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Escaños reservados, ¿la solución?

Fuentes: Rebelion

La causa del pueblo mapuche genera tal apoyo entre las clases populares que la bandera que representa a dicho pueblo se ha convertido en un verdadero emblema del estallido social. De hecho, no hay prácticamente marcha ni manifestación que no flamee la bandera de la nación mapuche. Ella se ha convertido en sinónimo de la rebeldía popular en esta revuelta.

Son décadas de lucha que le han ganado con toda justicia el apoyo entre la población al pueblo mapuche. Por su parte, el Estado chileno se ha ensañado particularmente con él. El horror que el pueblo chileno pudo sentir en carne propia a partir del 18 de octubre es una realidad que se vive a diario en el Wallmapu, donde mujeres, niños y ancianos son constantemente vejados por las fuerzas represivas del Estado.

En la base de este salvaje comportamiento del Estado burgués en el Wallmapu está la reivindicación nacional-territorial del pueblo mapuche, la cual choca frontalmente con los intereses del gran capital forestal de la zona. Es por ello que para el actual bloque en el poder el conflicto resulta insoluble. Las distintas iniciativas que ha desplegado el Estado en los últimos 30 años (cooptación, represión, judicialización, infiltración, etc.) no han logrado encauzar el conflicto dentro del orden burgués ni desarmar la lucha y organización mapuche.

La conformación de la próxima Convención Constitucional en el contexto de la reformulación de la dominación burguesa vuelve a poner el conflicto mapuche en el tapete. En esta ocasión, a instancias y presión de sectores de clases medias “progresistas y ciudadanistas”, los partidos burgueses han acordado establecer una cuota de escaños reservados para pueblos originarios, que busca representar a cada pueblo en función de su peso en el total de la población. En el horizonte de los partidos pequeñoburgueses de izquierda figura el ideario del Estado plurinacional, tomado de experiencias como la boliviana.

Sin embargo, ¿es esto una solución? No, y ni siquiera progresista.

Así como la presencia de van Rysselberghe en el Senado no asegura, por su simple condición de mujer, ningún avance –sino por el contrario– en cuanto a derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, lo mismo ocurre con los eventuales constituyentes mapuche en la Convención.

Desde la universalización del voto en Chile, el mapuche está integrado como ciudadano pleno al Estado. No hay nada en su ordenamiento que, en teoría, prive a este de la participación en los asuntos públicos del país. No rige en Chile un estado de apartheid como el que segregaba a la población negra en Sudáfrica o al que actualmente están sometidos los palestinos por el Estado de Israel. Al igual que las mujeres, su emancipación política en cuanto a la ciudadanía burguesa está lograda. El problema no está allí.

Es por ello que la solución dada por los partidos burgueses, “progre” en su superficie, no es tal. Por el contrario, cumple la función de segmentar las demandas populares. Culpable de ello son sin duda las expresiones políticas de izquierda que, en su desarme ideológico, han terminado por comprar los presupuestos de la ciencia política burguesa más vulgar, en este caso la concepción del representante medio. Para esta el mejor antídoto para combatir a las “elites” es lograr una representación lo más parecida posible a la composición media de la sociedad, concebida como la suma de individuos. Así, si el 50% de la población son mujeres, pues bien, que haya 50% de mujeres parlamentarias; si el 20% de la población tiene pelo castaño, pues 20% de los congresistas tendrá pelo castaño; etc. Incluso si la misma elite representa el 1% de la población, esta tendrá el legítimo derecho a aspirar al 1% de representación democrática.

En esa línea las organizaciones de izquierda han caído en la ilusión de que basta con levantar candidatos “populares” para garantizar que los intereses populares queden bien representados. Sin embargo, la sociedad burguesa posee una espesa maraña de mecanismos político-ideológicos que hacen que dicha relación lineal no se cumpla; tanto así que incluso un hipotético Parlamento compuesto 100% por trabajadores puede terminar funcionando, si es que estos no están esclarecidos de sus tareas políticas, como el más pedestre de los parlamentos burgueses compuesto por miembros de la “elite” tradicional. Es por ello que una política socialista pone en el centro de su acción el esclarecimiento político-programático de la clase trabajadora.

Es por ello que la verdadera emancipación del pueblo mapuche no es la de los escaños reservados, ni las demagógicas políticas puestas en práctica por los distintos gobiernos de la transición: compra de tierras, cursos de mapudungún en las escuelas, el izamiento de la bandera mapuche en las reparticiones públicas, señalética escrita en mapudungún en las oficinas del Estado, etc. 

La clase trabajadora le debe una verdadera solución al pueblo mapuche; y esto no solo por los innumerables vasos comunicantes que los conectan, sino para evitar que el horror siga perpetuándose en el Wallmapu. Dicha solución no puede consistir sino en:

  • Desmilitarización del Wallmapu: Retiro inmediato de las fuerzas de ocupación del Estado chileno emplazadas en la zona;
  • Cuerpo de policía civil: Conformación de un cuerpo de policía civil autónomo –separado de Carabineros– encargado de velar por el orden público en la región;
  • Derecho a la autodeterminación nacional del pueblo mapuche.

Se trata de un programa mínimo de la clase trabajadora para el actual período del capitalismo chileno y pugnas inter burguesas. Los trabajadores no pueden dejarse llevar por los distintos voladores de luces que los partidos burgueses ponen en juego frente a los temas candentes que atraviesan a la sociedad.

https://revistaconfrontaciones.com/2020/12/23/escanos-reservados-la-solucion/