Vaya por delante nuestra aceptación respetuosa de las creencias religiosas de cada persona. La sociedad actual es muy diversa y el reconocimiento y admisión consecuentes y voluntarios de esa diversidad dan fe de un talante democrático. Dejemos claro también que en el debate sobre escuela y religión es preciso diferenciar el componente ideológico del laboral. […]
Vaya por delante nuestra aceptación respetuosa de las creencias religiosas de cada persona. La sociedad actual es muy diversa y el reconocimiento y admisión consecuentes y voluntarios de esa diversidad dan fe de un talante democrático.
Dejemos claro también que en el debate sobre escuela y religión es preciso diferenciar el componente ideológico del laboral. La religión confesional es impartida por personas sujetas a un contrato laboral. ¿Quiere esto decir que quienes propugnamos que la religión confesional debe salir de las aulas estamos mandando al paro a quien la imparte? Para nada. ¿Quien se manifiesta contrario a la fabricación de armas apuesta por que el personal se quede en la calle? Evidentemente, no. Debe contemplarse la diversificación productiva o la recolocación.
Estas líneas pretenden hablar de religión confesional como asignatura impartida en los centros educativos. El posicionamiento es aplicable a todos los credos, pero especialmente al católico, por ser el más extendido en nuestro entorno. Sufrimos la enorme contradicción de vivir en un estado aconfesional que firmó con el Vaticano unos acuerdos sobre asuntos jurídicos, económicos, educativos y culturales con carácter de tratado internacional que posibilitan la situación actual. La LOE, en esta cuestión, es un quiero y no puedo. A modo de ejemplo, en la Educación Secundaria Obligatoria se ha pasado de dos a una hora semanal excepto en uno de los cursos que se continuarán impartiendo dos. El poder de la Iglesia Católica es demoledor. Nadie, hasta ahora, ha osado contradecirle en lo fundamental. Temor al desgaste político.
Viene a cuento traer a colación unas recientes declaraciones del Consejero de Educación, Sr. Campoy: «Aquí se dará más religión». Otra vez, y son ya muchas, Navarra se colocará a la cabeza de la contrarreforma. El PP/UPN siempre nos ha utilizado como laboratorio de experimentación. También, y especialmente, en el campo de la enseñanza. Se vanagloriaron de ello ante las propuestas contenidas en la LOGSE y reinciden frente a una descafeinada LOE. Caben pocas dudas de que en ese publicitado proyecto conjunto de actuación de las autonomías controladas por el PP, y en lo relativo a medidas educativas, Navarra es un modelo a imitar.
La exclusión de la enseñanza religiosa confesional en la escuela no vulnera el derecho de libertad religiosa, pues nadie prohíbe que ésta sea enseñada en el ámbito familiar o en catequesis. Con frecuencia se intenta asociar, indisolublemente, enseñanza religiosa con adquisición de valores, y a veces con ánimo perverso. Pero existe una ética universalmente consensuada, reflejada en la Declaración de los Derechos Humanos, que no precisa de un fundamento religioso. La ética no es patrimonio de la religión.
Por otro lado, conviene resaltar que algunas ideas de la religión confesional chocan con el estudio objetivo de la historia y de la ciencia, y que tiende más a dividir que a integrar culturas de diferentes credos. La existencia de la religión confesional en las aulas se debe, en nuestro ámbito, a una herencia del pasado y a las motivaciones de una institución que pretende inculcar, prioritariamente, una serie de dogmas propios de la fe. Esto no quiere decir que no exista profesorado de religión que es lo suficientemente profesional como para intentar la formación integral del alumnado. Pero hablamos de religión y escuela, y no de comportamientos individualizados.
En STEE-EILAS abogamos por un modelo de escuela laica, que eduque sin dogmas, en valores humanistas y universales, en la pluralidad y en el respeto de los derechos humanos, en la asunción de la diversidad. Una escuela donde se sientan cómodos tanto creyentes como no creyentes. Las niñas y niños en la escuela no pueden sufrir segregación en función de las creencias familiares. El alumnado que no desee dar religión no debe tener una obligación alternativa, ya que ello va en contra de derechos fundamentales. Por eso la única posibilidad para respetar los derechos de todas y todos es que la enseñanza de la religión confesional salga del horario lectivo.