Poco antes de la medianoche pude escuchar pitidos de coche, silbidos, gritos y una algarabía general que iba en aumento. Ya está, me dije, tanto follón sólo puede ser que se ha proclamado la república. Pongo la radio y casualmente oigo al monarca referirse a España con un tono excitado. Demasiado contento, pienso. Una cosa […]
Poco antes de la medianoche pude escuchar pitidos de coche, silbidos, gritos y una algarabía general que iba en aumento. Ya está, me dije, tanto follón sólo puede ser que se ha proclamado la república.
Pongo la radio y casualmente oigo al monarca referirse a España con un tono excitado. Demasiado contento, pienso. Una cosa es que acepte la situación y que diga incluso que «hemos sufrido, pero ha merecido la pena, me alegro por todos, por el equipo y por España entera», pero que él también se alegre me extraña bastante.
La dejo y salgo a la calle enseguida a ver si así salgo de dudas. El revuelo es tremendo. Los que no conducen coches a toda pastilla van corriendo en grupos por la calle. Lo que veo me hace caer en la cuenta de que me ha tocado en el bando nacional: todas las banderas que se ondean son rojigualdas.
Un momento después los cantos, los gritos y los abrazos me hacen descartar lo que pensaba. Entonces pregunto a unos que si es que han bajado las hipotecas, subido los salarios, aumentado el gasto social. Me miran con cara de lunáticos y se van agarrados a sus botellas.
Le pregunto a otro con una apariencia más serena si es que celebran la disolución del ejército y que todos sus gastos vayan a pasar a pensiones, sanidad, educación e investigación y me contesta que a quién le importa eso, que España es la reina de Europa.
Al que lleva la bandera más grande le pregunto si es que hemos salido de la OTAN, si han vuelto para siempre las tropas de Afganistán y Líbano, si hemos renunciado a la directiva de la Unión Europea sobre emigración, pero no me escucha, los gritos de viva España, España la mejor, España campeona, no dejan oír -ni seguramente pensar- otra cosa.
Llamo al psiquiatra para que me haga un reconocimiento y me contesta que si estoy loco, que cómo se me ocurre llamarle en mitad de la fiesta.