DISCUSIÓN DEL MODELO A propósito del debate en la Comisión de Presupuestos del Congreso sobre las asignaciones económicas a la familia real en el que se entabló una polémica sobre el modelo de Estado, uno no puede dejar de hacerse ciertas reflexiones sobre la patología psicológica que presentan algunas personas. Cuando los siervos tienen asumida […]
A propósito del debate en la Comisión de Presupuestos del Congreso sobre las asignaciones económicas a la familia real en el que se entabló una polémica sobre el modelo de Estado, uno no puede dejar de hacerse ciertas reflexiones sobre la patología psicológica que presentan algunas personas.
Cuando los siervos tienen asumida su inferioridad y la defienden de manera tan masoquista como el diputado del PP Juan Manuel Albendea, se descalifican a sí mismos como representantes de ciudadanos libres. ¿Qué ciudadano puede verse representado por alguien que considera en un debate en la casa de los Diputados que los pueblos «son muy sabios» por estar felices con el hecho de que los individuos sean considerados vasallos, el jefe del Estado lo sea por razón de espermatozoides, irresponsable ante la ley, sin control de ningún tipo de su actividad (ya que es también el Jefe de las Fuerzas Armadas y eso le exime de andarse con explicaciones) y perpetuador de estos privilegios también por la vía genital?
Alguien tendría que decirle al lacayo Albendea que los pueblos de España ya demostraron que son inteligentes. Sí. Lo que no son es absolutamente libres. Y es precisamente al permitírseles expresarse con libertad cuando se constituyen en República. Y si ésta (la IIª) constituyó una «malhadada experiencia»(sic) lo fue no por su corta existencia (tan fructífera en tantos aspectos a pesar de su brevedad) sino por la brutal y sanguinaria conculcación de la legalidad llevada a cabo por los mentores y ancestros del citado diputado.
Solamente la ambición de poder formar parte de la Corte de los privilegios, donde se asientan tenebrosos personajes como Manuel Fraga, conde de Lacalleesmía junto a Antonio Tejero, duque de Sesientencoño , a Chemari Aznar, barón de Cacarroña, o Mariano Rajoy, marqués de Loshilillos, entre otros, puede explicar que una persona pueda ningunear a una Institución como la República que en el año 1931 concitó como nunca antes ningún otro régimen el entusiasmo de la mayoría de los españoles, que asumieron su Constitución con responsabilidad propiciando un periodo brillante (y difícil, por las zancadillas de la derecha asilvestrada) de la Historia de España.
Para subir en el escalafón de los siervos parece ser que hay que sostener que el Estado ha de tener un Jefe erigido «por la gracia de Dios» a todos los efectos y, por lo tanto, inmune a las leyes humanas y con los mismos privilegios para sus descendientes. Cuanto más loas y parabienes se dirijan a la Majestad, más posibilidades para el cortesano. Esta es la manifestación de un espíritu servil. Si además se tergiversa la Historia pretendiendo descalificar los cortos periodos luminosos para los pueblos en los que consiguen emanciparse de la tiranía, estamos ante la expresión de un ser vil.
* José Manuel Graña Garrido es responsable Regional de Izquierda Republicana-Esquerda Republicana Galega (IR-ERG)