Aseguraba Concepción Arenal que abrir una biblioteca implicaba cerrar una cárcel. Ignoro cuántas prisiones habría que construir de aplicarse las recetas neocon de Esperanza Aguirre (sospecho que muchas), pero la «lideresa» ha comenzado a cerrar bibliotecas públicas en Madrid. De momento, dos, la Menéndez Pelayo y la Concha Espina. El cierre se ha perpetrado aprovechando […]
Aseguraba Concepción Arenal que abrir una biblioteca implicaba cerrar una cárcel. Ignoro cuántas prisiones habría que construir de aplicarse las recetas neocon de Esperanza Aguirre (sospecho que muchas), pero la «lideresa» ha comenzado a cerrar bibliotecas públicas en Madrid.
De momento, dos, la Menéndez Pelayo y la Concha Espina. El cierre se ha perpetrado aprovechando el relajo estival y de manera sorpresiva. A traición.
La explicación de estos cierres no ha podido ser más cínica: «Este cambio (omiten decir cierre) se enmarca en la política de la Comunidad de Madrid de potenciar las bibliotecas de distrito que puedan dar más mejores servicios a los vecinos».
La frase chorrea hipocresía y, lo peor, constituye una colosal tomadura de pelo: donde antes había tres bibliotecas ahora habrá una. Este es el «mejor servicio» y la «potenciación» que ofrece esta derecha.
Pero lo más grave no es el descaro y la manipulación. A eso se acostumbra uno si conecta Telemadrid. Lo realmente grave es el desprecio que la derecha neocon destila sobre la función social de las bibliotecas.
Lo que ignora-y quiere ignorar-Esperanza Aguirre es que las bibliotecas son usadas fundamentalmente como salas de lectura y estudio por miles de estudiantes que no disponen en sus domicilios de espacio ni condiciones para estudiar.
Pero ya sabemos que el problema de la «lideresa» no es vivir en una casa pequeña, sino la altura de los techos, circunstancia que le ha valido el apodo de «marquesa de Techos Altos».
Así, la marquesa de Techos Altos parece ignorar que, todos los días, miles de estudiantes atornillan sus codos en las bibliotecas públicas. Disponer de un espacio para estudiar determinará, en muchos casos, concluir una carrera o aprobar una oposición. Sí, disponer de un lugar tranquilo donde estudiar puede librar a muchos del «libre mercado». Imagino que esto repugnará a la marquesa.
Sin duda la demagogia aguirrista alegará que se han construido bibliotecas en la Comunidad de Madrid. Pero esto es una verdad a medias. Conociendo a los neocon, enseguida comprendemos que la obra pública es tan solo un pretexto para otorgar suculentos contratos a empresas privadas. Del mismo modo que se edifican hospitales y el número de camas por habitante no se incrementa, se construyen bibliotecas pero no aumentan los puestos de lectura y estudio.
No resulta, por tanto, difícil vislumbrar que estas «maniobras orquestales en la oscuridad» devienen en negocio para unas pocas empresas y perjuicio para los ciudadanos.
E ineludiblemente, surge la pregunta… ¿Cuánto tardará la marquesa de Techos Altos en ofrecer la «gestión» de las bibliotecas (construidas con dinero público) a alguna empresa?
La respuesta es sencilla: en el momento en que algún mercachifle (perdón, empresario) atisbe un mínimo de rentabilidad, aunque ello suponga perjudicar al común de los ciudadanos.
Me atrevo a pronosticar lo que ocurrirá… en cada distrito quedará una sola biblioteca. Aunque, eso sí, con mucho relumbrón. Pero muchos estudiantes que necesiten puestos de estudio, obviamente, se quedarán sin ellos.
En realidad, la muerte de asientos públicos de estudio y lectura es el reflejo de la estafa neocon: mucha apariencia, y la sociedad, al servicio de unas pocas empresas. Mientras, el político demagogo de turno-hoy, la marquesa de Techos Altos-venderá la moto.
Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor