Introducción El modelo normativo elaborado por el filósofo alemán Jünger Habermas sugiere que la esfera pública plena solo podrá florecer en un contexto político-social regido por los principios de la democracia liberal (Habermas, 1998, p. 449). Empero, investigaciones desarrolladas durante las últimas décadas demuestran que en medio del estricto control social que ponía límites a […]
Introducción
El modelo normativo elaborado por el filósofo alemán Jünger Habermas sugiere que la esfera pública plena solo podrá florecer en un contexto político-social regido por los principios de la democracia liberal (Habermas, 1998, p. 449). Empero, investigaciones desarrolladas durante las últimas décadas demuestran que en medio del estricto control social que ponía límites a la expresión de la pluralidad política (como en los países socialistas de Europa Oriental y la Unión Soviética), existían formas asociativas, espacios de discusión política, precarias redes de comunicación entre diferentes actores que confrontaban el discurso y la práctica políticas dominantes.
La multiplicación de espacios de debate (institucionales o no), vehículos y plataformas alternativas (blogs, redes sociales, publicaciones impresas y digitales) demuestran la emergencia de esferas públicas en Cuba, pese a mantener un sistema político de estilo soviético. Si bien estos medios de comunicación continúan en un limbo legal, son desconocidos para la mayoría de los cubanos y apenas puede ser reconocidos como instituciones sociales, esa realidad pone en evidencia las limitaciones del modelo habermasiano de esfera pública para el análisis de contextos particulares.
Límites del modelo normativo de esfera pública
Alexei Padilla (AP): La mayoría de las teorías y discusiones en torno a la noción de esfera pública, circunscriben su presencia a contextos donde esté presente la democracia liberal, la que supuestamente establece una serie de garantías para la discusión de los asuntos públicos. ¿Considera usted que es posible afirmar la existencia de esferas públicas en sistemas políticos que no se adscriben al modelo democrático-liberal, como Cuba, por ejemplo?
Juan Valdez Paz (JVP): El concepto de esfera pública tiene una definición liberal que la ve como un espacio comunicacional; deliberativo, en el mejor caso. Pero otras filosofías políticas la redefinen de una manera diferente. Si vemos la esfera pública no como un espacio comunicacional -aunque también incluya a la comunicación-, sino como la esfera donde se realiza el bien común y a donde concurren los dispositivos de todos los subsistemas sociales (el político, el económico, el civil, el ideo-cultural, etc.) para producirlo. Si aceptamos, además, que el bien común es el criterio para juzgar el aporte que hace cada uno de los subsistemas sociales, tendremos una visión más compleja de lo que es la esfera pública. Porque si tan solo fuera «conversación» y en teoría esta va a cambiar la conciencia social, en la práctica no cambia nada y, sobre todo, no incide en las relaciones de poder y no garantiza el bien común. Entonces lo que tenemos es una definición liberal que acota el papel de la esfera pública real. Tenemos que ver la esfera pública como un subsistema de la sociedad del que participan otros tantos subsistemas; digamos, un subsistema que es secante de todos los demás, que los atraviesa.
La deliberación es parte del bien común, pero no es todo él. Si la deliberación se ve como uno de los derechos civiles o uno de los derechos políticos y, por tanto, como un derecho humano, y no se ve que todos los derechos humanos son equivalentes, complementarios e interdependientes (bajo la acepción liberal), parecería que la esfera pública solo producirá uno de los derechos y no va a garantizar al resto, como los derechos económicos y sociales, los derechos culturales, los derechos ambientales, etc. Creo que si nos colocamos en una perspectiva marxista, la interpretación de la esfera pública es mucha más compleja. Las ideas generales, los conceptos, tienen que realizarse, tanto en sentido hegeliano como marxista, hacerse realidad en una sociedad histórico-concreta. No se realizan en abstracto. Puede ser la meta de todas las sociedades pero su realización no es ajena ni independiente de la totalidad social. ¿La realización de la esfera pública en Brasil es independiente de la sociedad brasilera, de la correlación de fuerzas, de la distribución de poderes, de la lucha política y social dentro de ella? Si la esfera pública revela el interés de la mayoría, ¿por qué la realidad social y económica no está alineada a los intereses de la mayoría de la sociedad brasilera, sociedad donde los trabajadores, los campesinos y los pobres, son mayoría? Deliberan pero no pueden cambiar el status quo. Hay que contrastar los conceptos generales y pensar cómo se realizan y en cuál sociedad «realmente existente» se realizan. Esa pregunta cabe para Cuba, pero también cabe para Brasil, para Estados Unidos y para cualquier país.
AP: Quiere decir que hay tener en cuenta los límites de los modelos normativos.
JVP: No solo de los modelos normativos, sino también de los poderes fácticos. Los modelos normativos pueden ser el orden jurídico o ideológico aparentemente bondadoso; pero hay que ver cuánto permiten los poderes fácticos.
AP: La mayoría de los estudios sobre esfera pública en los países donde se estableció el socialismo de Estado son descriptivos y no teóricos. Algunos autores utilizan el modelo habermasiano para analizar esos contextos ¿Existen referentes teóricos acerca de la esfera pública en el socialismo de Estado?
JVP: El socialismo de Estado no ha incorporado en su cultura política el concepto de esfera pública, salvo por muy contados autores. Pero a nivel oficial, a nivel de la ideología dominante, no logra ni siquiera estar de acuerdo con la respuesta que yo te he dado. Sería muy sencillo decir «la esfera pública es el bien común y el socialismo defiende el bien común» y así articular todo el discurso. Pero igual que se dice que «la democracia» es burguesa, se dice que la «esfera pública» es un concepto burgués. El discurso oficial del socialismo real es demasiado pobre; tanto rechaza al pensamiento liberal que «tira al niño por la ventana», para hablar en términos coloquiales.
AP: ¿Dónde encontrar referentes teóricos?
JVP: En el pensamiento de izquierda en general, pero lo puedes encontrar en el pensamiento marxista occidental más cercano, uno que tiene que debatir con el orden liberal dominante, esa mezcla de deliberación y dominación.
AP: En su libro Espacio y límite (2009) usted señala que un componente del desarrollo democrático de nuestro país es la constitución de una esfera pública socialista. ¿Cuáles serían las precondiciones para su constitución?
JVP: Las precondiciones son muchas. Lo primero es reconocer la construcción de una esfera pública como una meta. Si el proyecto socialista cubano, a favor de las grandes mayorías, no reconoce como una meta, entre tantas otras, construir una economía viable, un orden político inclusivo, un patrón de menor desigualdad, etc., debe incluir una cierta esfera pública, tendrá una propuesta omisa. El proyecto debe incluir una esfera pública, pero aceptar el concepto y la necesidad de realizarla en la vida real. No es que nos casemos con lo que está dicho por otros sino que reflexionemos sobre el tema. Si mal no recuerdo, solamente las revistas Criterios y Temas han hecho una convocatoria para discutir sobre esfera pública. Cuando los cubanos nos dediquemos a pensar en nuestra esfera pública y a realizarla, contribuiremos a una experiencia de esfera pública socialista.
AP: ¿Cuán cerca o lejos estaría Cuba de construir esa esfera pública que usted identifica como socialista?
JVP: Parece que estamos algo lejos; habría que debatir más sobre ello. Primero, tratar que la discusión se asiente en los medios intelectuales, que los intelectuales marxistas elaboren más sus ideas sobre una esfera pública del socialismo para que, así, alimenten la reflexión de la esfera política. Es un tema de la cultura política en el que tenemos que avanzar. Nos movimos muy cercanos al modelo soviético, que excluía todo esto y tampoco se ha favorecido luego del derrumbe el campo socialista.
Un ejemplo paralelo lo tenemos con el concepto de democracia. ¿No prometió el marxismo una democracia plena? ¿No dijo Rosa Luxemburgo que el capitalismo solo podría alcanzar una cierta democracia que nunca sería plena y que solo el socialismo sí pondría hacerlo? Pero, ¿qué quiere decir la frase «democracia plena» del socialismo? Esa es la pregunta que tenemos que responder. Aceptemos que la del mejor capitalismo es más que insuficiente; entonces, ¿en qué consistiría la del socialismo y en qué consistiría la plenitud? Por un lado, habría que formular esto más claramente desde el punto de vista teórico e ideológico. También suponer que para realizarlo hay que avanzar en el tiempo, hay que hacer un desarrollo democrático; no porque tengamos las ideas claras sería posible implementarlas mañana. Si no es posible realizarlas de inmediato porque no hay condiciones históricas o porque tenemos que asumir restricciones que nos impone el enemigo, si esto es cierto y son datos de la realidad, entonces estaremos «transitando», estaremos en algún momento de un desarrollo democrático inconcluso. Esto supone, también, que en algún momento habrá que realizar una crítica del nivel alcanzado. Ello haría más sencillo decir que el socialismo está comprometido con un desarrollo democrático pleno. Pero, ¿colocamos el tema del desarrollo democrático en la agenda del debate social y académico?
AP: Tanto en los autores de la antigua Unión Soviética y de los países del ex-bloque socialista, como en los estudios realizados por investigadores cubanos, se nota una apropiación de los conceptos de Habermas y de las contribuciones de sus críticos y continuadores, pero pocas aportaciones autóctonas.
JVP: En temas de ciencia como de ideología, la produces o la importas; si queremos una alternativa científica e ideológica tenemos que producirla. De lo contrario, hay que importarla y traducirla, lo que cual es muy difícil; la inmensa mayoría de la gente ni siquiera traduce. No solo los estudiantes hacen tesis que manejan una serie de categorías acríticamente, sino que los tutores son acríticos y los tribunales también. Habermas es imprescindible, pero no es suficiente. ¿Ocupa el espacio de una reflexión marxista? En absoluto; de eso es lo que se trata. En nuestras relaciones con el exterior, sea con la derecha o con la izquierda, algunos tenemos un reflejo colonialista; o sea, una inclinación a dejarnos colonizar por el pensamiento externo sin hacer nuestras propias reflexiones. Es decir, si el autor es alemán, como Habermas, es rápidamente citado. Pero lo que necesitamos es nuestra propia reflexión e intentar hacer nuestro aporte. De Habermas debemos aprender su ejemplo, su dedicación a la reflexión, su actitud científica. Un alemán socialdemócrata que produce su pensamiento social en la sociedad alemana contemporánea puede ser muy interesante pero, ¿qué tiene que ver con Cuba? Si él tiene pretensiones de universalidad, ¿cuál es la prueba de que su «universalidad» incluya a la sociedad cubana, al tercer mundo y al subdesarrollo?
Debate público y medios de comunicación
AP: En los últimos años hemos visto un fortalecimiento del debate público, pero muchas veces restringido al ámbito digital o a determinados espacios intelectuales. ¿Qué repercusiones tienen esas discusiones en los medios nacionales? ¿A qué podemos atribuir ese comportamiento?
JVP: Los medios de comunicación en Cuba se han caracterizado por su carácter conservador, deficiente, omiso, etc. Desde el presidente Raúl Castro, hasta la gente de la calle, opinan que los medios de comunicación no están a la altura de la información que necesita la opinión pública. Puedo apreciar que hemos avanzado un poco. Hay publicaciones -mencionaría con más masividad e impacto la revista Temas y otras-, que también van recogiendo debates, opiniones. Pero ese avance es más que insuficiente comparado con las necesidades sociales y políticas del país.
Seguramente se trata de una orientación partidaria determinada; y habría que ver el papel de los funcionarios en todo esto. He escuchado muchas cosas contradictorias. Algunos dicen que se trata de los propios periodistas y del director de los órganos de prensa, que no se atreven o están esperando orientaciones del nivel superior. Parecería que el funcionariado y los propios comunicadores se inhiben y se autocensuran, más allá del nivel de censura que otras instancias puedan imponerle. Yo creo que es una amalgama; son muchos años de autocensura y de censura. Todo ello en razón de la búsqueda de la unidad, de la situación de fortaleza sitiada, por acoso del enemigo, etc.; todo ello es cierto, pero discutible.
A la altura de la historia en que estamos, de cara a las nuevas generaciones, abierto un proceso de reformas económicas e iniciado un proceso de normalización de relaciones con Estados Unidos -quien declara su intensión de jugar un papel interno en la transformación de la sociedad cubana-, creo que se impone la necesidad de reformular el papel de los medios de comunicación para poder darle a la ciudadanía la posibilidad de educarse en un nuevo escenario de confrontación de ideas.
Rafael Hernández, director de la revista Temas, decía que estamos esperando el momento en que los gringos lleguen; pero es que ya están instalados y, sobre todo, ya están instalados en la expectativa de la población. Entonces, ya ese debate, esa discusión, ese examen, esa crítica o esa viabilidad, están planteados. ¿Están los medios de comunicación jugando ese papel? Yo pienso que no y espero que lo jueguen. Es decir, creo que en este proceso de reformas, una de las cosas que tenemos que transformar es el papel de los medios de comunicación, de los medios académicos y del debate social.
Por ejemplo, los centros de investigaciones académicas vienen produciendo diagnósticos sobre la sociedad cubana, identificación de problemas con propuestas para su solución, y nada de esto sale a la esfera pública. Pero no solo no llega a la esfera pública, sino que al interior de la comunidad científica no hay suficiente debate y discusión sobre los resultados parciales que pueden obtener los centros y los investigadores. Como resultado de esas prácticas no tenemos una cultura del debate. Cuando un compañero discrepa de otro, parece un problema personal. A veces se conforma un panel y todo el mundo realiza una intervención en paralelo porque nadie quiere discrepar con el que tiene al lado.
Creo que la reforma se verá obligada a llegar a los medios de comunicación y a la academia. ¿Cómo y quiénes van a alimentar la esfera pública? Los intelectuales; sobre todo los científicos sociales, a quienes corresponde hablar de la sociedad realmente existente.
Uno de los indicadores de que puede no haber una comprensión cabal de esto que estoy explicando es el lenguaje oficial. Lo que llamo «proceso de reforma económica» se conoce oficialmente como ‘actualización del modelo’. [Los dirigentes] No usan la palabra «reforma» que para un científico social es un término común. No usan la expresión «opinión pública», no usan la expresión «pobreza». Hay una decantación terminológica en el lenguaje oficial que hace difícil dialogar con el discurso del Gobierno cubano, porque con ese lenguaje no hay nada que discutir y menos describir ninguna realidad. El discurso oficial es tan aséptico, depurado, tan políticamente correcto, que llegan los científicos sociales cubanos o de cualquier lugar del mundo y preguntan por las reformas cubanas y hay que explicarles que en Cuba no hay reformas, lo que hay es «actualización del modelo económico y social» vigente.
Lo ridículo de la situación revela la dificultad del discurso oficial para disponerse a dialogar con todos los analistas de la realidad. Pero, ¿acaso los científicos sociales, los observadores, los analistas, los estudiosos, los políticos de dentro y de fuera, no revelan de forma sofisticada lo que la población ya sabe? Es decir, cuando el académico hace un estudio de campo y revela que hay determinado grado de pobreza en la población cubana, le estará dando la mala noticia a los políticos, pero los pobres ya sabían que eran pobres.
Esfera pública fragmentada
AP: ¿Al mantenerse al margen de esos debates, los medios oficiales contribuyen a la fragmentación de la esfera pública cubana?
JVP: Claro. Si hay un evento en Santiago de Cuba y la versión periodística del evento es una nota a pie de página, obviamente la riqueza de aquel debate no alimentará a otras comunidades científicas. Además de las omisiones o de las insuficiencias de los medios de comunicación respecto a los eventos o foros de opinión hay un problema más estructural: el acceso a la información, incluso para los académicos. Por ejemplo, yo puedo saber mejor lo que pasa en Pogolotti porque soy un observador participante, vivo en este barrio, pero si me preguntas acerca de otra comunidad, donde no soy un observador participante, no tengo ni siquiera una imagen plausible. No hay un flujo de información de las comunidades hacia el espacio público. De manera que es casi imposible tener una representación, incluso entre los científicos sociales entrenados en la búsqueda de información, de la Isla de Cuba.
Generalmente, reflexionamos a partir del entorno habanero o si estás en Santiago, del entorno santiaguero. Es casi imposible hacer estudios de toda la Isla. Por eso creo que no disponemos de una representación de todo el país. Es cierto que hay varios centros de estudio, pero en ocasiones los recursos para la investigación de campo solo alcanzan para ir a un barrio de La Habana, ni siquiera para recorrer toda la ciudad.
Por supuesto, la dirección política puede creer que sí tiene esa representación, porque tiene canales exclusivos de información. El Partido es un canal de información, la Seguridad del Estado y el aparato de gobierno son otros canales. La cúpula puede estimar que está bien informada, algo que sería discutible, y tal vez por eso subestiman el procesamiento que a esa información le daría la academia, los investigadores o la opinión pública.
Aquí tenemos el caso clásico de las consultas públicas que se han hecho en diferentes oportunidades, el caso de los documentos que fueron discutidos en el VI Congreso del Partido Comunista del año 2011. Estos han sido eventos altamente democráticos porque han sido consultas reales a la opinión pública y ha participado en ella sin restricciones, una parte mayoritaria de la población. La población ha dicho lo que ha querido, se han recogido todas las opiniones, se han agregado y elevado y después han aparecido las estadísticas del número de reuniones y propuestas. Empero, yo sé cuál es la opinión pública de los lugares donde participé, pero no sé cuál es el resultado final de la consulta a nivel de país; no sé cuánto coinciden esas opiniones inmediatas con lo que piensan en Baracoa. Ahí tenemos otra problemática de la comunicación; los medios de comunicación, en vez de contribuir a una visión, a un balance general, ofrecen una visión fragmentada, de forma que nunca puedes generalizar. En consecuencia, el acto de generalización por parte de académicos e investigadores es casi una osadía.
Ese estado de opinión que se ha movido desde la periferia de la sociedad hacia el centro, ha dado un resultado: haber contribuido a una imagen del estado de opinión prevaleciente en el país. Sin embargo, ese agregado de opiniones y propuestas, resultante del proceso de consultas, no regresa a la sociedad. De manera que la opinión pública, una vez que se declaró, no vuelve a contrastarse con las opiniones en el barrio. Son, en adelante, opiniones provinciales o nacionales porque ese resultado no regresa. Al no regresar, tampoco queda claro cuál es la agenda que la dirección política reconoce en la opinión pública. Cuando es consultada, la opinión pública propone una agenda de problemas, propuestas, más o menos abigarrada y se supone que la agenda política tenga en esas opiniones un referente obligado. ¿Coincidirá con ellas, discrepará, podrá asumirlas totalmente, habrá condiciones para procesar todas esas propuestas? El desconocimiento de la agenda de los decisores hace que el público ignore cuál es el compromiso, los niveles de coincidencia y de distanciamiento que hay entre la agenda política y la agenda de la opinión pública. Ahí tenemos otro problema.
Preguntémonos cuál es el grado de coincidencia del proceso de reformas con el estado de opinión pública. Por definición sabemos que se hace lo posible y que la opinión pública pide lo imposible, pero si la opinión pública nacional supiera cuál es su propia agenda -no una agenda circunscrita a lo planteado en reuniones de carácter local y episódico- tendría un criterio para juzgar el desempeño político del país. Esa es otra de las omisiones importantes que ciertos funcionarios pueden percibir como una táctica defensiva: hay que defenderse de la opinión pública porque esta pide demasiado, es hipercrítica o ignora las tensiones económicas y financieras del país.
Sería mejor explicar que existen restricciones y límites, que provocan que haya demandas con soluciones posibles y otras no tan viables. Se trata de educar a la población en cuáles son las condiciones reales del proceso revolucionario.
Voces alternativas
AP: En un contexto dominado por un monopolio mediático estatal, dirigido por los ideólogos del Partido Comunista de Cuba, se funda en 2005 la revista católica Espacio Laical que, dirigida por Roberto Veiga y Lenier González, se empeñó en fomentar el debate público sobre las problemáticas actuales que enfrenta la nación.
JVP: Creo que el mérito mayor de estos dos colegas -Roberto Veiga y Lenier González- y de esta experiencia de Espacio Laical y de las actividades del Centro Félix Varela y habría que preguntarse ahora si también del proyecto Cuba Posible, es que constituyeron el espacio de mayor pluralidad que hayamos tenido en el país. No existe de parte de las instituciones de gobierno, o de las organizaciones de masas, ningún espacio más plural que ese. No solamente plural porque incluyera cubanos de dentro y de fuera; y partidarios de la Revolución y de la oposición, sino porque incluía a compañeros comprometidos con la Revolución que nunca solían aparecer en el debate.
Otro mérito que le adjudicaría la revista es su sentido de la actualidad. Se ha movido casi a la par de los desafíos nacionales, de los temas nacionales nuestros, que siempre llegan tarde. Ellos se han movido desde temas más conceptuales -que de alguna manera son los ejes alrededor de los cuales se ubican las distintas corrientes de pensamiento y el marco del debate- al examen de tópicos de plena actualidad. Esto y la inmediatez con que esos temas son abordados son dos enseñanzas para los medios de comunicación cubanos, en general, donde es difícil que lleguen todas las noticias de la actualidad.
Oposición «leal»
AP: En el libro suyo que cité con anterioridad, usted afirma que el sistema político vigente en Cuba excluye toda oposición política, y plantea que la renuncia de Estados Unidos a ser un actor político interno, posibilitaría una oposición leal. ¿Pudiera comentar esas ideas?
JVP: Oposición leal es una expresión genérica. Todo régimen tiene oposiciones que van desde sus partidarios, que expresan críticas y discrepancias, hasta los opuestos que tienen por definición muchas críticas y discrepancias. Nosotros estamos por construir un espacio en el que quepa toda esa pluralidad. Esa pluralidad enfrenta el reto de admitir a los opositores. Es decir, los que no están de acuerdo con el socialismo, no concuerdan con el Gobierno y sus dirigentes, ni con el Partido Comunista y discrepan de las políticas en curso, en algún grado. Eso pasa en todas las sociedades del planeta. Hay un sector de su población que no está de acuerdo con el régimen y con el ordenamiento institucional existente. Frente a esa realidad, la pluralidad de opiniones me parece válido y su ejercicio, saludable. Si su actividad política subvierte la opinión de la mayoría, el orden que se ha dado la mayoría, yo creo que no tenemos una oposición ni una crítica leal. La lealtad se define generalmente, como la aceptación del orden institucional y jurídico que se dio la mayoría del país. Naturalmente, uno de los problemas que tenemos que resolver es el reconocimiento de la minoría y que el sistema político, en vez de marginarla, la reconozca dentro del régimen y le dé un espacio dentro del sistema, a cambio de que esta se declare leal al aceptar el orden constitucional. Esto es lo común en todas las sociedades del planeta.
Creo que el régimen revolucionario tiene que resolver que los estados de opinión queden incluidos en el régimen y que sean las actividades políticas las que clasifiquen como legales o ilegales, leales o no. Lo cual supone que el orden jurídico sea más elaborado, que no todo crítico quede declarado contrarrevolucionario o marginado. Pienso que arrastramos -con muy buenas razones- nuestra propia Guerra Fría y no está claro cuándo terminará. Parece que comenzamos un periodo de deshielo en la medida que las relaciones políticas con los Estados Unidos se van normalizando. Hay una agenda cubana que considera que para que esa negociación avance tienen que resolverse una serie de asuntos; de lo contrario nos mantendremos todavía en el umbral de esa Guerra Fría.
Sabemos que hay un sector del funcionariado que se aprovecha de esos escenarios para hacer más estrechos los espacios que, en buena lid, debieran existir. Aquí hay una experiencia ya histórica que yo menciono en mi libro. En los años 90 el país estuvo más expuesto que nunca y, sin embargo, hicimos más aperturas que nunca antes, lo cual probaba que muchos de las restricciones instauradas eran injustificadas.
AP: ¿Se refiere a los parlamentos obreros?
JVP: A los parlamentos obreros y a todo lo que ha venido después. Los debates y la tolerancia que vino después.
AP: ¿En qué medida Espacio Laical ha sido lugar de expresión de esa oposición leal?
JVP: Creo que Espacio Laical revela un ejemplo de oposición leal, aunque no todos los compañeros que estuvieron ahí clasificarían de oposición. Pero si queremos suponer que muchas de las voces que han aparecido allí son de oposición, la mayoría de ellas, las que aparecieron, son más bien reformistas. Clasifican como oposición leal porque opinan que son insuficientes los ordenamientos económico, civil, político, ideológico-cultural y comunicacional del país; y proponen reformas, son reformistas. Opinan y hacen propuestas. Ninguno dice, «debemos subvertir el orden revolucionario para resolver esos problemas». Piden que el orden revolucionario se reforme. Creo que es un ejemplo de oposición leal.
Contribuciones de Espacio Laical a la esfera pública
AP: ¿Cómo calificaría la repercusión de Espacio Laical en la intelectualidad cubana? ¿Se repercusión se limita solo a esa esfera?
JVP: No puedo medir cuál es su impacto. En los medios académicos no escucho que alguien diga «como dice Espacio Laical» o «como se dijo en un evento de Espacio Laical«, o sea, no es citado abiertamente como una fuente, pero es obvio que lo es. Creo que el hecho de ser una experiencia plural que se puedan escuchar tantas voces, de que se puedan leer tantos argumentos y que haya tolerancia, impacta directamente a la esfera pública cubana y podría ser un derrotero.
Referencias
Guanche, J.C. (2009). Buenas nuevas sobre un viejo tema: política, administración y socialismo. En Valdés Paz, Juan. El espacio y el límite: estudios sobre el sistema político cubano. (pp. XVIII-IX). La Habana: Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello, Ruth Casa Editorial.
Habermas, J. (1989). The Structural transformation of the public Sphere: An inquiry in to a category of bourgeois society. Cambridge: Massachussetts Institute of Technology Press.
Valdés Paz, J. (2009). El espacio y el límite: estudios sobre el sistema político cubano. La Habana: Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello. Ruth Casa Editorial.
Juan Valdés Paz. Sociólogo, politólogo, historiador y filósofo cubano. Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (ISRI). Investigador en temas, tales como Filosofía, Marxismo, Sociología rural, Relaciones Internacionales, América Latina y Centro América y distintos aspectos de la Revolución cubana. Premio de Investigación Cultural 2011 del Ministerio de Cultura.
Fuente: http://cubaposible.com/esfera-publica-cuba-la-norma-la-realidad-entrevista-juan-valdes-paz/