Los países garantes del proceso de paz piden cese al fuego bilateral y definitivo. Les preocupa – con toda razón – que el escalamiento de la guerra ponga en peligro la continuación de los diálogos en La Habana. Algunas organizaciones políticas, sociales y personalidades políticas respaldan esa petición y se pronuncian de diferentes formas (comunicados, […]
Los países garantes del proceso de paz piden cese al fuego bilateral y definitivo. Les preocupa – con toda razón – que el escalamiento de la guerra ponga en peligro la continuación de los diálogos en La Habana.
Algunas organizaciones políticas, sociales y personalidades políticas respaldan esa petición y se pronuncian de diferentes formas (comunicados, plantones, marchas) para presionar esa decisión.
Sin embargo el problema no es tan simple. Existen antecedentes que complican el asunto. Veamos:
Existe el temor de que como ocurrió en El Caguán, la guerrilla utilice la tregua para fortalecerse militarmente. Y esa opinión no sólo la tienen los llamados «enemigos de la paz» sino que es una opinión bastante generalizada.
Para evitarlo, quienes así piensan, proponen la concentración de las fuerzas guerrilleras en sitios específicos, los cuales tendrían que tener vigilancia de un actor neutral (ONU) y verificación internacional.
Para la guerrilla eso sería como oficializar su derrota ya que detrás de la vigilancia y verificación internacional estarían las fuerzas del ejército para, en caso de romperse la tregua, arremeter contra ellos. Además, con toda la tecnología que existe y la capacidad de infiltración de las fuerzas oficiales, ello significaría un riesgo muy grande.
Si se tiene en cuenta que la guerrilla tiene como ventaja comparativa su enorme dispersión en el territorio y su capacidad de camuflarse entre las comunidades, además de que su mantenimiento depende de ese contacto, es casi ilusorio que vayan a admitir grandes concentraciones en unos pocos sitios.
Si realmente hubiera capacidad organizativa – como la que muestran los indígenas del Cauca – se podrían organizar «barreras humanitarias por la Paz» – que rodearan grandes zonas para garantizar un cese de fuegos. Sin embargo eso no parece viable, el gobierno argumentaría que es «gente presionada» por la guerrilla y que no es garantía de que la guerrilla no continúe fortaleciéndose militar y hasta políticamente.
La única salida es desescalar voluntariamente la confrontación y acelerar los diálogos de paz. Los acercamientos y coincidencias entre Santos y Uribe (que ya acepta las negociaciones y forcejea para conseguir su impunidad), que el comandante Timoleón Jiménez (Timochenko) considera equivocadamente como un «debilitamiento del gobierno de Santos» (http://bit.ly/1Fj1NkT), pueden al contrario convertirse en un factor positivo para que el panorama se aclare y las negociaciones se aceleren.
Es bueno anotar finalmente que, a regañadientes, Uribe ha empezado a alinearse al lado de la «paz neoliberal» que ofrece Santos, porque recibió desde Panamá la orden del imperio de apoyar ese proceso. La experiencia de procesos de paz como los de Centroamérica indican que un gobierno débil no es capaz de sacar adelante un proceso de ese tipo, y los gringos, duchos en eso, están presionando para que el «bloque de poder hegemónico dominante» se unifique para lograr su objetivo: «paz neoliberal» con pequeñas concesiones «democráticas».
Por otro lado, las fuerzas democráticas y civilistas necesitamos la terminación del conflicto armado para avanzar. Es mejor una «paz neoliberal» que una «guerra instrumentalizada por el gran capital«. Al menos en «paz» podremos organizarnos, expresarnos masivamente y avanzar por el camino de transformaciones que nos señalan la mayoría de pueblos sudamericanos.
Ver: http://bit.ly/1EKvA5i (ferdorado@ gmail.com/@ferdorado )
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