La Izquierda Abertzale presenta su nuevo partido, y hace mención explícita al rechazo de todo tipo de violencia, incluida la de ETA. Los nuevos estatutos se ajustan radicalmente a las exigencias de la antidemocrática y fascistoide ley de Partidos, a pesar de que en ningún momento deja de denunciarse el carácter represivo, totalitario y parajudicial […]
La Izquierda Abertzale presenta su nuevo partido, y hace mención explícita al rechazo de todo tipo de violencia, incluida la de ETA. Los nuevos estatutos se ajustan radicalmente a las exigencias de la antidemocrática y fascistoide ley de Partidos, a pesar de que en ningún momento deja de denunciarse el carácter represivo, totalitario y parajudicial de la misma.
La Izquierda Abertzale quiere hacer política, nada más. Quiere que se avance hacia un camino de soluciones democráticas en Euskal Herria, donde todos los derechos de todas las personas, políticos, civiles y humanos, sean respetados, y, si fuese el caso, rescarcidos.
La Izquierda Abertzale no tenía que hacer esto para demostrar su compromiso con la resolución pacífica y democrática del conflicto en Euskal Herria, su discurso ha sido el mismo desde hace muchos años, y su apuesta por la democracia es un hecho constatable a lo largo del tiempo. Aun así, lo ha hecho. Ha dado un paso al frente y ha adecuado su base estatutaria a las leyes represivas españolas.
La Izquierda Abertzale, incluso, ha hecho lo que no se le había pedido: apostar por el diálogo con todas las fuerzas políticas y agentes sociales de Euskal Herria, incluidas aquellas que han impulsado, defendido y practicado el terrorismo de estado, y hasta con aquellas otras que han llamado a «fumigar» a todos los independentistas, o que tienen como norma ensalzar las acciones represivas del estado en todos sus frentes, incluidas las torturas y la encarcelación de inocentes, unas prácticas habituales que sistemáticamente silencian y justifican con los más peregrinos argumentos y mentiras, aunque la propia justicia española los acabe luego desenmascarando y poniendo en el apestoso lugar que les corresponde.
La Izquierda Abertzale, en definitiva, quiere la paz, quiere la democracia, y la quiere, como siempre han dicho, AHORA. Esa es su apuesta política, y ese es el único camino posible que vislumbran en el horizonte, sin vuelta atrás. El compromiso es firme e inalterable.
La pelota, pues, está ahora en el tejado del estado y sus representantes políticos, policiales, y judiciales. Los ojos del mundo miran, y miran fijamente. En la consciencia colectiva de la comunidad internacional, y especialmente en la opinión pública de los principales países europeos, resuenan ahora mismo los ecos del apoyo, vergonzoso apoyo, que los gobiernos europeos han venido prestando a dictaduras disfrazadas de falsas democracias como las de Túnez o Egipto. Desenmascarar dictaduras encubiertas es un deporte que, por las circunstancias conocidas, se ha puesto de moda en la Europa de hoy.
Que el estado español lo tenga en cuenta, y sepa que no lo va a tener nada fácil si pretende seguir con sus políticas antidemocráticas y represoras, que ilegalizan ideas y anulan los derechos políticos y civiles de cientos de miles de personas en Euskal Herria. Los ojos del mundo miran, y los ejemplos de Túnez y Egipto están demasiado recientes.
La cuarentena que algunos piden para la Izquierda Abertzale, es justamente la misma cuarentena que la opinión pública de muchos países europeos declaró en su momento para el estado que mantuvo por más de cuarenta años la última dictadura fascista de Europa. Esos mismos ciudadanos y ciudadanas, junto a diversas instituciones internacionales, ahora, más de tres décadas después, y con los ejemplos de los países árabes en la retina, deberán emitir su juicio sobre la salud democrática del estado español. La legalización de la Izquierda Abertzale puede que sea la diferencia entre que esos países y sus sociedades sigan mirando para otro lado ante la democracia de baja intensidad española, o, hartos ya, comiencen a llamar a las cosas por su nombre.
España sabrá. En el cortijo lo tienen todo «atado y bien atado». Pero más allá de la finca nacional-católica hay un mundo entero, un mundo que observa atento, y que emitirá su sentencia. España está, ellos sí, en cuarentena democrática.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.