hay que disolver ambas, convocar nuevas Elecciones, y repetir la faena con las Cámaras nuevas). Y, además, será preciso también un referéndum que ratifique la reforma.

Hay otro eventual instrumento reformador, contemplado en el Art. 92 de la CE., el «referéndum consultivo» para «decisiones políticas de especial trascendencia». Pero debe convocarlo el propio Rey, y, por otro lado, ya decimos, lo que resulte de este referéndum no es eficaz o «ejecutivo», no obliga. Es una consulta no vinculante.

¿Cómo le explicarías a las nuevas generaciones de españoles lo que fue la Unión Militar Democrática?

-La «Unión Militar Democrática» fue una asociación clandestina de militares demócratas surgida en los últimos tiempos de Franco. La mayoría con el empleo o grado de capitán, aunque también, no pocos, comandantes. Y de algunas otras graduaciones, más minoritariamente. Unión, decimos, clandestina, ilegal, obviamente según las «leyes» de la dictadura.

El objetivo y razón de ser de los «úmedos» era informar y despertar las conciencias de otros compañeros militares sobre el papel espurio que llevaba cuatro décadas desempeñando el Ejército como puntal básico de un régimen antidemocrático, homicida y pisoteador de los derechos humanos. Y, desde otra perspectiva congruente, teníamos el propósito y finalidad de «mojar la pólvora» de los militares que pretendían que el franquismo continuara básicamente controlando España después de Franco, para lo cual estaban dispuestos a dar golpes de estado.

Una docena de miembros de la UMD (del grupo de Madrid) fueron detenidos y condenados a penas de prisión, en un juicio con ribetes de linchamiento. Y, aunque dé vergüenza decirlo, tal juicio acaeció cuatro meses ya muerto Franco y reinando su designado a dedo como sucesor, Juan Carlos. Quien también era Jefe supremo de las Fuerzas Armadas que despacharon aquella parodia de juicio. No detuvieron y condenaron a más «úmedos» para hacer creer a la ciudadanía española y a los observadores internacionales que la UMD no eran más que cuatro gatos localizados en Madrid. Sin embargo, el mayor núcleo estaba en Barcelona, y había grupos de UMD por todo el país, y por el norte de África y el Sahara.

¿Se puede ser, a la vez, militar y republicano? ¿Existen muchos tópicos reduccionistas sobre los militares, en relación a su actitud ante determinados cambios sociales o revolucionarios?

-Evidentemente se puede ser. Así sucede en la inmensa mayoría de países del mundo, desde EEUU, China, Alemania, Francia, Italia… a Uruguay, Argentina, Argelia o Sudáfrica. Un militar es un funcionario del Estado, el cual puede ser monárquico (muy pocos) o republicano (la gran mayoría).

En cuanto a la actitud de un militar ante los «cambios», los uniformados tienden mayoritariamente a ser conservadores en cualquier país, lo mismo que los jueces, los médicos y, en general, las personas con una posición consolidada y un sueldo seguro. Aunque siempre ha habido un sector de militares progresistas. En mi reciente libro «Memoria irredenta del franquismo», hay un anexo que es una conferencia mía en el Club de Amigos de la UNESCO de Madrid titulada «Militares progresistas en España: de Riego a la Unión Militar Democrática»; donde me ocupo de tal tema.

¿Qué te provoca Hugo Chávez, el presidente venezolano? ¿Conoces el grado de implicación decisiva de las Fuerzas Armadas en la Revolución Bolivariana?

-Lo de Hugo Chávez es un fenómeno político de enorme trascendencia y que implica un cambio de época y de paradigma en la posición, hasta ahora colonial, de toda Latinoamérica respecto al gran amo del Norte. Por eso, pese a sus defectos, representa una enorme esperanza.

Mas Chávez es un «caudillo», y esto tiene sus inconvenientes, entre otros su sucesión. Sin olvidar el peligro de ensoberbecerse. Por otra parte, no hubiese podido realizar lo que está haciendo si no tuviera la enorme riqueza del petróleo. Pero el saldo de su larga presidencia es altamente positivo para los que siempre fueron olvidados, abusados, expoliados por una infame oligarquía económica y política.

Para muchos integrantes de las Fuerzas Armadas venezolanas –general, tradicionalmente cercanas al poder oligárquico– el chavismo ha sido un shock, y Chávez ha tenido que refrenar a muchos mandos. Pero, al crear unas milicias politizadas y fidelísimas a él, constituye un contrapeso al poder «político» del Ejército. Y esto, en un país con insuficiente tradición y experiencia democrática, no es nada malo para los más pobres y preteridos.

¿Te estimula visitar Granada para charlar de republicanismo con jóvenes estudiantes?

-Granada, maravillosa ciudad que he visitado muchas veces. Trágicamente, mi vivencia de ella siempre lleva consigo la acordanza de unos militares asesinos de Federico («Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba./ El pelotón de verdugos/ no osó mirarle a la cara.»).

Hablar de República con los jóvenes es importante, porque éste nuestro es demasiadas veces el país de la confusión, de la Historia mentida y mal explicada. Hay que explicar a los jóvenes que la República dos veces llegó democráticamente y sin una gota de sangre, y dos veces fue fusilada por la España varada desde Trento, por la media España negra de que hablaba Machado. Hay que decirles que la República es un régimen político y moral superior a la monarquía. Y pedirles que se lean el Artículo 23.2 de la Constitución: todos los ciudadanos tienen derecho a acceder a todas las funciones y cargos públicos. ¡Qué gran violación de este importante precepto de la Constitución, y del principio de igualdad ante la ley (Art. 14 de la misma), el que la más importante función y cargo público del Estado se los queden en propiedad un señor y sus hijos y nietos!

En tu alto cometido de presidente a nivel estatal de nuestra asociación, ¿En qué debemos perseverar? ¿Qué debemos mejorar?

-Impulsar la «lucha ideológica», para llegar a la gente y explicarles lo que dice José Luis Sampedro con la lucidez de sus 93 años: lo grave no es la maldad de los malos, sino el silencio de los buenos.

En esta perspectiva, informar por qué la República es un régimen más justo, digno y moral que retener el más alto puesto y función del Estado como propiedad de una familia.

Con otras palabras, explicar que «la familia real» se apropia de una parte de la Soberanía que corresponde al pueblo, a los ciudadanos/as.

–Referir a la gente que España se ha convertido en el último refugio de los Borbones, expulsados del trono de Francia hace 180 años, y del de las Dos Sicilias hace 150.

–Explicar que el movimiento republicano no es cosa «de rojos», sino de todos los ciudadanos progresistas y liberales de diversos idearios o creencias; como lo fueron nuestras I y II Repúblicas. Sin dichos aportes, solidaridad, sinergia, será difícil contrarrestar el enorme poder que aún conserva el tardofranquismo reaccionario.

Denunciar que este tardofranquismo, todavía detentando posiciones de mucho poder político e ideológico, no ha querido una auténtica Reconciliación, no le interesaba un «abrazo de Vergara». Por mala conciencia, por egoísmo, y por miedo a que España dejara de ser el único país de Europa con la más absoluta impunidad del fascismo. Sólo ha querido una «reconciliación del embudo», sin reconocimiento alguno a la legitimidad de la II República.

Por tanto, es preciso llamar a una gran confluencia de los numerosos grupos e iniciativas republicanas actualmente en marcha por toda España.

–REGENERACIÓN: aquilatar, explicar esta palabra y concepto clave en nuestro quehacer y horizonte: República, igual a Regeneración.

Y República igual a superación de los lastres históricos tridentinos-inquisitoriales; los del caciquismo que llega inverecundamente hasta hoy mismo (ver, verbigracia, red y urdimbre de Fabra en Castellón); los de una sucesión casi incesante de dictaduras y dictablandas; o los de una ideología militar, de parte de los militares, que todavía hoy echa las patas al aire (ver generales José Mena o Blas Piñar, coronel Navarro de los Paños, capitán González Calderón, o el manifiesto público de cien coroneles integristas en mi libro de este año sobre la memoria irredenta).

Y Regeneración/República igual a erradicación de la CORRUPCIÓN, que parece inmarcesible en nuestro país, porque viene de siempre, y llegó al paroxismo en la vesánica dictadura de Franco, dejando profunda impronta y crapuloso acostumbramiento que nos latrocina y abochorna cada día.

–Reforma de la Constitución, pactada forzadamente por los demócratas con los francofascistas tales que Fraga y Cisneros; como primer paso antes de una Constitución republicana, si no fuera posible ésta directamente.

El Estado español debe ser «federal»; igual que Alemania, Austria, Bélgica, Suiza, Rusia, USA, Canadá, México, Venezuela, Brasil, Argentina, Nigeria, Sudáfrica, la India, Australia, etcétera, que tienen motivos iguales o inferiores que España para el federalismo.

Acabar con la ficción del Senado tal como lo configura la Constitución actual. Prácticamente casi inútil, salvo como «agencia de colocación» de políticos con buen sueldo y otros gajes.

Cambiar la escasamente democrática Ley Electoral en vigor, con sus listas cerradas y bloqueadas, que consagran la obediencia estricta y subordinación del elegido a la cúpula de su partido, no a sus electores, so pena de no volver a ir en una lista electoral.

–República igual a Democracia, a una Democracia mejor (la democracia siempre es un horizonte hacia el que avanzar). España arrastra un gran déficit histórico de Democracia. Aún hoy, por ejemplo, tenemos un «rey soldado», a la manera (en el fondo) de Alfonso XIII, por no decir de Franco; un Rey que es, demasiado, «un militar». Esto no sucede en ningún país avanzado del mundo.

–Laicismo, separación nítida de Iglesia y Estado, demasiado en coyunda, lo que no sucede prácticamente en ningún país del mundo. Superación de un Concordato «constantinista» (por el emperador Constantino, siglo IV).

–Plena rehabilitación de los últimos soldados de la República, nuestros guerrilleros antifascistas de los años cuarenta y cincuenta. Ídem de los Generales «leales» Vicente Rojo, Escobar, Aranguren, Núñez de Prado, Romerales, Batet, Caridad Pita, Salcedo, Campíns, Azarola… como del gran coronel Joaquín Pérez-Salas, de Virgilio Leret, de Burillo, Álvarez-Buylla, De la Puente Bahamonde, y tantos más abyectamente fusilados. Y de Lluís Companys, Peiró, Zugazagoitia, los Rectores Peset Aleixandre y Leopoldo Alas, etc, etc.

–Finalmente, o lo primero: España no tendrá un régimen legítimo, estará en interinidad, hasta que no se dé un referéndum monarquía/República.

¿Cual es tu visión de la Tercera República Española?

-La III República significará la tercera regeneración democrática. Y significará la devolución de una parte de la soberanía o señorío político –que retiene una familia apellidada Borbón– a los ciudadanos. Pues, residiendo la soberanía primigenia en el pueblo, en sus mujeres y hombres, sucede aquí como con la dignidad o la virginidad, que sólo se pueden tener enteras.

La III República significará también superar, al fin, el atraso del rancio pensamiento nacional-católico que sepultó tantas esperanzas. Que prevalece, al fin, el pensamiento liberal-popular, liberal-republicano. Que los que siempre se han creído amos únicos de la historia de España, los eternos inquisidores, ya no podrán más considerar a España, como escribiera Araquistáin, «tierra de conquista».

Amamos la República porque la necesitamos. Como se ama a una mujer o un hombre, como se ama a la primavera, como se ama al amor. Y sentimos que todo el edificio político de la «transición» quedará en farsa mientras no haya un referéndum monarquía/república. Hasta ese momento, España está y seguirá estando en interinidad. Interinidad política, moral y jurídica.

Posdata: El amigo y compañero Pitarch también aprovechará su paso por la ciudad de los cármenes para presentar su último ensayo político, «Memoria irredenta del franquismo. La reconciliación del embudo», publicado por Flor del Viento, cuya contraportada dice así:

La automitificada «transición» fue en verdad «transacción», bajo horcas caudinas o coacción de los franquistas pactantes con los demócratas (y, si no, no había democracia, partidos, elecciones libres). Tal semichantaje, con su lote de guetos y trágalas, habían de configurar a España como el único país de Europa, casi del mundo, con absoluta impunidad del fascismo. Nadie tendría responsabilidad por el mayor magnicidio de la historia celtíbera, el fusilamiento de la II República, ni por los crímenes y latrocinios de la dictadura, realizados por los socios y herederos españoles de Hitler y Mussolini. Y todo ese tinglado político incluía un monarca designado digitalmente por Franco, bajo curatela del Ejército del caudillo, ejército síndico del «atado y bien atado».

Algunos de estos polvos mantienen hasta hoy sus lodos, somos el solo país europeo que no ha reconocido cabalmente a los «resistentes» o combatientes antifascistas, aquellos últimos soldados de la República que no se rindieron en 1.939, ejerciendo el sagrado derecho de resistencia armada a la tiranía. Tampoco se atreve nuestra democracia a testimoniar pleno agradecimiento a los militares que, desde la UMD, pidieron el fin de la dictadura y se jugaron todo para quemar la pólvora golpista a sus compañeros más agrestes, dispuestos a impedir que llegase la democracia, y, si llegaba, a masacrarla, igual que habían hecho con la República.

Así, la democracia de que tanto alardeamos ha mantenido, treinta años rigiendo la Constitución, a más de cien mil españoles asesinados ferozmente y enterrados sin nombre por zanjas, pozos y barrancos, y aún no osa anular los aberrantes juicios sumarísimos del franquismo. Ni siquiera conocemos todo lo que pasó el 23-F, ni cuánto sabía de ello el rey. Y, mientras el hospital de la Seguridad Social de Burgos lleva el nombre de Yagüe, y Franco cabalga en la capitanía general de Valencia, con su escudo fascista presidiendo la puerta principal, no hay una calle ni costanilla en Valencia a nombre del valenciano General Vicente Rojo, ni han devuelto al pueblo toledano «Azaña» su nombre de siglos que le robaron en 1.936 sustituyéndolo por el del regimiento que lo «conquistó» para Franco. ¿A esto llaman «reconciliación»? ¿A este seguir pagando hipotecas que impuso el franquismo? ¿Hasta cuándo?