Los cimientos democráticos del edificio institucional de un país, es la Constitución. La altura de su tejado o techo lo delimita el ánimo cívico o impulso democrático con las que fueron escribiéndose, al dictado o no de representantes coronados y laureados. Se puede decir que la nuestra del 78 equiparada a la de hace más […]
Los cimientos democráticos del edificio institucional de un país, es la Constitución. La altura de su tejado o techo lo delimita el ánimo cívico o impulso democrático con las que fueron escribiéndose, al dictado o no de representantes coronados y laureados.
Se puede decir que la nuestra del 78 equiparada a la de hace más dos siglos y medio (ambas para tratar de dar salida a un regimen autocrático), es como un champiñón frente a una Lepiota. Salvando distancias y envergaduras coinciden en que hoy vivimos la misma desafección hacia la monarquía que en los previos a la «Pepa», y después de 40 años de «democracia» eso es un fracaso.
Nuestra Constitución de hoy, igual que los dos edificios donde la «vehiculizan» para gobierno del país, está, si no en derribo por también desafección popular, si sostenida con un andamiaje de elevado costo democrático, motivado por todas las carencias y excesos que han llegado a desestructurar la convivencia.
Cuando escuché por primera vez que el mayor problema y rémora democrática de este país no es el franquismo sino el PSOE, me pareció un exceso. Hoy, y repasando su biografía política desde el 78, me reafirmo en ello, pues no se trata de una pugna politica entre los líderes de dos partidos políticos de izquierda, sino la pugna democrática e identitaria entre el «hijo» político del mentor de un PSOE con intereses asimilados a los de la oligarquía del Ibex35, y el nieto biológico del creador del Partido Socialista Obrero Español auténtico.
La versión que dan los medios de comunicación sobre las razones del fracaso de investidura de Pedro Sánchez en su doble juego de pretender tapar dos cabezas a la vez con una sola boina, es muestra de la piña infame que ejercen las cuatro patas que sostienen esta farsa institucional… y democracia fallida.
Para quienes de las crónicas políticas en prensa sabemos leer lo «escrito» entre líneas, pocas dudas nos cabe de que toda esa escenificación por parte del candidato a presidente, una y otra vez era desenmascarada por un hábil Pablo Iglesias en su jugada de pedir «cartas» una y otra vez, a pesar de que traten de confundirnos destacando su desmedida ambición personal.
Pues si, mucha ambición, siendo la principal, presenciar «in situ» lo que en ambitos institucionales «íntimos» deciden con ocultación o segundas lecturas para la prensa, los asuntos «gordos» del país como es el Consejo de Ministros.
Eso para lo personal. Para la plebe que en su ignorancia le denigran no, pero para esa gran parte del pueblo que aunque en esta no le han votado, si le creen, ambición para formar parte del gobierno como único espacio de influencia para presionar internamente al futuro presidente a exigir a los partidos constitucionalistas en sede parlamentaria con luz y taquígrafos, obligarse a exigirse cumplir la Constitución en sus artículos mas humanitarios.
Una Constitución que a pesar de la bonanza económica, vemos como es violada de manera progresiva en su contenido social, desde el 78, y muy en particular desde los recortes de 2008 y rescate a la banca en 2011.
Esta huelga institucional que mantienen desde mayo, y para nada afecta a sus bolsillos, la resolverían de manera muy diferente si sus arrinconados patrones (ciudadanía) les aplicaran los mismos principios de igualdad que recoge la Constitución para el resto de los trabajadores, que al no llegar a acuerdos en la negociación del convenio con la patronal se mantienen de huelga y sobreviven como pueden… feudalismo puro y duro por parte de una casta infame.
La exigencia de cumplir los artículos que garantizan el bienestar, seguridad, integridad, igualdad y habitacionalidad de toda la ciudadanía, recogidos en el artículo 17, 31, 47, 50, 128, 150… son las verdaderas líneas rojas de Pablo Iglesias en sintonía con la mayoría ciudadana que piensa por si misma, aunque luego en el resultado del voto de izquierda no se refleje así. Es una exigencia de mínimos a tratarlas en las primeras sesiones en el Congreso de diputados. Pero muy en particular, el punto 32 del silenciado artículo 149, siendo junto a la modificación del 135 (2.011) y la aplicación del 155 (2.017), quien mayor desarmonía social y quebranto socieconómico y sociopolítico respectivamente han causado en esta década que acaba para nuestra palidecida democracia.
Así Sr Sánchez, con mucho ánimo y altura de miras para el futuro programa de gobierno que debe presentarnos, le invito a que se aplíque tan solo en dignificar nuestra Constitución en los artículos que repercuten a mayorías también de sus votantes, y en «civilizarla» con inteligencia relacional, en aquellos artículos, que a diferencia de la «Pepa» nos impide desligarnos emocional, «espiritual» y sociológicamente del régimen anterior.
Ese programa de gobierno, aunque le llevase a ganar la bronca de la patronal del Ibex35, siempre será bien acogido por la inmensa mayoría que conformamos la «patronal» fiscal y afectiva de un país obligado a remontarse.
Tenga a buen seguro que si se puede. Y nunca olvide, que desde el 78… el PSOE nos lo debe.
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